Los detalles sobre su vida son escasos. Sabemos que actuó solamente en un pequeño papel en Juro no volver a amar (1925). Después de esta experiencia, fundó su propia compañía cinematográfica, Rosario Film, con el fin de dirigir Malditas sean las mujeres (1925), una adaptación libre de una novela de Ibo Alfaro. En la película, un joven, víctima de la pasión, cae en la desesperación debido al amor no correspondido y termina matándose. La película tuvo un éxito comercial limitado y se exhibió en varios lugares del país.
Nada más se sabe sobre Rodríguez de la Serna hasta 1929, cuando completa su segunda película, La Envenenadora, una adaptación de la novela del mismo título de Paul D'Aigremont. La acción de esta película se basa en la intriga de una mujer que envenena a su marido con el fin de tomar posesión de su fortuna y vivir con su amante. Sin embargo, la hermana de la víctima se entera del crimen y los criminales van a la cárcel. Esta película también fue proyectada alrededor de Chile, pero la bienvenida del público fue bastante tibia y Rodríguez de la Serna se perdió en el anonimato más completo.