La segunda parte de los ochenta fue un momento de mucho movimiento para la sociedad chilena. Paralelamente a las movilizaciones sociales y políticas, desde distintos lugares se comenzaron a reconocer ciertos rasgos del despertar de una cultura que había estado silenciada por la brutalidad de la dictadura. Uno de esos ámbitos de renacer fue la música rock y uno de los lugares clave para ese movimiento fue Concepción. La ciudad universitaria fue el origen de una generación de bandas que pocos años después renovaron la música nacional: Desde Los Tres hasta Los Bunkers, pasando por Machuca, Santos Dumont y muchos otros, aunque antes que todos ellos estuvo Emociones Clandestinas.
En Mi nuevo estilo de baile el realizador Pablo Berthelon recorre la historia de esta agrupación musical desde sus inicios a mediados de los ochenta, el éxito de su primer disco y la historia de una de los temas más populares del cancionero nacional: “Un nuevo baile”. La manera de armar esta narración es a través de entrevistas de los integrantes de la banda, en sus distintas formaciones, además de testigos –amigos, fans, otros músicos como Claudio Narea o Alvaro España, o periodistas como Rolando Ramos- presentado paralelamente a material de archivo de la época.
Uno de los puntos fuertes de esta película es la posibilidad de adentrarnos a la realidad de muchos jóvenes y músicos en esos tiempos convulsos. La precariedad existente que obligaba a inventar instrumentos o a compartirlos entre varias bandas, la dificultad de encontrar espacios de ensayo o agendar presentaciones y más, todo en un contexto político de gran tensión y activa sospecha sobre propuestas que se salieran de la norma. No sólo de la norma de la “cultura dictatorial”, sino también de la que desde la misma oposición definía lo que se supone debían estar haciendo los jóvenes músicos que quisieran denunciar esta dura realidad.
Lo de Emociones Clandestinas es interesante por esa mezcla de punk rock, tanto en la música, como en las letras y actitud. Mucho de esto último claramente definido por la juventud de sus miembros originales. Hay en ese retrato cierta inocencia que se aprecia y que no es propia únicamente de esos jóvenes músicos. Acercarse a ese Chile, el Chile en cambio, contestatario, esperanzado es –probablemente- el punto de interés más potente para un público amplio. Por eso puede resultar frustrante que pasado la mitad del documental, éste se centre más específicamente en el desarrollo de la banda y sus cambios, abandonando la información de contexto tan definitoria para la historia que se cuenta.
El documental Mi nuevo estilo de baile debería ser una cita imperdible para los melómanos nacionales y para aquellos que les interese la génesis de una de las más resistentes canciones producidas en Chile. El público amplio puede encontrar aquí pistas de ese Chile luchando por salir de dictadura, de esa contracultura fresca y adolescente, de ese Chile que nos hace tan bien recordar.