Recordar lo que hemos visto
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Existen dos preguntas habituales que a uno le plantean en entrevistas, y estas son: ¿En qué momento decidiste convertirte en director de cine?, y ¿qué te parece el nuevo Cine Chileno? Ambas son difíciles de responder, pero creo que a la vez están relacionadas de algún modo. Como aproximación a una posible respuesta se hace inevitable mirar hacia atrás y revisar ciertos hitos importantes en el aspecto formativo que pueden, de algún modo, haber definido la inclinación a realizar películas y, no solamente a mí, sino que a la mayoría de los realizadores que aparecen desde finales de los años 90.

Para empezar, nunca he creído esas historias que cuentan algunos directores que dicen que desde niño tuvieron interés por el cine, ni mucho menos cuando dicen que de niños les gustaba hacer películas. Hay que ser claros, cuando niño se tiene una infinidad de intereses, cada cual más distinto del otro; ser astronauta, carabinero, científico, futbolista y quizás el mejor de todos: ser un superhéroe. He de suponer que el ser cineasta debería estar al final de la lista, o, lo que es más seguro, que simplemente jamás estuvo. Dejaremos de lado la niñez, para ir a la adolescencia, esta etapa no merece mucho análisis, sin duda el interés esta centrado en las chicas (y viceversa), y en el desarrollo (la mayoría de las veces sin éxito) de la conquista de alguna de ellas. Sin contar que se viene la presión por estudiar alguna carrera terminado el liceo, y aquí las opciones son variadas, la elección de estudiar algo relacionado con audiovisual se relaciona, en muchos casos, con una suerte de estudiar algo entretenido y artístico, es una decisión complicada, que necesita el apoyo de los padres, pues a nadie (que yo conozca) lo han presionado por estudiar Cine.

Pero, ¿a que va toda esta breve revisión temporal?, pues a sólo establecer un marco de referencia que nos permita indagar en qué momento y por qué una persona decide dedicarse al cine, y de que modo esto coincide con la aparición de nuevos autores nacionales.

Algunos críticos de cine, han comenzado a hablar de un “nuevo” cine chileno, pero nada más alejado de la realidad. Las películas que se están haciendo no tienen puntos en común, ni temáticos ni a nivel de producción, y esto que a primera vista pareciera algo malo, es todo lo contrario. Lo que hay es una polifonía (con desafinaciones incluidas) de películas, realizadas de los más diversos modos, incluso al interior de una misma productora, pues lo que esta definiendo la creación en casi todas sus etapas es el director.

Pero, ¿por qué, entonces, este intento de encasillar o de leer como un todo el volumen de películas que se han hecho? Creo que porque simplemente ya es imposible para algunos abordar la idea de una producción tan heterogénea en el más amplio sentido de la palabra. Un especie de desesperación por clasificar títulos en tu videoteca, en circunstancias que lo que el panorama actual se parece más a un disco duro que puedes accesar en forma aleatoria.

Una de las primeras tentaciones para entender el panorama actual sería buscar sus referentes fílmicos, y de cierta manera esto tiene mucho sentido, pues todos fuimos formados viendo películas en un principio como diversión y después como estudiosos. Pero sin duda la primera etapa, la de la diversión, el ver cine solo por placer, es clave para un incipiente realizador, pues es aquí donde se forma tu gusto por el cine desde un punto de vista puramente emocional, tu memoria se llena de escenas distorsionadas por los años, muchos recordaran películas como Star Wars, ET, El Ente, Martes 13, Dónde está el piloto, La Naranja mecánica, y otras. Con el paso del tiempo representarán un ideal fílmico, son y siguen siendo las películas perfectas en nuestra memoria. Es verdad, hay muchos directores que niegan y reniegan absolutamente el gusto por esas películas, o incluso dicen no haberlas visto jamás, pero esto último es solo esnobismo. No puedo imaginar un niño o adolescente creciendo con películas de Tarkovsky o Bergman.

