La cinematografía, el nuevo arte que tan apasionadamente ha preocupado la atención y actividad de muchos de nuestros compatriotas, merece ser considerado profundamente.
Dos son los factores principales para lograr éxito: buen argumento y buena preseentación; sin estas condiciones la cinematografía no prosperará jamás.
Los argumentos de las producciones nacionales han sido generalmente tomadas de temas de las costumbres del país. Pero esto contribuye, en gran parte, a alejarnos de dichos espectáculos, y la razón es muy sencilla: conocemos demasiado las manifestaciones de la vida social de nuestro Chile para que su proyección en la pantalla nos atraiga. Lo que quiere el espectador, siempre ávido de novedades, es conocer otra vida distinta de la que se desarrolla en nuestro ambiente un tanto criollo e impregnado de falsos prejuicios. En una palabra, la imaginación del espectador goza con la fantasía, con al ficción. La industria cinematográfica norteamericana tiene esa ventaja: sus argumentos tienen multitud de alternativas e incidencias sorprendentes, que mantienen en constante actividad nuestra atención.
En cuanto a la presentación, hay que recordar que el espectador ya está acostumbrado a las deslumbradoras maravillas de las producciones extranjeras; ellas ponen en escena suntuosas y elegantísimas mansiones, lindas actrices, viriles galarnes, en fin, todo dice a buen gusto, a verdadero arte. Naturalmente que una película nacional que no reuna todas estas condiciones, resultará ridícula frente a las importadas.
Por otra parte, no se debe descuidar el menor detalle. Y esto ocurre precisamente con nosotros. Así en «Maldita sean las mujeres«, el joven que trata de semejar a galán, después de un supuesto viaje a Europa, aparece con el mismo traje con que años anteriores partió a ese lejano continente…
Con todo, no hay que desanimar. Películas nacionales hay que han agradado al público. Y esto nos hace esperar que las futuras sean mejores.