Hilda Sour
Actuación /
Nacimiento
30 de diciembre de 1915
Rancagua, Chile
Defunción
6 de junio de 2003
Santiago, Chile
Actriz. Actúa tanto en el cine chileno como en el mexicano y argentino. Su  carrera se  inicia hacia los años treinta cuando  participa como cancionista en la popularísima Compañía de Revistas del Teatro Balmaceda, y por esa misma época interviene en un abortado proyecto del director Juan Pérez Berrocal, quien se había propuesto realizar una versión sonora en español del filme mudo alemán, Hijas perdidas. Prospera, en cambio, el proyecto de Jorge Deláno (Coke), quien filma la que sería la primera película sonora y hablada del  cine nacional. El director aborda a Hilda Sour en un encuentro callejero casual y le propone el papel femenino protagónico. La filmación demora varios meses por las dificultades tanto de orden técnico como financiero, pero finalmente Norte y sur (1934) se estrena con gran éxito. Ella es una debutante pero su labor no desmerece al lado de los experimentados actores Alejandro Flores y Guillermo Yánquez. Tras esta película, el cine chileno se muestra más o menos estancado, y ella no recibe nuevas ofertas; se concentra entonces en su labor como cantante. Viaja a Buenos Aires, donde muy pronto es  contratada por la Radio Belgrano y de ahí pasa luego al teatro Maipo, para desempeñarse como actriz teatral secundaria. Conoce al crítico Julio Escobar y éste la contacta con el realizador  Manuel Romero, quien la incorpora al elenco de  Mujeres que trabajan (1938), un clásico teatral adaptado al cine por el mismo Romero.

En los años siguientes, la actriz y cantante combina su trabajo cinematográfico -alrededor de una decena de películas- con actuaciones en diversas compañías de teatro de la célebre calle Corrientes de Buenos Aires y también en salas de provincias. Su segunda película es otro clásico teatral, Jettatore (1938), llevada al cine por Luis Bayón Herrera e interpretada por dos famosos cómicos argentinos, Tito Lusiardo y Enrique Serrano. Vienen enseguida Retazo (1939) de Elías Alippi, con la conocida primera actriz Paulina Singerman, y enseguida Divorcio en Montevideo (1939), con el mismo director y la misma estrella. Según Hilda Sour, en una entrevista con la revista chilena  Ecran, ésta sería su mejor película. Retorna al país por una corta temporada, y tras  actuar como cantante radial, vuelve  a Argentina, donde Manuel Romero la dirige en Casamiento en Buenos Aires (1940). Ese mismo año protagoniza El solterón, dirigida por Francisco Mujica, y su interpretación es bien evaludada por la crítica argentina, al igual que la que cumple en Soñar No Cuesta Nada (1941), brillante comedia  sentimental de Luis César Amadori, que tiene en su elenco estelar a las mellizas Mirtha y Silvia Legrand. Contrariamente a sus deseos, su carrera se encasilla en los roles de vampiresa, lo que le vale, tanto por el carácter del personaje como por el parecido físico, que algunos la llamen “la Kay Francis chilena”. No se aparta mayormente de esta línea en las películas siguientes. Regresa a Chile, y en  1945 parte de nuevo, esta vez  a México para continuar con su carrera de cantante y actriz. Debuta con  Nocturno de amor (1948) de Emilio Gómez Muriel, seguida  de Señora Tentación (1948), de José Díaz  Morales, donde  actúa y canta, compartiendo escena con Ninón  Sevilla y Agustín Lara. El éxito de la película, le abren las puertas del público estadounidense y  viaja a Nueva York contratada  por los Teatros Puerto Rico y Balmont de Broadway. La prensa la llamará ahora “La señora tentación”. Surgen  posibilidades para hacer cine en Hollywood, pero prefiere  retornar a México y filmar películas en castellano. Interviene en Callejera (1949), de Emilio Gómez Muriel, director conocido por sus melodramas arrabaleros. En  Mujeres  en mi vida (1948), trabaja otra vez con Agustín Lara. La cinta recrea los grandes  amores del compositor, e Hilda Sour interpreta a la legendaria María Félix.

Regresa a Chile para actuar en radio, y José Bohr aprovecha su estadía para integrarla  al elenco de la película Uno que ha sido  marino (1951), en la cual  también actúa el cantante Arturo Gatica, quien se convierte en su marido. La pareja forma junto con el pianista Jorge Astudillo el trío Los Chilenos, e inician  una larga  y exitosa gira  por diversos países latinoamericanos, europeos y del Medio Oriente, convirtiéndose en los grandes embajadores de la música chilena, durante casi una década. Hacia fines de los  sesenta, vuelve a Chile para participar en Ciao amore ciao (1968), una cinta musical calificada como una de los peores productos del cine nacional, y tres años más tarde en El afuerino (1971) de Alejo Alvarez, no menos mediocre. La actriz ya no es lo que fuera. En los años  siguientes participa esporádicamente en programas de televisión y en algunos montajes teatrales. En una entrevista, en 1988, se lamenta de que muchos directores se hayan equivocado con ella, insistiendo en darle “papeles –dice ella- que yo llamo huecos, de vampiresa devoradora de hombres”.

(Eliana Jara, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)

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Largometraje de ficción
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