San Fernando, Chile
Santiago, Chile
Director, actor, guionista. Nacido con el nombre de Pedro Pérez Cordero. Es, sin disputa, la personalidad de mayor relevancia del cine chileno mudo. Artista de talentos múltiples, es además actor de teatro, profesor de arte escénico, dramaturgo, poeta, novelista, dibujante, pintor y periodista. Su nombre artístico lo toma del color “siena”, que utiliza ampliamente en sus pinturas; comienza por firmar sus cuadros y dibujos con ese apelativo, hasta adoptarlo definitivamente como seudónimo, agregándole una letra “ese”. Realiza sus estudios secundarios en el Instituto Nacional. Pese a la fuerte oposición de su padre, desde muy joven muestra su afición por el arte en todas su manifestaciones, rebelándose contra el deseo paterno de seguir, como éste, la carrera militar, o al menos estudiar leyes o ingeniería. Así las cosas, un día cualquiera abandona la casa familiar y se emplea como inspector en un colegio en la ciudad de Talca. Se traslada pronto a Santiago, donde busca abrirse paso en el campo de la poesía y la literatura, tomando contacto con la célebre bohemia de esos años, y la denominada generación del 13(los poetas Víctor Domingo Silva, Manuel Magallanes Moure, Angel Cruchaga, Daniel de la Vega, entre otros). A los veintiún años obtiene una distinción en los Juegos Florales de Poesía de 1914, ocasión en que resulta ganadora, la entonces desconocida Gabriela Mistral. Por ese tiempo, le ocurre un hecho que será decisivo en su vida: en una ocasión en que está recitando sus versos, se encuentra presente el empresario teatral español Bernardo Jambrina, quien impresionado por sus dotes declamatorias y el timbre de su voz, lo invita a incorporarse de inmediato a su compañía, que está pronta a partir en gira al extranjero. Sienna acepta gustoso el ofrecimiento. Pero abandona pronto la agrupación, tanto por su inquieto espíritu bohemio como porque, en una época en que el sello español domina la escena, se despierta en él un interés por integrarse a un teatro con mayor raigambre chilena. Se incorpora así a la compañía de Enrique Báguena y Arturo Bührle, dando inicio a una brillante trayectoria de actor, convirtiéndose en pilar de una pléyade de actores que buscaban dar vida a un movimiento teatral y cinematográfico propiamente nacional.
Es el año 1917: publica su primer libro de poemas Muecas en la sombra, y debuta en el cine con el Hombre de acero, película de creación colectiva, en la que, aparte de actuar, asume la dirección artística. Al año siguiente, el director argentino Arturo Mario le ofrece el papel protagónico en las películas Todo por la patria y La avenida de las acacias, y en 1920 participa en Manuel Rodríguez), en la que su caracterización del guerrillero es muy alabada por la crítica y apreciada por el público, que lo convierte en uno de sus actores favoritos. Su paso a la dirección aparece entonces como obligatorio; dirige Los payasos se van, reservándose el papel principal. Aunque la película no defrauda a sus admiradores, está lejos del nivel que alcanzarán sus siguientes producciones. Publica luego un nuevo libro de poesía, El Tinglado de la Farsa, y dirige la película El empuje de una raza. Artista infatigable, recorre el país, ya sea declamando sus versos o como integrante de alguna compañía teatral. Escribe la novela La caverna de los murciélagos, muy alabada por los comentaristas, y es contratado por la productora Andes Film para dirigir Un grito en el mar, que se convierteenun éxito artístico rotundo. No ocurre lo mismo con La última trasnochada, (1926), filme bastante menor y que marca el fin de sus actividades cinematográficas. El Húsar de la muerte, en cambio, presentada el año anterior, es acogida con entusiasmo por la prensa. Y logra en el público un impacto que se prolonga a lo largo de varios años. Esta película y Un grito en el mar son, históricamente, las dos obras que labran el prestigio alcanzado por Sienna en el cine mudo, del que no sólo se hicieron eco los críticos de su época, sino que se ha prolongado hasta tiempos más recientes. Dice, por ejemplo, Kerry Oñate: “La estructurade Un grito en el mar podría aparecer actualmente convencional: montaje narrativo, cámara fija, desarrollo dramático, típico de una película de acción. Pero vale la pena destacar que este método de relaciones técnicas que caracteriza el cine de ese tiempo fue utilizado o tal vez intuido por Sienna en esta película y en El Húsar de la muerte con una perfección y estilo que con el tiempo aparecen cada vez más asombrosos y dignos de admiración dado que ningún otro director de ese tiempo supo pensar en imágenes las triviales historias que querían contar. Pedro Sienna se ubica como un clásico de nuestro cine con sus dos cintas más populares”.
