Selección de críticas del taller realizado en FECICH

En nuestra alianza para la difusión y realización del Festival de Cine Chileno de Quilpué (FECICH), también adquirimos el compromiso de difundir los resultados del taller de crítica que se realizó en su última edición realizada en enero de 2020. A cargo del reconocido crítico y periodista especializado, Christian Ramírez, los resultados del taller son asombrosos, dado los pocos días que duró el taller. Asoman de esta experiencia notables y entusiastas textos de personas que por primera vez se enfrentaron al desafío de escribir una crítica cinematográfica, frente a un grupo de películas chilenas de todos los tiempos.

Acá publicamos una selección de ellas. Felicitamos a FECICH por esta iniciativa que incentiva la reflexión en torno al cine chileno, y a derribar los miedos y prejuicios de enfrentarse críticamente a una película. Es una muestra concreta de la labor de formación de públicos que realizan los festivales que se realizan a lo largo del país, labor fundamental dado el hasta ahora nulo interés por instalar una política pública respecto a enseñar a ver cine.

Marcelo Morales C., Director de Cinechile.cl


El Chacal de Nahueltoro (por Héctor Verdugo)

Al intentar hacer una critica sobre El Chacal de Nahueltoro, lo primero que encuentro es la dificultad de entender de distinta forma los acontecimientos descrito en esta película, porque al tratarse de un crimen horrendo en los 60, hoy tengo a la vista una sociedad totalmente distinta y, que a pesar de haber visto la película en cinco ocasiones, y  en varias épocas de mi vida, hay algunos elementos que siempre serán evaluados por las leyes y la moral de nuestra sociedad sin considerar los momentos.

Quiero decir que, a pesar del tiempo transcurrido, me inclino por creer que la pena que merecía este hecho era siempre la pena capital. Se podrá discutir filosóficamente o moralmente si corresponde quitar la vida a un individuo que actúa así con la sociedad y sigo creyendo que esta bien. Esto porque no se pretende terminar con el culpable -porque éste no sufre ni le duele el irse de este mundo-, lo que se busca es dar un aviso y ejemplo a aquellos individuos que pretenden en libertad provocar daños tan crueles a la sociedad. Se discutirá si el sujeto poseía una enfermedad mental que limitaba su sentido de conciencia, pero en este film no hay datos para comprobar en definitiva su desequilibrio mental.

En otro orden de cosas, es muy distinto lo que pretendió el estado chileno, en darle un toque de civilización y enseñarle una nueva cultura a través de vestirlo, aprender actividades laborales manuales incluso alfabetizarlo, sabiendo que tarde o temprano era candidato al patíbulo. Ese gesto de la administración de rescatarlo de su precariedad para, posteriormente, deshacerse de él con la aplicación de la ley, me parece una burla mas allá de lograr convertirlo en un hombre de bien. ¿Qué se quiso hacer con estos gestos?

Para ser justo, no siendo yo un creyente, me pareció rescatable que abrazara una fe religiosa. Muchas veces estos individuos encuentran la paz en algo intangible, porque pueden encontrar respuestas desde alguien que no responde.

Miguel Littin hace un tremendo aporte al cine chileno y latinoamericano con esta película: una obra que forma parte de nuestro patrimonio y es otro de los tantos intentos por crear un cine autentico sin copiar modelos extranjeros  comerciales,  dejando muchas veces de lado mostrar la identidad de los pueblos. Este film de tercer mundo, a través de sus componentes neorrralistas y de alto compromiso social, nos hace un llamado de atención y visibiliza a un segmento de la sociedad que muchas veces las luces de la capital nos devuelve como ficción.

El realizador nos lleva magistralmente por varias etapas de la vida de Jorge Del Carmen Valenzuela Torres y por distintas pinceladas, muchas veces a través de la fotografía, sin utilizar diálogos, y nos permite visualizar su infancia, los distintos momentos en que  busca incansablemente cariño y arraigo, su etapa de andariego rural y cómo distintos patrones lo convierten en un tipo servil. En cuanto a la descripción del crimen, sus alcances infantiles hacen lo mas cruento de la película; las etapas de la persecución y apresamiento son filmadas con tanto detalle que supera el simple lucimiento policial. La educación, amansamiento, la vigilia y su fusilamiento están muy bien logrados, recreados con muchos detalles.

