Se formó tomando cursos libres en un taller en el Instituto Cultural de Ñuñoa, Santiago, donde tuvo entre otros profesores a Víctor Jara, quien también la empujó a cantar, lo que hizo en las llamadas "peñas", lugares de reunión que Violeta Parra pondría de moda y de los que surgiría el movimiento de canto popular que sería esencial para el panorama de renovación artística y política de la época. Su físico de muchacha dulce e inocente la llevaría tempranamente a trabajar en fotonovelas, género popular de gran difusión y anterior a la masificación televisiva. Sus roles protagónicos la harían tan popular que la llevarían luego a trabajar también en teleteatros, los que en aquella época se emitían en directo. Ahí sería dirigida por el joven y desconocido Miguel Littin y por Helvio Soto, quien tenía ya bastante práctica en televisión y ansiaba pasar al cine. Aprovechando una co-producción entre Argentina, Brasil y Chile para un filme en episodios, Soto la coloca de protagonista del cuento chileno de El ABC del amor, que es destrozado por la crítica, pero el salto ya estaba hecho y nada detendrá la carrera de ambos. Casada con el realizador, participa en la mayoría de sus películas creando una galería de personajes de dulce presencia, entre los que destaca el protagónico de Lunes1°, domingo 7, que tendría bastante éxito a fines de los sesenta y ha dejado su rostro anclado a los iconos de una época. Acompañando a Soto en su exilio en Francia tendría oportunidad de actuar con grandes figuras internacionales del cine y también del teatro. De regreso a Chile no volvería a tener un rol importante hasta Mi famosa desconocida, en la que su cuidadoso retrato de una empleada doméstica que gana un concurso televisivo se ve opacado por una realización carente del humor que el tema necesitaba. Su breve participación como madre del protagonista de Johnny cien pesos ha dejado establecido un talento que ha madurado serenamente con el paso del tiempo.