«New Love»: La revolución polémica
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¿Canto al amor o incitación a la flojera?

ALVARO Covacevic se le había perdonado todo porque había algo en «Morir un Poco«, que era, en verdad, chileno. Esa alienación, ese desconcierto, esa rebeldía inútil.

Como cine no era mucho. Pero había allí una sensibilidad hasta ese momento ausente del cine nacional.

De su segundo film se esperaba el desarrollo pleno del talento que había demostrado. Se esperó, quizás, dema­siado. «New Love«, subtitulada «La re­volución de las flores», fue más bien la revelación de una verdad: Alvaro Covacevic logra una bella mirada cinematográfica. Pero todavía no es plenamente un cineasta.

La belleza plástica de «New love» (Andrés Martorell lanzándonos a la cara todo el vuelo de su técnica, y Covacevic su vibrante visión poética del mundo) lo coloca a años-luz de todos los otros films chilenos estrenados y evitará en el futuro la disculpa barata de que en Chile no pueden realizarse alardes fotográficos de categoría internacional.

Pero hay más en la técnica cinematográfica que lo que he llamado una “bella mirada”. Hay todo un lenguaje que utilizar, una sintaxis que dominar, una construcción dramática que desarrollar, un ritmo que debe desprenderse de la acción. Todo eso, a Covacevic se le escapa, se le enreda. La imagen lo abruma en vez de transformarlo a él en dueño de la imagen y de un estilo.

La emoción con que Covacevic emprendió la tarea de hacer un film que definiera la huelga sentimental de la gente joven de hoy frente a estructuras sociales arcaicas que no la representan, quizás sea sincera. Pero eso no logró expresarlo en su film.

Se habría salvado si hubiese dejado en plena libertad su sentido poético. Si no hubiese intentado incrustar su visión nostálgica de un paraíso perdido (el de la adolescencia) en un contexto social. Si no hubiese creído necesario lanzar mensajes. Falló, justamente, cuando trató de golpear al público con una provocación: él no domina el lenguaje dramático y cinematográfico, y así su provocación cayó en simples efectos que debilitan el film y hacen sospechar hasta de su autenticidad.

Al margen de si la Eva y el Adán adolescentes de «New Love» representan o no a la juventud de este momento en el mundo (aquí es necesario aceptar la visión del director por más debatible que ella sea, aunque, personalmente, pienso que la juventud actual no está «en huelga», sino activamente comprometida con la realidad). Covacevic no consiguió que sus personajes emocionaran. No les dio raíces. Los distanció, abstrayéndolos al punto que la protesta y la rebelión se pierden en el vacío.

Es la falta de dominio cinematográfico lo que hace oscilar el film entre el simbolismo que se aprecia en partes, el realismo que aparece injertado y sin significación (la defensa que hace un personaje de la droga LSD) y el sentido onírico que predomina en otros pasajes. Estos defectos se evidencian en el montaje, que carece de progresión dramática para desarrollar las ideas (ejemplo: la aparición de las bicicletas blancas y los titulares de diarios). En compensación, la música y su fusión con la imagen consiguen crear momentos hermosos.

No es posible negarle talento a Alvaro Covacevic. Pero es necesario que los creadores conozcan y manejen los elementos básicos con los cuales expresar su arte. Así como la academia clásica es indispensable para el coreógrafo, el dibujo para el pintor, el solfeo para el músico, cuando Covacevic domine los utensilios del cine quizás no habrá límites en lo que podrá realizar.

Nota aparte merece la increíble decisión de la censura de calificar este film para mayores de 21 años, en circunstancias de que una película de la violencia de «Tierra Quemada» fue aceptada para mayores de 14.

En resumen: film polémico en su forma y contenido. Por su belleza plástica DEBE VERSE.

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