«Lunes 1.º, domingo 7»: más que una comedia sentimental, un film importante.
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Si Helvio Soto ha dicho y sigue diciendo que su «Lunes 1.º, domingo 7» es una película sin trascendencia, esperamos que lo diga por modestia.

Porque «Lunes 1.º, domingo 7» es la película más importante que ha producido el llamado «nuevo cine chileno». Para ser más específicos: es la única película integral que ha producido este renacer cinematográfico. Y todas las demás pueden considerarse como precursoras.

Es, ciertamente, un film liviano. Un film de sonrisas, destinado a no hacer pensar. No es LA obra de arte acabada, y en muchos momentos el diálogo cae en un cierto rebuscamiento un poco falso y dulzón.

Pero son defectos menores.

En un momento en que la gente joven es aprovechada por los adultos para explotarla en forma oscura; en un momento en que la ola desatada en el cine por Nicholas Ray y su «Rebelde sin causa», hace 13 años, llega a su máximo de añejez y sensacionalismo; en un momento en que todos tratan de «comprender a la juventud» de acuerdo a las mas vetustas fórmulas de violencia, en un momento en que los «interpretadores de la juventud» vacilan entre ser trascendentales o absolutamente superficiales, Helvio Soto aporta la exacta dosis de realismo, poesía y humor y vuelve a colocar a la juventud en una perspectiva verdadera.

Quizás el mayor mérito de Helvio Soto deriva de la falta de prejuicios con que enfrentó la realización de «Lunes 1.º, domingo 7«. Falta de prejuicios auténtica. Porque hay mucha gente que cree que tener prejuicios es pensar que el sexo es tabú. Prejuicios hay de todo tipo: raciales, políticos, artísticos. Prejuicio es proponerse hacer una película «a la» algo. «A la norteamericana», porque el cine de acción ha dado buenos dividendos. «A la Godard» o «a la Antonioni», porque el cine de autor da categoría. Soto ha realizado una película «a la Soto», en la cual se muestra, propiamente, como un autor en el manejo seguro de una concepción cinematográfica clara, el conocimiento de una realidad, la utilización de una técnica que domina (fotografía, montaje, dirección de actores) y más que nada en la acertada dosis de compasión y simpatía con que va componiendo a sus  personajes e integrándolos a su  ambiente.

Helvio Soto ha sabido hacer su autocrítica. Abandonó los prejuicios intelectualistas, las consignas con que comenzó su carrera («El analfabeto», «Historia de un caballo», «El ABC del amor») y para dejar fluir en libertad una visión madura del acontecer de dos estudiantes como hay miles de estudiantes, en las circunstancias que rodean  a miles de estudiantes.

Jorge y Patricia existen, son creíbles. Hablan como estudiantes, tienen la categoría intelectual de los estudiantes universitarios, sus inquietudes artísticas o políticas y los problemas cotidianos propios del ser estudiante. Se ha insistido mucho en que ésta es una «comedia sentimental, fresca y tierna», y lo es.

No es el reflejo de TODA una realidad, sino de CIERTA realidad y es suficiente. Se puede argumentar que su tema es demasiado simple y carece de conflicto dramático. Puede ser. Pero me parece que el conflicto está dado en la sutileza de   las  pequeñas  cosas,  en  los  detalles,   en  el  enfrentamiento entre quienes todavía creen que el amor es lindo y romántico (y hay muchos todavía en este mundo, ¡incluyendo jóvenes!) y la dureza de una realidad que rebaja y vulgariza el amor. El conocimiento en el parque, las salidas, los encuentros, la felicidad, la experiencia sexual qué debería ser culminación pero es anticlimax, el reencuentro, todas esas vivencias de Patricia y Jorge son simples pero ciertas. Y el mérito más notable de Helvio Soto es haber sabido comprenderlo y entregarlo con la medida justa de humor y ternura.

Los personajes van más allá de la caricatura o la maqueta. Con recursos mínimos se entregan los antecedentes de cada uno. Muy simples, porque ésta es una comedia y aquí no hay atormentados. Pero lo necesario para hacemos imaginar cómo es el pequeño mundo de cada cual. Todo lo cual es justo atribuirlo en buena parte al excelente trabajo de Jorge Guerra y la simpatía y fotogenia de Patricia Guzmán. Hay detalles tan simples, pero que no se habían logrado en otros films chilenos y son fundamentales: la dicción de los actores es clara, sin efectos, sin rebuscamientos. Es «creíble» y establece de inmediato un acercamiento e identificación con los personajes como no se había logrado antes. La fotografía está perfectamente adecuada a la expresividad de cada escena (con excepción de la secuencia del hotel en que la foto es excesivamente dramática). El comentario musical de Carlos González se convertirá pronto en un éxito del disco. El montaje tiene un sentido. Es claro, preciso. Hay una correspondencia perfecta entre lo que conversan los personajes y el ambiente o actitud con que lo expresan (la es­cena de la boite es un triunfo genial de Jorge Guerra). En suma, son dos estudiantes que pololean, se preocupan por el mundo que los rodea, estudian, leen historietas de vez en cuando, se aman, pelean, se reconcilian. A pesar de ser tan simples, dejan en el espectador la sensación de que al debieran enfrentarse a otras circunstancias o a una lucha más dura estarían en condiciones de hacerlo.

Todo eso se logra con el cuidado en los detalles. Con el oficio y la utilización de ese oficio para expresar una idea. La madurez de «Lunes 1.º, domingo 7» deriva no sólo de las dotes de observación de Soto, sino también de su larga trayectoria de escritor, productor de televisión y. en buena parte, de la humildad con que se ha planteado la verdadera iniciación de su carrera de cineasta.

Hay defectos. Claro que los hay: ya señalamos que a veces el diálogo parece antinatural y rebuscado, las escenas de los sueños no están bien integradas al total e interrumpen el «tempo», que es uno de los aciertos del film.

Pero si esta película hubiese venido firmada por un joven autor checo, o si proviniera del joven cine italiano, la habríamos calificado como es: un film delicioso y sensitivo, que muestra cómo es y actúa un sector de la juventud. «Lunes 1.º, domingo 7» podrá reclamar para si los mismos calificativos cuando se exhiba en el extranjero. Pero como es chilena y debemos juzgarla en el contexto de nuestra realidad cinematográfica, debo decir que «Lunes 1.º, domingo 7» es un film que va mas allá de la comedia romántica. Al reflejar una realidad, al ser integralmente un film, se convierte en la película más importante de la nueva era del cine chileno. MUY BUENA.

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