Está claro que uno forma su interés por ir al cine a través de las películas comerciales, sin duda ese es el primer paso. Pero la generación a la que pertenezco (¡en edad!) desarrolló ese gusto primero a través de la televisión, las generaciones posteriores (‘90s y 2000) lo harán a través del DVD y luego por la descarga de películas en Internet.

Una generación mas temprana se formó viendo televisión abierta (¡que decepción para algunos!). Efectivamente, hay que revisar qué pasaba a finales de los ‘70s y parte de los ‘80s en la televisión chilena. La mayor parte de la programación no era buena, se debe recordar que vivíamos bajo dictadura, así es que la mayor parte era de la programación era enajenante. Pero Televisión Nacional y Canal 13 exhibían películas del Hollywood de los ‘40s, ‘50s (musicales, cine negro, melodramas, etc) a eso de las 17:00 todos los días. Muchas veces las veíamos sin entenderlas por completo (éramos niños) o simplemente no las terminábamos, pero quedaron en alguna parte de nuestra memoria infantil. Ahora nos parece curioso, en ese entonces se las exhibía sin la etiqueta de Cine Arte o como parte fundamental de la Historia del Cine, se daban en su contexto real, cine de entretención. Si las diesen en la actualidad, doy por sentado que aparecería un crítico de cine hablando de la importancia que tiene este film o aquel para la historia del cine y para nosotros. Más tarde llegaría la televisión por cable donde descubriríamos MTV y su infinita cascada de videos musicales experimentales y clásicos.

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Otro hito realmente fundamental en los ochenta sería la aparición del Betamax  y después del VHS, esto es no es novedad para nadie, está analizado hasta el infinito en libros de historia del cine, pero en el caso nuestro, un país con censura en esos años, esto seria fundamental. Comenzarían a llegar películas “piratas”, que en el fondo eran las películas censuradas y básicamente de dos categorías: las de cine político y pornográfico, ambas de gran interés para un adolescente.

Sin duda ese elemento tecnológico en la casa logro intensificar el interés por el cine, comenzarían los fines de semana dedicados a ver programas triples de películas con los amigos, arrendando películas comerciales en un principio, aunque poco a poco se comenzaría a seguir las “recomendaciones” del dueño del video club, que en el caso particular mío tenia “buen gusto”. Ahí descubriríamos a Scorsese, De Palma, Kubrick y algunos europeos de moda, pero todo al interior de un paquete con películas comerciales. ¡La dosis perfecta!

Para ese entonces ya se había desarrollado una incipiente cinefilia, y con esto el paso obligado fue abordar la piratería, que por ese entonces era copiar películas de VHS a VHS, con una dudosa calidad (por razones de presupuesto tendíamos a colocar 3 películas en una cinta de 2 horas). Sí, ese fue el comienzo de la piratería de películas. Comenzamos a coleccionar películas y videos musicales en VHS para poder verlos de nuevo o simplemente tenerlos como un trofeo acumulando polvo en la repisa de nuestra pieza. Más tarde, con la aparición y masificación del DVD, tuvimos que literalmente botar a la basura toda nuestra colección de películas, pero el virus ya estaba instalado en cada uno de nosotros, solo que mutaba de VHS a DVD y luego a Divx. Éramos piratas, y seguimos siendo piratas, aunque muchos oculten el parche que llevan en el ojo en la vida pública.

Finalmente un joven con cierto interés en ver cine está a sólo un paso de querer hacer películas, ¿Qué es lo que sucede entonces? ¿Por qué se decide por una profesión tan difícil en lo económico y tremendamente competitiva? La respuesta es: Curiosidad, se que muchos pensaran que no, que es simplemente lo ellos querían hacer en su vida o que tienen algún tipo de vocación artística, pero la verdad es que uno se da cuenta de eso ya muy avanzada la carrera de cine e incluso en un alto el porcentaje (me atrevería a decir 70 %) no trabajará en el área después de egresado. En ese sentido los creadores de la Escuela de Cine (Carlos Flores y Carlos Álvarez) entendieron y canalizaron esa curiosidad a través de la cita: Avance irreflexivo y retroceso metódico. Menciono esa escuela, pues al igual que muchos directores y técnicos, yo estudié ahí. Ese fue único espacio para poder estudiar Cine durante muchos años.