En esos años Chile  era otro país, atrasado y poco desarrollo en distintas  ciudades, y se entiende que en la sociedad de aquella época este tipo de acontecimiento lograra crear una gran expectación, amplificada más todavía por los medios de comunicación. La gente común estaba expectante por cada etapa del desarrollo de este caso policial. En su momento, se abrió la discusión, cuando se defendía tanto al culpable como la labor del Estado, pero nadie se detuvo en opinar sobre las falencias en educación, falta de trabajo y cultura, que seguirían siendo el caldo cultivo para la repetición de estos hechos lamentables.


El Chacal de Nahueltoro (por Melanie Espejo)

Cada vez que se habla de asesinos la repuesta más frecuente es el desprecio. Aunque cosas como la cantidad, el motivo y a quienes se mata, son más importantes de lo que se cree. Es por esto que no existe el mismo repudio popular para el asesinato de un dictador, que para el de un infanticida.

Sin embargo, la realización de esta película parece conseguir lo impensable, el causarte empatía por quién en un inicio parece un villano.

El chacal de Nahueltoro nos cuenta la historia de un Chile pobre e invisible. Entregándonos un personaje  que desde muy niño fue expuesto a  la violencia. Un hombre sin educación que vive de forma precaria, ahogándose cada vez que puede en el alcohol barato que logra conseguir. Su alcoholismo parece ser un intento desesperado por olvidar su niñez o su completa existencia.

La cinta es una crítica hacia la pena de muerte. Se intenta mostrar la rehabilitación como lo esencial para este tipo de casos, de esta forma es que nuestro personaje principal se convierte en dos. Su inicio parece no pertenecerle, a pesar de tener una cantidad diversa de apodos, el nombre por el que más se le conoce, es el de: “Chacal de nahueltoro”. Muy distinto a lo del final, donde ya obtenemos a una persona que no solo se arrepintió de sus actos, si no también que parece ser verdaderamente estimado por sus pares. Y ahora, el horrible asesino vuelve a ser Jorge del Carmen Valenzuela.

El final es lo decisivo, notamos lo que vendría siendo el triste desenlace, no necesariamente por su muerte, sino también por esta rehabilitación que parece haber esperanzado ligeramente a Jorge, haciéndolo creer por breves segundos que sería perdonado. Y es aquí donde dudo, donde pienso que la aceptación de Jorge por recibir el castigo no necesariamente significó haber mejorado, también pudo ser una lamentable resignación.


La mamá de mi abuela le contó a mi abuela: Una nostalgia heredada (por Andrés García Rojas) 

¿Se puede tener nostalgia de lo que no se ha vivido?. ¿Añorar volver a recorrer calles que ni siquiera tenemos certeza de que existieron?

Si se puede. Eso es extrañar aquello que de tanto escucharse se transforma en un recuerdo mas vivo en el presente que el pasado propio. Es la tradición oral, aquello que nos contaron alguna vez. Es una suerte de linaje de comunidad que nos emparenta con hilos tenues a este pasado no escrito y que tiene la fragilidad de lo irrepetible.  Aquella historia que mezcla leyenda y realidad con naturalidad, y que de no ser contada, desaparece para siempre.

La mamá de mi abuela le contó a mi abuela (2004), de Ignacio Agüero es la historia de los recuerdos de una comunidad, la de Villa Alegre, y de sus esfuerzos por contarlos en una única obra de teatro, coordinada por Héctor Noguera e interpretada por sus propios habitantes. El realizador logra que, desde esta historia tan íntima, conectemos con nuestra propia intima historia.

En este documental, como es propio de la obra del realizador, Ignacio Agüero ocupa una historia para contarnos otra, y finalmente dejarnos reflexionar sobre nuestras propias vivencias. Si en Cien niños esperando un tren, nos invitó a conocer un taller de Cine para niños en una población obrera, para finalmente contarnos sobre la represión de la dictadura que marcan a esa infancia;  en La mamá de mi abuela le contó a mi abuela,  la excusa de la obra de teatro de la comunidad nos sirve para adentrarnos en esta memoria comunitaria que se resiste a ser olvidada.

