Bonn, Alemania
Oslo, Noruega
La pareja de socios Bohr-Ivovich viaja días después del estreno a Santiago, y recibe algunos encargos oficiales para filmar vistas de la industria minera y salitrera. Bohr es contratado enseguida para filmar una gira diplomática del ministro de Relaciones Exteriores que lo lleva a Brasil, Uruguay y Argentina. Al término de ella, decide quedarse en Buenos Aires, donde vive su hermano Juan. Inicia así el vasto periplo que lo llevará, en más de veinte años de trayectoria artística, a convertirse en una célebre personalidad internacional del cine y el espectáculo, antes de regresar a Chile, en 1942. Sus comienzos en Buenos Aires no fueron fáciles, pero pronto halla un lugar en la radio como músico y cantante y con su tango “Cascabelito” logra una gran popularidad y se consagra además como chansonnier en revistas musicales. Con los años, sus canciones -“Y tenía un lunar”, “Pero hay una muchacha”, entre las más de doscientas que compuso- tienen difusión continental y Bohr las interpreta con gran éxito en los escenarios de distintas ciudades y países. En 1926, trabaja en Nueva York, ciudad en la que se ha instalado, y donde realiza como director e intérprete diversos cortos sonorizados para el empresario Lee de Forest, en lo que algunos consideran los primeros antecedentes de lo que llegaría a ser el llamado “cine hispano”. Se traslada luego a Hollywood y dirige y actúa en la versión en español de Sombras de gloria (1929), una de las primeras películas “hispanas”, es decir, aquellas versiones en español de films en inglés rodados en paralelo por los productores norteamericanos para favorecr su penetración en los mercados latinoamericanos. En los meses posteriores, la Universal Pictures le encarga la realización de algunos cortometrajes, y luego en colaboración con Georges Chon, produce, dirige e interpreta Hollywood, ciudad de ensueño.
Paralelamente cumple en Estados Unidos una intensa actividad revisteril; como cantante de tangos además de intérprete de sus propias composiciones; recorre gran parte del país con su espectáculo “José Bohr and his Argentine Knights”, convirtiéndose en una suerte de Maurice Chevalier hispano y gran figura de los cabarets elegantes de los años treinta. A comienzos de esa década viaja a México con su compañera argentina Eva Limiñana, a quien ha conocido en Buenos Aires. Reside en ese país cerca de diez años, antes de los cuales realiza una extensa gira para presentar su espectáculo en Cuba, República Dominicana y otros países del Caribe y de Centroamérica, más Colombia y Venezuela. En México desarrolla una intensa actividad, particularmente en el cine, donde se convierte en una figura de relieve. Participa en más de una docena de películas de los géneros más diversos, cumpliendo labores como director, actor, responsable de la producción, de la escritura del guión, del montaje,y como compositor de la música. De su época mexicana, Luponini (El terror de Chicago), de 1935, “es lo único que vale la pena citar de ese período”, según sus propias declaraciones. Aunque los críticos mexicanos no han escatimado sus opiniones negativas sobre el cine hecho en México por José Bohr, particularmente el de la segunda época, llamada “nacionalista” -por oposición a sus primeras películas, que tenían por tema y estilo el sello de su cercana experiencia hollywoodense-, varios de ellos nunca han ocultado una cierta simpatía por él. Eduardo de la Vega Alfaro -autoridad de la crítica de su país- considera el “realizador más notablemente naïf que ha producido el cine mexicano”, valorizando además el hecho de que hacia mediados de 1936, Bohr era uno de “los escasísimos cineastas auténticos de entre todos aquellos que participaban en la aventura de una industria fílmica (la mexicana) balbuceante”. Los chilenos tendrían quizás sólo un motivo para agregar una opinión sobre la etapa mexicana de Bohr: la realización del film Sueño de amor, basado en la vida de Franz Liszt, en la que el personaje es interpretado por Claudio Arrau, el eminente pianista chileno: ratificar lo sostenido por Eduardo de la Vega cuando afirma que “en ninguna otra de sus cintas mexicanas mostró tanto el director sus limitaciones como en este Sueño de amor, que más parecía una pesadilla de languidez y cursilería”.
Bohr vuelve a Chile en 1942, para retomar su carrera y siempre alternando su trabajo con el de cantante y compositor. Su primer trabajo es una película hecha en Argentina con actores y técnicos chilenos, P’al otro lao, en la que todo el peso de la trama descansa en la simpatía de la popular Ana González, La Desideria. La buena acogida en la taquilla lo lleva a repetir la fórmula con la actriz en dos ocasiones, en El relegado de Pichintún (1943) y tiempo después, en 1946, en La dama de las camelias, una parodia de la novela de Dumas. Confirmando que la celeridad para filmar es una de sus cualidades, Bohr realiza entre 1942 y 1955 catorce películas, a las que se agregan dos más, una en 1962 y la última en 1970, lo que lo convierte en el director más prolífico de la historia del cine chileno. Con una trayectoria desigual, un repertorio de films dominados por el recurso preferentemente fácil (comicidad sin segundas lecturas, costumbrismo y folklore de utilería, melodrama, algún intento de drama de corte patriótico, y otro de comedia musical, etcétera), lo que queda de él, más que su obra, es su presencia como personaje indiscutido, chileno y latinoamericano, casi legendario, de la farándula continental: pionero y activista infatigable del cine, y figura memorable del espectáculo revisteril y la música popular de salón. Trotamundos desde siempre, va y viene con giras por Argentina, Brasil y Uruguay presentando sus canciones. Su última película, Sonrisas de Chile (1970), nombre singular para un hombre que se destacaba por su sempiterna sonrisa, la estrena en Punta Arenas, como un saludo a sus orígenes como cineasta, y luego en Santiago. A pesar de toda la buena voluntad puesta en su realización, la crítica se muestra inmisericorde. Es su incursión final en el cine, porque aunque anuncia más de una vez que tiene nuevos planes en el oficio, nunca llega a concretarlos. Radicado en Europa, donde sus hijos residen en países nórdicos, vuelve varias veces a Chile. Su último viaje lo realiza en 1992, para asistir al reestreno de La dama de las camelias, (1947), película restaurada por la División de Cine del Ministerio de Educación. Aparte de sus múltiples otras actividades, Bohr se da tiempo para escribir. Es autor de dos novelas, Mañana hacia el ayer (El extraño diario de Julius Drive), y Yo quiero ser estrella, y de los libros de memorias ¡Luz! ¡cámara! ¡acción! :retrospectiva de una vida, (1976), Chaplin está vivo / un relato sensacional,(1978) y Desde el balcón de mi vida, (1987). Antes de morir dispone que las cenizas de su cuerpo sean esparcidas en el Estrecho de Magallanes, voluntad que se cumple el 18 de agosto de 1994.
(Por Eliana Jara, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)