Sobre la Trilogía de la Insurrección Laboral, documental de Renato Dennis
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N. del E.: Este texto fue realizado a partir del pre-estreno de tres películas realizadas por Renato Dennis: A fierro, Aperrando, aperrando y El piquete del cinco-seis. Centradas en registrar manifestaciones y huelgas de tres grupos de trabajadores chilenos, estas películas siguen una continuidad de la obra de Dennis de ir, cámara en mano y con sonido directo, a capturar estos hechos, con la idea de que las mismas voces de los participantes vayan configurando el discurso de las cintas. Bautizada como «Trilogía de la insurrección laboral», las dos primeras partes (A fierro y Aperrando, aperrando) serán pre-estrenados el jueves 30 de mayo, 19 hrs., en el centro cultural de La Chascona (Fernando Márquez de La Plata 0192); mientras que El piquete del cinco-seis será exhibida el viernes 1 de mayo, a las 20 hrs., en Av Matta, 692. El texto de Domingo Pérez ahonda justamente en lo que las películas quieren reflejar, en el objetivo que se trazan como dispositivo.


A diferencia de otras fuerzas (como las fuerzas culturales, comerciales, morales, etc.), las cuales se pueden encontrar en cualquiera de las clases sociales, la huelga laboral es una fuerza específica y exclusivamente trabajadora: no es de nadie más. La huelga es el momento donde un grupo organizado de trabajadores paraliza deliberadamente su trabajo en el centro laboral. Pero atención: la huelga no es cualquier tipo de conflicto laboral, ni tampoco cualquier forma de acción colectiva, sino aquella donde un grupo de trabajadores/as, como pocas veces, asume materialmente una “posición de fuerza” para poder combatir… Vale decir, paraliza forzosamente la relación laboral, organizando con ello la disrupción de la producción: le inserta fuerza material o concretar a su quehacer, a su demanda, a su sueño.

Sucede entonces que las clases dominantes nunca podrán descubrir la mística y ejercicio de esta forma de acción: la cohesión social que puede elevar al interior de los trabajadores; la unión que genera entre trabajadores de diferentes horarios, contratos y oficios; o las múltiples tácticas que permite aplicar para asediar y acorralar el empresario e, inclusive, para superar la estrecha institucionalidad dominante (Código “del Trabajo” -o del Capital, más bien-, y otras esferas). En resumen: la huelga expone expresivamente la vasta creatividad y fuerza innata del conjunto de trabajadores y sus familias empobrecidas, vale decir, del pueblo trabajador. Y aunque es sólo una herramienta -se puede ganar o perder y hay otras formas de lucha laboral también-, cada día los trabajadores parecieran tener más hambre por tener a ésta mayormente dominada, conocida y calculada.

Actualmente, con o sin reformas laborales neoliberales, el poder trabajador sigue posicionando permanentemente sus propias formas de solución a esta vida de injusticia y va creando con ello un estilo propio de acción: (i) produce la huelga ilegal, una forma de lucha mucho más libre, flexible y convocante, que ha agrupado –en promedio por acción- a unos 4000 trabajadores en los años recientes, frente a los 150 de la huelga legal; (ii) a veces le ha ido quedando pequeño el enfrentamiento frente a su pura empresa formal, necesitando sobrepasar ese terreno y apuntando hacia el sector suyo de trabajadores (mirando hacia la rama económica, como próxima fase); (iii) le ha encontrado utilidad a la huelga legal, pero también la ha reforzado con múltiples tácticas: cortes de entrada, “picketing” o aglomeración a las afueras de la empresa, combinación sino sucesión con huelgas ilegales, articulación de hecho entre negociaciones colectivas, control territorial del espacio de la empresa, huelgas express sino ocultas para hostigar al empleador en el proceso de negociación colectiva formal, fondos de reserva para huelgas, etc. Así entonces, las huelgas en Chile todavía son pocas en el vasto cuadro de desorganización de los trabajadores, pero cada día involucran más masa trabajadora, a veces se saltan la empresa o el terreno donde manda de lleno el capitalista, y sortean así la elevada dispersión que vive hoy la clase trabajadora chilena, tan dividida y separada entre múltiples ramas, etapas de producción, sectores y oficios… El sindicalismo se va montando secretamente entre las líneas de producción o de servicios a clientes; se organiza con resguardo y cautela frente al capital; va instaurándose dentro de la empresa, sino en casas de vecinos o canchas de fútbol; pero, como sea que fuese, lo hace para luego golpear más certera y preparadamente a sus propios dueños y gerentes: saliendo a ganar, en definitiva. Va acumulando con calma, astucia y hambre, una nueva fuerza social, para un nuevo mañana de los trabajadores.