Así resulta particularmente triste observar en el documental la intención de los jóvenes de Villa Alegre de que, tan pronto como sea posible, abandonarla para ir detrás de la ilusión de un mejor vivir en la ciudad.

El tradicional acercamiento indirecto a la historia central y la evocación a lo perdido que suele hacer Agüero que hace en sus obras resulta particularmente eficaz para evocar recuerdos propios en el observador que complementan la experiencia del documental. Lo vemos claramente en Cien Niños esperando un tren (1988), Aquí se construye (2000), y en su recientemente estrenada Nunca subí el Provincia (2019),

El documental en su conjunto se percibe desde el principio, con la escena de los viñateros, intencionadamente inacabada, como si fuera sólo un material a trabajar, y que invita al observador a complementarlo con urgencia, lo que convierte a la película de Ignacio Agüero en una obra sensiblemente distinta a cada observador de esta.

Para mí, es recordar la infancia en los 80´, la harina tostada para los niños y el vino para los grandes. La única vela que ilumina la mesa y escuchar la gastada voz del viejo, observar sus duras y agrietadas manos de trabajo, el rostro marcado por los años, y los ojos brillantes y jóvenes como la luz de la vela al contar aquellas historias. Tiene sonido a bolero y vals peruano, y olor a norte.

Así vista, el documental ya no es sobre la historia de Villa Alegre. Puede ser la historia de Livilcar, Tierra Amarilla, Canela, Chincolco, El Ingenio, Hierro Viejo, El Sobrante, Lo Rojas, San Pedro. De tantos pequeños pueblos, orgullosos de sus propias leyendas y gestas, que evocan en sus fiestas un pasado esplendoroso, su fe, o el retorno de lo que los hizo ser en sus recuerdos, sea este el ferrocarril abandonado o del río depredado, y de tantas abuelas y tantos abuelos que quieren contarnos esa historia.


La mamá de mi abuela le contó a mi abuela (por Bastián Bezama)

La mamá de mi abuela le contó a mi abuela es un documental que transcurre en el pequeño pueblo de Villa Alegre, donde se desarrolla la iniciativa traída desde Santiago de Chile por el actor nacional Héctor Noguera, que consta en recopilar historias míticas que componen la cultura e identidad de los lugareños, para después materializarla en una obra de teatro.

En el filme se exponen entrevistas en distintos lugares del pueblo para dar a conocer al resto de la población diferentes mitos que se van traspasando de generación en generación, para así ir creando una identidad colectiva. Por otro lado, se visualiza el trabajo creativo de distintos adultos, junto a actores de la capital, que se organizan para crear y llevar a cabo una obra de teatro que expresa los mitos que configuran la cultura de Villa Alegre.

Se evidencia la diferencia entre generaciones al enfrentar estos mitos que se esparcen de boca en boca en el pueblo. Los adultos mayores cuentan las historias con cierta ingenuidad y nostalgia. Mientras que los jóvenes lo cuentan con distancia, pero siempre reconociendo las raíces del lugar

El sentido de Agüero de reconstruir la identidad territorial se cumple por completo de una manera compacta, complementada con una simplicidad que da comodidad los setenta minutos de la cinta.


Genoveva: De pino a araucaria (por Claudia Quinchavil Cárdenas)

Genoveva devela las raíces de la poco conocida historia familiar de Paola Castillo, quien a través de un relato intimista nos hace reflexionar acerca de nuestros propios orígenes y cómo estos pueden definir nuestro aquí y ahora. Es curioso que a medida de que el documental avanza, los prejuicios y discriminación, que los indígenas han sufrido y sufren actualmente se hacen más visibles, incluso haciéndonos cuestionar sobre nuestra mirada ante el pueblo mapuche.

Mis padres me criaron desde pequeña haciéndome consciente de mis raíces mapuches, Sin embargo, la gente suele verme como Matilde, la hija de Paola, puesto que cuando preguntan sobre el origen de mi apellido esperan una respuesta distinta a la que reciben.

No creen que mi abuelo sea oriundo de Nueva Imperial, ni que sus apellidos sean ‘’Quinchavil Lienqueo’’; y eso es justamente porque el color de mi piel y ojos no calzan con la imagen mental que la sociedad chilena tiene de una descendiente de indígena.

