Pepe Donoso: Enclaustramiento y otredad en el cine de Carlos Flores
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Aprovechando que el escritor nacional se encontraba en el país por causa del fallecimiento de su madre, pues ya había instalado su residencia en España hacia bastantes años, la productora de Carlos Flores contactará a José Donoso proponiéndole la realización de un documental que permitiera conocer de mejor manera los espacios y personajes que inspiraron la creación de sus mundos privados. El resultado es Pepe Donoso, trabajo que data de 1977 y que alcanzó cierta popularidad al ser transmitido por Televisión Nacional, contando incluso con una entrevista a Carlos Flores por parte del canal público en plena dictadura. La razón de este logro se puede entender en la propuesta misma de Donoso, pues lo suyo no serán los grandes discursos ni concientizar acerca de las miserias sociales que vergonzosamente conviven entre nosotros. Como buen representante de la generación del 50, Donoso escribirá desde su propia biografía, desde la visión de un hijo de la burguesía acomodada, de un integrante de una familia tradicional que a su vez arrastra todo un caudal de inconfesables secretos y traumáticos miedos. El de Donoso se constituirá entonces como un universo donde lo privado se superpone a lo público, en donde la decadencia de una añeja aristocracia se instalará como el centro de historias donde la soledad, la vejez y la demencia se elevarán como los esperpénticos protagonistas de atmósferas donde la clausura develará ruina, y la obligada convivencia, monstruos.

Esta lejanía de la contingencia político partidista, le permitirá a Donoso franquear la  implacable censura que el régimen dejará caer frente a todo aquello cercano al discurso y estética de la izquierda tradicional. Pues mientras en la calle enormes masas manifestaban sus anhelos y exigían sus derechos durante los años de la Unidad Popular, en los mundos donosianos aquello sólo será percibido tangencialmente y desde lejos, por escindidos personajes recluidos en añosas casonas que más bien se han convertido en vetustos mausoleos de ventanas tapiadas y puertas trancadas. Esta fijación por los caserones de la antigua aristocracia como el espacio protagónico para el desarrollo de su propuesta y atmósferas, quedará bien de manifiesto en el documental de Flores.

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De la mano del escritor conoceremos la antigua casa de su abuela en el centro de Santiago, más la suya propia que se construyó en el sector de Los Domínicos y que, según sus propias palabras, al igual que la otra es “una casa imbunche” [1]. Una construcción obstruida, cerrada, clausurada al espacio exterior y, por lo mismo, plena de maleficios y esperpentos. Según Donoso, lo suyo es un universo de seres recluidos en sus mundos de origen, en donde tanto burguesía como mundo obrero compartirán un mismo espacio territorial sin jamás cruzarse ni conocerse mutuamente, con todo el caudal de sospechas y prejuicios que aquello conlleva. El punto de inflexión que tensionará sus relatos se situará entonces en la servidumbre, un grupo social de un origen distinto, con códigos y costumbres diferentes al de la burguesía, de una aparente menor cualidad intelectual y moral, y que por razones laborales penetrará en este otro mundo, introduciendo con ello aquel fenómeno de lo diferente que nos permite vislumbrar de manera más clara qué es lo que hace que seamos y nos sintamos parte del colectivo al cual pertenecemos.

En tal sentido, al comienzo y luego al final del documental, Donoso nos presenta a Teresa Vergara, la empleada de la familia desde tiempos inmemoriales, la mujer que tuteló sus desvelos infantiles y gracias a la cual generó un nexo con aquel mundo que estaba en ese enigmático afuera. Una mujer que sin saber leer ni escribir se alzará en su obra como un referente fundamental, y a quien incluso dedica sus primeros trabajos. Este fenómeno de lo otro no es más que lo heterogéneo rompiendo con la representación unívoca según el pensamiento deleuzeano expuesto en la Lógica del sentido. Para Deleuze el otro es la expresión de un mundo posible, un flujo desterritorializante que complicará y extenderá el influjo de lo establecido. Aquello otro, como Teresa Vergara y Fenelón Guajardo, el singular protagonista de El Charles Bronson chileno (o Idénticamente Igual), el otro gran trabajo documental de Flores en aquella época, no implicará en sí un objeto de representación, sino aquello que se escapa al modelo. Es en este dispositivo de lo otro en su relación con el entorno donde se podría fijar la estrategia central de la propuesta de Carlos Flores en dictadura. La fina tensión que Fenelón Guajardo provoque en un grupo social aparentemente ya sistematizado bajo los bandos y dictados militares, es la misma que provoca Teresa Vergara en los claustros aristócratas en que se desenvuelve. Esto porque el espacio convencional se fractura con la entrada de estos personajes, permitiendo con ello develar una representación monádica en las propuestas que tanto el realizador como el novelista trabajen en aquel periodo como poética y alegoría.



[1] Este ser de la mitología mapuche y chilota será ampliamente utilizado por José Donoso en su obra, en especial en “El obsceno pájaro de la noche”. Según la RAE, el Inbunche se define como: “Ser maléfico, deforme y contrahecho, que lleva la cara vuelta hacia la espalda y anda sobre una pierna por tener la otra pegada a la nuca. Se creía que los brujos robaban a los niños, les obstruían todos los agujeros naturales del cuerpo y los convertían en imbunches, cuya misión era guardar los tesoros escondidos”.