Naum Kramarenco y «Regreso al silencio»
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NAUM KRAMARENCO es una personalidad polémica y con todo su aparente aire de «bon vivant”, su cutis rubicundo y su afán desmedido de contar chistes insulsos, duramente luchadora. Desde hace años, Naum tiene una guerra personal. Como realizador se encuentra en la tierra de nadie, entre las líneas de fuego de quienes defienden la majestad del corto metraje como vía única de acceso a una cinematografía madura en Chile; y entre los que se han lanzado a penosas y detestables aventuras, perseguidos por el fantasma de los altos costos de producción frente a un mercado estrecho, con estrictos fines de lucro. Los primeros son los «intelectuales»; los segundos, los «comerciales». Sea que la propaganda le ha sido adversa, sea que sus primeras dos producciones: «Tres miradas a la calle» y «Deja que los perros ladren» han adolecido de ingenuidad y falta de experiencia, Naum Kramarenco ha sido siempre clasificado entre los «comerciales». El rechaza la calificación. Tampoco quiere pasar al bando de los «intelectuales». Se sitúa en una tierra de nadie propia desde donde dispara hacia ambos bandos; una tercera posición basada en el convencimiento de que para que exista cinematografía nacional debe haber producción constante en largo metraje realizados por profesionales: debe existir una utilización y renovación permanente de elementos técnicos y sobre todo, una reconquista del prestigio del cine chileno frente a los ojos de los propios chilenos.

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Naum, a los 43 años, quiere dar esta batalla no de palabra, sino con armas. Acaba de estrenar su tercer largo metraje, «Regreso al silencio«, que escribió y dirigió, y que espera exportar al Mercado Latinoamericano. Tras «Regreso al silencio» está, no sólo el producto de su maduración como realizador después de 25 años dedicados al cine (no contemos aquellos cuando ingresó, fascinado por el mundo fantasmagórico del cine, a trabajar como acomodador del cine Metro y se aprendió de memoria varios films. Su verdadero comienzo estuvo, aclaremos, como ayudante de Carlos Borcosque en «La amarga verdad»). Está también su tenacidad comercial (en el buen sentido) para crear una empresa productora («Chilencine») que concrete sus convicciones de una producción cinematográfica   estable.

«Regreso al silencio» se ha estrenado junto con el nuevo año en medio de la misma polémica de siempre. ¿Es éste el tipo de cine que necesitamos? ¿Hay en su planteamiento una búsqueda, audacia, o experimentación que lo justifique como hito dentro del cine nacional? ¿Basta con entregar al público un film digno, seriamente realizado, o. simplemente, entretenido?

Naum Kramarenco contesta:

—¿Qué es y qué quiso decir con «Regreso al silencio«?

—Uno: demostrar en forma definitiva que el cine es un trabajo profesional y que cuando se hace con honestidad y capacidad se puede hacer en Chile una película que no desmerezca frente a otra del cine internacional; dos: en un país donde se dice y se comenta que hay desconfianza y desagrado por el cine nacional, encontrar en el publico, en el hombre de la calle, el respaldo para levantar capitales, para crear una industria de cine, representar un compromiso que condiciona la honestidad. ¿Qué quiere decir esto? Que uno no puede hacer la película con que UNO ha soñado; tiene que hacer la película con que ELLOS, el público, ha soñado.

—¿Un compromiso que condiciona la honestidad?

—No es un compromiso entre lo soñado y lo que «la gente quiere» en el sentido que habitualmente se entiende (como una concesión). No. A pesar de mis 43 años soy el más joven de los directores de largo metraje y mis sueños profesionales son jó­venes. Pero también soy un hombre maduro y sé exactamente lo que puede y no puede hacerse en Chile; no lo que puede o no puede hacerse en general, sino lo que yo puedo hacer; y lo que he hecho. Con «Regreso al silencio» me he demostrado a mí mismo (y esta es la opinión que más me importa y condiciona) que de ahora en adelante, si llega a mis manos EL argumento (ese argumento ideal, profundo, impactante) y tengo de nuevo los medios, ya estaremos todos (y en esto involucro director, técnicos, artistas) maduros para entrar a competir en un cine profesional.

—A usted se le ha acusado muchas veces de «comercial” en el peor sentido de la palabra. ¿Qué opina del epíteto?

—En vez de definir ese epíteto con sinónimos prefiero catalogar algunas películas como ciento por ciento comerciales: «Los tres mosqueteros», de Cantinflas; “Dr. Caligari»; «Lo que el Viento se Llevó»; «El nacimiento de una nación»; «El trueno entre las hojas»; «Carnet de baile», de Dudivier; «Cuéntame tu vida», de Hitchcock; «Ricardo III” de Olivier; «Pelota de trapo», de Armando Bó. En resumen, una película comercial puede ser un bodrio o un clásico. Lo “comercial” en sí no es un epíteto.

—Digamos, entonces, que su film «Regreso al silencio» es un tipo de película que puede existir o no existir, que podría pasar sin rastro puesto que ella no se enraíza en una realidad chilena o latinoamericana…

—La ubicación geográfica es ciento por ciento chilena. Si hubiera tenido que filmar al aire libre habría elegido los lagos del sur; como el argumento exigía calles de Santiago y Valparaíso, elegí los lugares más lindos; los más modernos y en la calle Agustinas, frente a La Moneda, barrimos la calzada y la vereda para mostrar el mejor rostro de Santiago.