Mi caso es el caso contrario al que se plantea en el documental, no obstante, ambos se justifican de la misma manera, la cual corresponde al tema principal de la cinta: los prejuicios.

Como chilenos casi no hay una imagen positiva sobre los mapuches. El estado ya se encargó de manchar su nombre llamándolos terroristas, y los medios no dejan de mostrar camiones quemados en la Araucanía.

Es interesante que el documental nos haga preguntarnos si la imagen que tenemos de ellos es la construida por la sociedad o si es una creada a través de nuestra manera de entenderlos a través de historias familiares, yendo a la Araucanía o directamente hablando con uno de ellos. Mucho de esta cultura se ha perdido, tal como la misma Genoveva, de quien solamente se tiene una foto. Por otra parte, hay mucho de la cultura mapuche que vive hoy día con nosotros, por ejemplo, palabras como ‘’pichintún’’, ‘’funa’’, ‘’cahuìn’’ o ‘’pololeo’’ las utilizamos a diario y pasan desapercibidas. Por otra parte, después del estallido social de octubre, esta identidad mapuche ha vuelto a surgir; ahora es común ver a gente protestando por la libertad de Wallmapu o por la muerte de Camilo Catrillanca. Sin embargo, esta identidad orgullosa debería existir más allá de las fotos y cámaras de televisión. Me causó un poco de rechazo ver como algunos gritaban por sus raíces indígenas, pero sosteniendo la bandera al revés. No obstante, es un rescate a la cultura, por eso debe ser llevado más allá de una moda.

‘’Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia’’, si bien esta frase se refiere al contexto de la dictadura, también puede ser llevada al de la cinta. Paola realiza una indagación familiar con el fin de que su hija fuese consciente de su origen, el cual será clave para formar su identidad como persona y su porvenir en la vida.

Para concluir, este documental busca eliminar los estereotipos que los hacen sentir superiores a los indígenas y aceptarlos con orgullo como parte de nuestro pasado. No seguir el ejemplo de don Rafael, quien renegó de su madre Genoveva, pero aún así heredó aquello que más identifica al pueblo mapuche: el amor por sus tierras. Castillo nos entrega la frase: ‘’mi abuelo dejó de ser una araucaria para convertirse en pino’’ para describirlo, siendo fundamental para volver al mensaje principal de la cinta de no olvidar tus raíces puesto que son fundamentales para formar tu futuro.

 


Álvaro: Rockstars don’t wet the bed (por Daimo Sánchez)

Cuentan que el filósofo francés Gilles Deleuze cuando un colega quería discutir con él simplemente se levantaba y se iba del lugar. Para él el trabajo de la filosofía no consistía en conversar o discutir sino en la creación de conceptos, pensaba también que la creación era una forma de resistencia. Uno de los conceptos creados por él es el de “línea de fuga”, aquello que el sistema no puede atrapar, que chorrea y fluye entre su maquinaria social y política. Álvaro Peña es un buen ejemplo de todo lo anterior, un creador impenitente, recreado muy bien en el largometraje a través de escenas donde parece producir  composiciones en forma espontánea en el estilo musical punk, donde predomina el bajo y la letra minimalista de carácter provocativo o de denuncia, no en vano es el artista chileno con mayor producción. Es también una línea de fuga, el hombre que no se comercializa, el que se fue al exilio en Alemania al llegar la dictadura y no volvió hasta que esta cayó, y que vuelve a irse cuando se da cuenta que no puede reinsertarse de nuevo en su país. Es el niño que llevamos todos adentro, solo que en su caso siempre está presente.

Dado que la música punk es por definición anti sistema, no es de esperar que sus músicos triunfen materialmente a menos que transen en sus principios de crítica al orden establecido o solo por su carácter irreverente. El documental no explora en los motivos del exilio de Álvaro, solo que vive en Alemania donde tiene una pensión de vejez y de los viajes que hace a Chile tal vez en el intento de volver a vivir en el lugar donde se inició. La jovialidad, desenfado y creatividad con que los realizadores presentan la vida del músico logra que el largometraje sea muy entretenido e incluso didáctico respecto al punk, en suma es la puesta en escena de un niño en el cuerpo de un viejo, que necesita al niño porque solo en ese estado surge la creación, contrariamente a los estados de padre y adulto, donde predomina lo que debe hacerse y lo que tiene que hacerse respectivamente, mientras que en el caso del niño este hace lo que desea hacer.