El Húsar de la muerte, que ha sido por otra parte materia de análisis en tesis universitarias, es hoy uno de los dos únicos films de la época del cine mudo chileno que está en condiciones de ser exhibido, gracias a sucesivas restauraciones de que ha sido objeto. En virtud de éstas, los espectadores de este tiempo se asombran de su calidad y frescura, de la fuerza que se desprende de su actuación, de la coherencia del relato, a pesar de un argumento apenas estructurado. El eje es el legendario Manuel Rodríguez, el más popular de los personajes históricos de la Independencia en el imaginario colectivo chileno, caracterizado vigorosa y sobriamente por Pedro Sienna, quien le confiere la estructura y vitalidad de un héroe. Algunos comentaristas, llevados por su entusiasmo, afirman que El Húsar de la muerte es “la mejor película chilena de la historia de nuestros cine”, lo que evidentemente es una exageración”.Como quiera que sea, lo cierto es que, como dice la investigadora Alicia Vega, en opiniones vertidas a fines de los años 60: “con su ‘ingenuidad’ en el manejo de los elementos visuales del cine mudo, y su experiencia teatral, Sienna fija en su película las raíces de una temática y una escritura fílmica específicamente nacional; estos elementos no son retomados por los realizadores chilenos posteriores sino en muy contadas ocasiones”. En la actualidad existen dos copias restauradas de El Húsar de la Muerte. El cineasta Sergio Bravo, autor de una de ellas, cuenta que en octubre de 1950 compró una saco de películas que iban a ser vendidas a una fábrica de peinetas, entre ellas unos rollos del film, que resultaron ser una versión sonorizada de la película, hecha por los técnicos René Berthelon y Gregorio Pardo, quienes le habían agregado sonidos de caballos, disparos, murmullos y música, alcanzando gran aceptación de público en la década de los cuarenta. Junto con su asistente, Daniel Urria, Bravo trabaja durante casi dos años en su restauración. En mayo de 1960, le muestra la copia restaurada al propio Pedro Sienna, quien, muy entusiasta y emocionado, se encarga de redactar los textos explicativos correspondientes a los fragmentos perdidos. En 1963, el Centro Experimental de la Universidad de Chile financia dos copias en 16 mm y al año siguiente, el compositor Sergio Ortega le incorpora música incidental. Esta copia actualmente se encuentra en los Archives du Film de Bois d’Arcy del C.N.C, en Francia. Algunos años después se encuentra otra copia sonorizada más algunos rollos originales, y el Ministerio de Educación encomienda el trabajo de restauración a Osvaldo Bustos, asistido de Carmen Brito, encargando la creación de una partitura musical a Horacio Salinas. Tras unos meses de trabajo, un nuevo Húsar de la muerte se reestrena en 1996, nuevamente con gran éxito.
El temprano retiro de la actividad cinematográfica de Pedro Sienna, coincide con el advenimiento del sonoro. En una entrevista de prensa, en 1966, les dirige reproches a “los gringos”, quienes con mucha astucia, según él, “proporcionaron máquinas para proyectar las películas sonoras, pero no así las filmadoras”. En esa misma entrevista, emite algunos juicios Iluminadores sobre el significado que tuvo el cine mudo chileno: “Los primeros que nos atrevimos con este arte, cuya técnica y demás procedimientos ignorábamos, sólo imaginábamos por intuición o mirando películas extranjeras; pero logramos, por fin, a costa de quebraderos de cabeza y echar a perder metros de celuloide, dar con el busilis y producir obras que ganaron el aplauso de la crítica y el público”. Cuenta cómo en los años treinta, habiendo abandonado definitivamente el cine, su espíritu creativo lo lleva a experimentar nuevas formas en el teatro. “Sentí –dice-- la necesidad de hacer teatro fuerte. Un teatro destinado a provocar fuertes reacciones entre los espectadores: cabezas cortadas, sangre, violencia, en lo cual alcancé a trabajar un año con mi propia compañía”. Pero debido a la intensidad de su dedicación a la escena como actor y director, sufre un agotamiento nervioso, que lo lleva a concentrarse en la escritura. Publica Recuerdos de el soldado desconocido, que lleva como subtítulo la frase “episodios de la Guerra del Pacífico que no menciona la Historia”; La vida pintoresca de Arturo Bührle, y escribe varias obras de teatro: Un disparo de revólver, La Pagoda Azul, Las cabelleras grises; y La tragedia del amor, todas estrenadas con éxito en distintos períodos. En 1944 se retira de las actividades teatrales para dedicarse por completo al periodismo, escribiendo artículos sobre arte en diarios y revistas; dirige además una estación de radio. Tiempo después, en una de las tantas entrevista realizadas a lo largo de su vida, confiesa la razón de estas nuevas actividades. “Advertí –dice-- lotremendo que es llegar a viejo y ser sólo actor ”. Pero no ha abandonado del todo las tablas. En 1962 es contratado por el teatro universitario de Concepción para dirigir Entre gallos y medianoche, de Carlos Cariola. Se trata, sin embargo, sólo de un breve paréntesis, porque retorna de inmediato al periodismo, actividad en la que se halla plenamente concentrado cuando el Ministerio de Educación le otorga, en 1966, el Premio Nacional de Arte. Sienna es en sí mismo, según el dictamen del ministerio, “un hecho histórico incontestable”.
(Por Eliana Jara, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)