A las cuatro de la tarde, Nikolai Leontiev abrió la partida con el peón del rey. De su adversario sólo sabía que era de Mauritania, que había borrado de un plumazo a los grandes maestros internacionales en la fase preparatoria y que su nombre era Aníbal Kane. Sería el comienzo de una jornada extraordinaria y desconcertante para el campeón mundial ruso, que parecía percibir en cada movimiento de su retador, los cantos y danzas tribales africanos que celebraban anticipadamente su derrota. Historia basada en el cuento de Jaime Collyer.