Rancagua, Chile
Santiago, Chile
En los años siguientes, la actriz y cantante combina su trabajo cinematográfico -alrededor de una decena de películas- con actuaciones en diversas compañías de teatro de la célebre calle Corrientes de Buenos Aires y también en salas de provincias. Su segunda película es otro clásico teatral, Jettatore (1938), llevada al cine por Luis Bayón Herrera e interpretada por dos famosos cómicos argentinos, Tito Lusiardo y Enrique Serrano. Vienen enseguida Retazo (1939) de Elías Alippi, con la conocida primera actriz Paulina Singerman, y enseguida Divorcio en Montevideo (1939), con el mismo director y la misma estrella. Según Hilda Sour, en una entrevista con la revista chilena Ecran, ésta sería su mejor película. Retorna al país por una corta temporada, y tras actuar como cantante radial, vuelve a Argentina, donde Manuel Romero la dirige en Casamiento en Buenos Aires (1940). Ese mismo año protagoniza El solterón, dirigida por Francisco Mujica, y su interpretación es bien evaludada por la crítica argentina, al igual que la que cumple en Soñar No Cuesta Nada (1941), brillante comedia sentimental de Luis César Amadori, que tiene en su elenco estelar a las mellizas Mirtha y Silvia Legrand. Contrariamente a sus deseos, su carrera se encasilla en los roles de vampiresa, lo que le vale, tanto por el carácter del personaje como por el parecido físico, que algunos la llamen “la Kay Francis chilena”. No se aparta mayormente de esta línea en las películas siguientes. Regresa a Chile, y en 1945 parte de nuevo, esta vez a México para continuar con su carrera de cantante y actriz. Debuta con Nocturno de amor (1948) de Emilio Gómez Muriel, seguida de Señora Tentación (1948), de José Díaz Morales, donde actúa y canta, compartiendo escena con Ninón Sevilla y Agustín Lara. El éxito de la película, le abren las puertas del público estadounidense y viaja a Nueva York contratada por los Teatros Puerto Rico y Balmont de Broadway. La prensa la llamará ahora “La señora tentación”. Surgen posibilidades para hacer cine en Hollywood, pero prefiere retornar a México y filmar películas en castellano. Interviene en Callejera (1949), de Emilio Gómez Muriel, director conocido por sus melodramas arrabaleros. En Mujeres en mi vida (1948), trabaja otra vez con Agustín Lara. La cinta recrea los grandes amores del compositor, e Hilda Sour interpreta a la legendaria María Félix.
Regresa a Chile para actuar en radio, y José Bohr aprovecha su estadía para integrarla al elenco de la película Uno que ha sido marino (1951), en la cual también actúa el cantante Arturo Gatica, quien se convierte en su marido. La pareja forma junto con el pianista Jorge Astudillo el trío Los Chilenos, e inician una larga y exitosa gira por diversos países latinoamericanos, europeos y del Medio Oriente, convirtiéndose en los grandes embajadores de la música chilena, durante casi una década. Hacia fines de los sesenta, vuelve a Chile para participar en Ciao amore ciao (1968), una cinta musical calificada como una de los peores productos del cine nacional, y tres años más tarde en El afuerino (1971) de Alejo Alvarez, no menos mediocre. La actriz ya no es lo que fuera. En los años siguientes participa esporádicamente en programas de televisión y en algunos montajes teatrales. En una entrevista, en 1988, se lamenta de que muchos directores se hayan equivocado con ella, insistiendo en darle “papeles –dice ella- que yo llamo huecos, de vampiresa devoradora de hombres”.
(Eliana Jara, extraído del "Diccionario del Cine Iberoamericano"; SGAE, 2011)