O’Brien: Las edades del hombre, de Christian Salinas
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O’Brien: Las edades del hombre, el debut del realizador Christian Salinas, es un documental atípico. Su protagonista es Juan Mateo O’Brien, ex integrante de Los Vidrios Quebrados, banda pionera del rock chileno a pesar de su de fugaz existencia. Solo editaron un disco, Fictions (1967), que en los últimos años ha sido revalorizado por coleccionistas y especialistas, pero esa historia es apenas uno de los varios temas que ocupan la película.

Es atípico, además, porque su origen es circunstancial. O’Brien volvió a grabar un disco en 2013, Gran avenida, y en ese marco hizo una sesión en vivo en los estudios Triana que fue registrada por Salinas. Solo a partir de ese encuentro es que nació el documental, que incluye largos pasajes de aquella presentación.

Ese origen imprevisto, quizás, explica las virtudes y carencias de O’Brien: Las edades del hombre. El filme está construido en torno a las canciones de Gran avenida y, por lo tanto, también indaga en algunos de los temas que ya estaban presentes en el disco, explícita o implícitamente: la autobiografía, la palabra, la ciudad de Santiago.

Aunque algunas partes de ese gran cuadro no terminan por ensamblarse completamente y quedan como cabos sueltos, la de Christian Salinas es una aproximación valiosa. En lugar de una glorificación de Los Vidrios Quebrados o una mirada meramente nostálgica, opta por abordar episodios menos conocidos, pero igual de interesantes en la vida del protagonista: el temprano encuentro con Jaime Guzmán en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica; la vida en el París de las revueltas estudiantiles, el freudismo y las enseñanzas de Marcuse; la “renuncia” al rock & roll para ingresar al Partido Comunista; la detención en el Estadio Chile y el homicidio de Víctor Jara, por ejemplo.

También incorpora a una serie de invitados y, a través de ellos, flirtea con la ficción o hasta el periodismo: mientras el actor Luis Alarcón dramatiza un encuentro callejero y el joven cantautor Matías Cena habla de su descubrimiento de Fictions, O’Brien prácticamente entrevista a Mauricio Redolés, Eduardo Carrasco y el fallecido Juan Radrigán acerca de la importancia de las letras y la palabra. Y en esas escenas están algunos de los pasajes más valiosos del documental.

Finalmente, sitúa a Santiago como uno de los temas centrales del documental. No solo a través de las letras de las canciones, sino también como escenario permanente de la acción. Filmada siempre en blanco y negro, la ciudad adquiere en esta película un rostro distinto, familiar al de un verso de Gran avenida: “Si no fuera por su clara belleza, diría que Santiago es pura tristeza”.