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Es por esto, y por todo lo que menciono antes, que cuando leo o escucho que el Cine Chileno actual (o como se le llame) le debe mucho al Cine Chileno de los años 60 y parte de los 70, no puedo más que sonreír, pues es un intento de querer ver conexiones donde no las hay, de querer ver una especie de continuidad en donde la hay, de querer academizar o racionalizar un proceso muy dispar en su origen. El cine actual chileno no tiene relación alguna con el cine realizado antes, están buscando padres donde no los hay pues ninguno de los realizadores actuales vio alguna película de esa época hasta muy tarde, muchos ya con su primera obra terminada, pues la dictadura no lo permitía en los ‘80s y en los ‘90s nos era muy difícil acceder a estos films. Personajes como Miguel Littin, son figuras que despertaron un interés por descubrir el mito del cine chileno en el exilio, pero él se encargaría rápidamente de contrastar su imagen pública con sus films, provocando una distancia insalvable de realizador y obra. Por otro lado, Raúl Ruiz era un espejismo difícil de ver. Hasta finales de los noventa lograbas con suerte conseguir una o dos películas de él, y a decir verdad no despertaba interés para muchos a diferencia de escucharlo hablar y reflexionar entorno al cine, eso era realmente interesante, mucho mas que sus películas. Lamentablemente, en la actualidad se ha transformado en una figura intocable, a la que no se le puede criticar ninguna de sus obras.

Por último, la figura que despertó la mayor simpatía de todos fue sin duda Alejandro Jodorowski, su cine y su figura publica fue (sigue siendo en alguna medida) cautivante, sus películas eran muy difíciles de encontrar, pero apenas se podía conseguir una, se la veía con un áurea de culto. Pero debo insistir, ninguno de los directores mencionados fue influencia para el cine actual en Chile, y me atrevo a mencionar que no lo serán, pues el caudal de material audiovisual que al que se tiene acceso ahora es abrumador y más atractivo en muchos sentidos.

Ahora bien, he dejado para el final un hito clave: Internet y la posibilidad de descarga de películas (Pirateo lo llaman algunos). Con esta herramienta tuvimos la posibilidad de ver el cine de más difícil acceso, el que estaba relegado a las salas de cine arte o ciclo organizado por alguna embajada. La descarga de películas brindó la posibilidad de ver a los autores de los cuales solo habíamos podido leer en libros de cine o que te mencionaba el crítico de cine en algún erudito artículo del tema, con quizás la certeza de que sus lectores jamás podrían acceder a esas películas. Al fin podríamos decidir y juzgar que tan importante era la obra de éste u otro autor, pero así fue como también llegó la desilusión al respecto; los grandes directores (salvo honrosas excepciones) no eran de interés para un realizador del siglo XXI, en cambio la infinidad de directores laterales en sus comienzos (por nombrar algunos, Jarmush y Kaurismaki en los ‘80s, Linklater, Smith en los ‘90s) se transformarían en surtidores de herramientas y operaciones para nosotros, serían (y siguen siendo) claves inspiradoras en cuanto a ejemplo de producción y realización, pero poco a poco se hace difícil (sobretodo para los críticos) rastrear sus huellas en nuestras películas, pues han sido borradas inconscientemente por nosotros. Efectivamente, recordamos lo que hemos visto, pero no sabemos donde lo hemos puesto en nuestras películas, quizás en alguna escena, diálogo o en un plano que ya hemos botado a nuestra papelera de reciclaje.