Amukan: El legado cultural y el camino personal (por Rodrigo Montecinos)

Amukan, estrenada en 2019 y dirigida por Francisco Toro, es una película que nos habla sobre la identidad. Sobre la disyuntiva entre honrar las costumbres ancestrales de quienes vinieron antes; y la de encontrar tu propio camino, aún con la sensación culposa de estar dando la espalda a tu pueblo. Trata sobre los deseos del individuo versus la responsabilidad que se tiene con la comunidad.

Nuestro protagonista Nekul, personifica al “amukan” del título (“errante” en español). Vive aislado con su familia en las remotas montañas de la cordillera, donde viven según los antiguos hábitos de su pueblo pehuenche. Nekul, solitario y silencioso, viaja junto a su padre cruzando el territorio en busca de trabajo, mientras su hermano y su madre se quedan en casa. Éstos viajes y situaciones dejan en evidencia la fricción en la relación que tiene con su padre, un hombre alcohólico y oprimente, que valora la tradición por sobre todo. Mientras trabaja para una empresa encargada de construir un camino, el joven Nekul se interesa por la idea de la gran ciudad, gracias a la influencia del jefe de obras. La atracción de encontrar un camino personal lejos de su familia generan dudas y culpa en Nekul. El joven se siente a la deriva, sólo en la inmensidad campos abiertos a los pies de la montaña, donde sus únicas interacciones son con sus familiares. Luego de la muerte de su padre y la repentina enfermedad de su madre, Nekul se embarca en un viaje a la ciudad, en busca de una cura.

Es en este punto donde la estructura de la película puede fallarle a algunos. Cuando Nekul llega a la ciudad, la película se salta lo que normalmente sería el clímax de la historia, dejándonos de repente en el epílogo. Entonces Nekul nos cuenta en voz en off el destino de su familia y el suyo propio. Llega a sentirse anticlimático, al perdernos el punto de inflexión más importante de la historia, donde Nekul finalmente toma la decisión que lo ha acomplejado toda la película: seguir su instinto y encontrar su propia historia en la ciudad. Sigue siendo un errante, pero el camino es suyo.

El repentino final no quita mérito a una película con un aspecto técnico muy bien logrado. La cámara aprovecha al máximo el escenario donde se desarrolla la historia, entregándonos hermosos y solitarios planos generales del paisaje cordillerano durante el día; contrastados con un juego de luz cálida y sombras danzantes durantes las noches, junto a la fogata. El apartado sonoro no se queda atrás, con una colección de sonidos naturales que te sumergen en el ambiente de la montañés.

Amukan nos presenta una temática de suma importancia para los jóvenes descendientes de pueblos originarios que, sumada a un guión hablado casi completamente en mapudungun, le da a la obra un gran valor identitario y la transforman en un importante aporte al contexto cultural del país.


Los Reyes: Un teatro urbano (por Benjamín Cruz de la Rosa)

No existe un quiebre del territorio, cuando la razón y el comportamiento de Fútbol y Chola son actores sociales de el parque donde tranascurre Los reyes. Una experimentación clave, llena de conexiones.

Una documentación del paralelismo en el territorio urbano de Santiago, donde se desarrolla una secuencia de actos en relación a los personajes y su construcción social, la posición que toman es una muestra de creatividad en los directores.

Cada espectador abrirá su percepción a diferentes espacios, a diferentes composiciones, disfrutara de la fotografía y sentirá en su piel los pasos de los verdaderos reyes de el parque.

Se utiliza el lente como un juez, donde da a conocer las vidas de estos “skaters” y sus problemáticas en el contexto actual; La vida de los ya mencionados y sus conversaciones son la clave de este film.

No se puede dejar de lado el sonido, la recreación de lo cotidiano que se incluye en esta documentación de Chola y Fútbol , como ellos perciben y crecen adaptándose a diferentes estaciones y recorriendo diversas situaciones del país.