«En segundo término: la actitud, el vestuario, el lenguaje, la creatividad intelectual del lenguaje en la formación de frases, las asociaciones de ideas que originan el lenguaje y la actitud en los diálogos, serían reconocidos como totalmente chilenos por cualquier persona que conozca este país y vea la película en el país en que vive. Esto lo pensé varios años antes de hacer «Regreso al silencio«. El huaso que mayormente abunda en las boites es un aspecto muy minoritario de Chile. En este país hay 10 millones de personas exactamente iguales a los personajes de mi película y desafío a cualquiera que me demuestre que en un momento hay en toda la extensión de Chile más de mil personajes vestidos de huaso.

«Y, si bien es cierto que el «roto» existe y lo estimamos y lo queremos, no es el personaje clave ni de la ubicación social ni moral ni mental ni física del promedio de   los   habitantes de   este  país.

—¿Cuál es la razón, en todo caso, para que el film gire en torno a una historia de contrabandistas y ocultamiento en los bajos fondos, en un ámbito semigangsteril? El problema del hombre cotidiano, del espacio y tiempo que le son propios, sus anhelos, sus miedos o esperanzas, quizás hubiesen merecido con mayor razón una película. En suma, acuso no a Kramarenco director, sino a Kramarenco guionista, de no permitir la identificación del publico  con  los  personajes.

—Considero «Regreso al silencio«, en su argumento, una historia nacional. Todo lo que en ella sucede ha ocurrido en Chile. La idea surgió de informaciones publicadas en la prensa nacional; a cada instante, todos los días, aparecen en los diarios historias de contrabando, de ocultamiento, de miseria moral. ¿Alguien ha pensado lo que hay de humano tras un párrafo policial? Además, no veo por qué, al escribir un argumento, tengo que plantear problemas de toda una clase social o de un conjunto de personas. Me abstengo de cualquier cosa que tenga apariencia política. Quiero a mi país, hice una película destinada a ser exhibida en el extranjero y, por lo tanto, enredé en el argumento sólo a determinados personajes que siendo ficticios, son netamente chilenos. Y traté, por otro lado, de mostrar no las cosas que aquejan a Chile, sino las cosas mejores que tiene.

«Podrá parecer chauvinismo; en todo caso, mientras más así fuera, más chilena sería la película.

—¿No  cree  que todo creador debe  asumir una actitud política, por más que ésta no necesariamente se identifique con la etiqueta de un  partido? ¿Cómo explica esta actitud de abstencionismo?

—Comprendo  todas las  posiciones políticas que se enfrentan en el mundo y convivo todos los problemas en que está inmiscuida la política. Pero no tengo ninguna confianza en ningún político, porque todos tienen plataformas exclusivamente políticas. Y esto que parece una perogrullada, no lo es si se le mira así: creo que cualquier partido, de cualquier país es capaz de perjudicar en cualquier forma a todos tus habitantes con tal de no dejar tener éxito al partido que está gobernando,

«Confío en que la solución de los problemas del género humano provendrá del avance científico y no de la simple oratoria proselitista. En todo caso, si yo hiciera un film con este contenido…, no trataría de encontrar prosélitos a través del cine.

—Pero si esto es así, y usted ventea su actitud no intervencionista, ¿en qué queda su interés por el ser humano real y cotidiano, ese que camina por la calle o que se sienta en el ómnibus a nuestro lado y del cuál usted dice preocuparse?

—Lo más grande que conoce el ser humano es el universo; lo más pequeño, el átomo. Lo más grande que yo puedo tomar como concepto de personaje es el hambre en general; y lo más pequeño, el hombre único, sustantivo, que anda sólo por la calle. La base de mi concepto frente a los personajes que elijo es que así como el universo y el átomo son exactamente la misma cosa y se rigen por las mismas leyes, el hombre como género y el hombre individual que anda solo son la misma cosa y se rigen por las mismas leyes. Y en cada ser humana se encierra el reflejo fiel de lo que es toda la humanidad.

—Hablemos un poco del proceso de «Regreso al silencio«.

—Comenzó hace siete años, cuando tuve la idea del argumento. Hace cinco años invité a almorzar a los Duvauchelle; les leí 20 carillas escritas a máquina y les dije que quería hacer esa película con ellos. Les gustó la idea; aceptaron. Y a partir de ese momento no faltaban más que 210 millones de pesos para financiarla. Vino «Chilencine», por suscripción de acciones; y el 2 de noviembre de 1964, 7 años después de la primera hoja escrita, se exhibió en privado la película terminada. La película, siendo exactamente lo que es, ni más ni menos de lo que opinen el público y la crítica, es sin duda un paso adelante y largo en mi carrera profesional. Sé a dónde voy y sé cómo llegar allá. Y si el paso adelante se hubiese intentado demasiado largo, se habría afrontado un riesgo que no quise correr. En resumen, estoy satisfecho. No creo que sea el mejor film del mundo, pero siento la necesidad de dar, desde aquí, otro paso adelante. Porque éste es un proceso paso a paso y estoy convencido de que lo que hago es significativo: lo es para mí y lo es  para  el  cine  chileno.

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