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Las huelgas laborales en el Chile del periodo actual (1990-2015) muestran las siguientes formas: (a) no son muchas, aunque tal vez más de lo esperado según los pocos sindicatos existentes (inclusive, a veces son realizadas sin sindicatos); (b) generalmente se despliegan a la entrada de las empresas y con pequeñas movilizaciones o manifestaciones, siguiendo en importancia los cortes de ruta; (c) la mayoría se realizan en la Región Metropolitana (predominantemente legales), aunque ello no significa predominancia de esa zona respecto a la cantidad de trabajadores movilizados, los cuales son más bien mayoritarios en las regiones ajenas a la Capital según la predominancia allí de huelgas ilegales (muchísimo más masivas y desbordantes en términos de convocatoria); (d) han ido aumentado en importancia las huelgas multi-regionales (y muchas veces, para ello, con sindicatos fuera de la ley: sindicatos de hecho y nacionales); y (e) han sido casi siempre desbalanceadas a favor de los sindicalismos avanzados de minería, por un lado, y de empleados públicos (de planta), por otro, no obstante ahora han ido floreciendo más en los nuevos sectores de la economía, a saber: más estratégicos en masa (como el comercio), en economía (sectores exportadores) o en apropiación territorial (desbordamientos en supermercados, sabotaje en minería o bodegas, apertura de la huelga a trabajadores de empresas exteriores, etc.). Su gran debilidad, eso sí, es la misma que la de todo el conjunto del sindicalismo nacional hasta la fecha: acumulado en la gran y mediana empresa, o al revés, casi inexistente en la mayoría del proletariado nacional, el cual se desempeña en pequeñas y múltiples unidades productivas largamente diseminadas, propias del neoliberalismo. ¿Deberán éstos últimos organizarse mayormente por fuera de sus empresas, el territorio donde mandan los empresarios, para después poder invadirlas conjunta y coordinadamente?

Por último, materialmente, las huelgas terminan típicamente en un empate: por un lado el Trabajo gana algunos pocos recursos, por otro el Capital vuelve a reordenar la producción sin mayores daños; no obstante, en muchas huelgas se puede terminar ganando otra cosa para los trabajadores: respeto. O sea, trabajadores que antes no se saludaban, después de la huelga se abrazan para empezar la jornada laboral. ¡Eso es cohesión social, fuerte!, pero al interior del pueblo trabajador. Por lo tanto, frente a la decadencia de la institucionalidad dominante, vemos que el trabajador pone a la palestra la posibilidad de crearse su propia institucionalidad y mundo, y va luchando por una vida digna y mejor.

Esto es lo que muestra el presente pre-estreno del Documental – Trilogía de la Insurrección Laboral (Renato Dennis, 2015), un documental que hace años necesitábamos los chilenos/as, pues hace años los trabajadores necesitamos ver: qué pasa en el lugar donde yo no trabajo (la tarea de pensar el prójimo laboral) «ya que en mi trabajo no hay huelgas»; o, al revés, «qué sería de mí si yo hubiese trabajado en aquél otro centro laboral»: la empresa Subus, Sonda-Quintec, o Walmart Líder, en este caso. Pero los ejemplos son infinitos. Los trabajadores/as necesitamos más documentales, lecturas, actividades sociales: debemos labrar más nuestra cultura trabajadora, crear nuestro propio mundo; en nuestros trabajos, barrios, casas… en donde sea que se despliegue nuestra vida de trabajadores, para controlarlo todo.

En este sentido, contra la cultura viciosa y decadente que tratan de contagiarnos los empresarios y sus políticos, se ofrece aquí un golpe certero y bajo un ritmo y clase de buen boxeo chileno: con el puño izquierdo preparado y a la retaguardia, pudiendo proyectar reiteradamente este Documental como forma de hostigamiento frente al capital y autoformación para los trabajadores; y con el puño derecho a la ofensiva, lanzando la huelga real, concreta, en un momento determinado y de golpe sorpresa frente al empresariado.

Nos explotan incesantemente: quieren hacernos “explotar” o “reventar” por dentro, ¡desgastarnos!, hacernos creer que no tenemos fuerza ni valor alguno… pero, por alguna razón, casi inexplicable, no pueden hacer que las familias trabajadoras nos rindamos definitivamente, que paremos de levantarnos temprano por nuestra gente, que no empecemos a soñar de a poco con un Chile donde nosotros mandemos y decidamos.

El trabajador chileno es muy sumiso, ha agachado la cabeza frente al maltrato en innumerable episodios (llega a faltarle el respeto ¡no solo al otro, sino que a sí mismo!), pero también tiene mucha rebeldía oculta en sus raíces y que, cuando aflora, sale brava. Es un sentimiento que se demora en salir, pero cuando lo hace, lo hace con mucha fortaleza: cuando el chileno se rebela, cuesta tumbarlo. La huelga es una herramienta estratégica y fundamental entre los diversos tipos de conflictos laborales: veamos entonces cómo ha costado tumbar a estos trabajadores chilenos; y qué han ganado y creado los trabajadores de Subus, Sonda, Walmart y etc., tanto para ellos como para nosotros: otros trabajadores, empezando a organizarse.

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