Los pioneros detrás de cámara y frente a la pantalla: los primeros años de producción, mediación y consumo de cine en Chile.

Es poco lo que sabemos sobre cómo fue el proceso de instalación del cine en nuestro país. Hoy casi todas las películas de los primeros treinta años del cine chileno están perdidas y la manera en que los investigadores hemos podido ir armando un mapa de lo que fue es, sobre todo, a través de lo que la prensa recogió en la época. Son las impresiones de los cronistas del cambio de siglo ante este aparato maravilloso que cambiaría la manera de ver el mundo las que nos permiten reconstruir parcialmente ese momento, de allí la relevancia de este ejercicio de investigación que nos proponemos desde CineChile.

Lo que se ha logrado definir es que desde la invención de los aparatos cinematográficos y su llegada a esta parte del mundo no pasó demasiado tiempo. Ya en febrero de 1895 se hablaba del interés que generaba el Kinetoscopio de Edison y en agosto de 1896 – sólo ocho meses después de su estreno en Paris – se describía la impresión que causó en nuestros compatriotas la exhibición de las películas de los Lumiere, a través del cinematógrafo.

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Mirada de la bahía de Valparaíso, 1902

 

Los pioneros detrás de cámara.

Actualmente, la primera referencia que tenemos a la exhibición de una vista filmada en Chile, es a finales de mayo de 1897, en Iquique, con La cueca en Cavancha presentada por el entusiasta fotógrafo Luis Oddó Osorio quien sería el pionero del cine chileno. Según los registros periodísticos la película duraba cerca de un minuto y muestra a un grupo de jóvenes disfrutando un momento de esparcimiento en el sector playero de Cavancha, entre los que destaca una pareja que baila una cueca.

Sabemos que frente al entusiasmo generado por esta vista nacional Luis Oddó Osorio continuaría registrando y exhibiendo otras tres “vistas” durante ese 1897: Llegada de un tren de pasajeros del interior a Iquique, Bomba Tarapacá Nº7 y Grupo de gananciosos en la partida de football entre Caballeros de Iquique y de la pampa. Posteriormente Oddó se habría movilizado hasta Santiago donde desaparece de los registros periodísticos por lo que no sabemos si continuó su trabajo cinematográfico.

No tenemos información de nuevos registros hasta 1900 en que se filma Las Carreras de Viña del Mar y luego en 1902 cuando nada menos que trece “vistas” aparecen referidas en la prensa. Ninguna de estas menciones incluye el nombre de la persona detrás de cámara. Lo que sí llama la atención es que la mayoría de ellas son registros de situaciones de gran relevancia pública como La apertura del Congreso Nacional, El Te Deum del 18 de septiembre y la Parada Militar del 19 en el Parque Causiño. Según el Director de la Cineteca Nacional, Ignacio Aliaga, recién a partir de 1916  se puede dar cuenta de una actividad cinematográfica más establecida, “Antes de eso lo que tenemos son registros de carácter más histórico. El cine se comprende más como un vehículo de registro de acontecimientos de hechos más que un lenguaje en sí mismo”.

El filme más antiguo que se conserva y se puede ver hoy es Un paseo a playa ancha del que contamos además con una colorida crónica del momento de filmación de esa vista. El responsable de ese registro fue Massonier, uno de los técnicos entrenados por los hermanos Lumiere y enviados a distintas partes del mundo para realizar filmaciones con el cinematógrafo.

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Un paseo a Playa Ancha (1903)

 

Ese mismo 1903 la prensa da cuenta de seis filmaciones más, luego aparece una sola en 1907 y siete otras en 1909. Esta decena de filmes coinciden con las de 1902 en ser registros de eventos sociales como Inauguración del Templo de la Inmaculada Virgen María, Exposición de Animales en la Quinta Normal y Visita del Presidente de la República a Antofagasta. Y, al igual que las vistas de 1902, tampoco tenemos los nombres de sus realizadores.

En 1910 aparece los siguientes filmes que se ha rescatado hasta la actualidad: Gran Rodeo en el Parque Causiño y Los funerales del Presidente Montt ambos bajo la firma de Julio Cheveney, quien junto a Arturo Larraín Lecaros funda en 1909 la productora Compañía Cinematográfica del Pacífico, la primera empresa nacional de este tipo de la que se tiene referencia y que en 1910 emprenderían la filmación de la primera película con actores: Manuel Rodríguez dirigida por el actor teatral Adolfo Urzúa Rosas quien continuaría su labor como director en 1914 con El Billete de Lotería y en 1915 con El violín de Inés, para la que además escribió el guión. Después de una larga pausa Urzúa Rosas volvería al cine, pero sólo como intérprete en  Pueblo Chico…infierno grande de 1925 y Norte y Sur (1934).

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Manuel Rodríguez (1910)

 

Una de las cosas interesantes de este momento originario del cine chileno es que la producción parece tener varios focos paralelos. En Antofagasta, por ejemplo, el empresario español Francisco Caamaño, dueño del teatro de variedades obtiene un equipo de filmación y produce un par de cortometrajes documentales en donde da cuenta de las novedades de la ciudad y su industria. Pronto veremos cómo además de las ciudades nortinas –impulsadas por la minería- también en Valparaíso, Concepción e incluso en el sur austral del país se comienzan a hacer películas.

El cine nacional recibe un impulso importante en 1915 con la llegada desde Buenos Aires del realizador italiano Salvador Giambastiani quien inmediatamente se instala con su taller y que recibe la bienvenida de la prensa y de la sociedad de la época que se rinde ante sus producciones tanto documentales como de ficción. Entre 1915 y 1921 son una docena las películas en las que trabaja, moviéndose en –o a veces asumiendo paralelamente- los roles de producción, dirección de fotografía, montaje y dirección. Para Ignacio Aliaga, Giambastiani es el responsable del tránsito que tiene la producción audiovisual chilena desde el mero registro a un fenómeno más complejo ya que “él instala el cine como una actividad que tiene una dimensión económica, artística, técnica y de espectáculo”.

Otro italiano que aporta a la renovación del cine chileno es Arturo Mario, quien venía de actuar en la exitosa película muda argentina Nobleza Gaucha de 1915. Llega a Valparaíso y consigue el apoyo de la Casa de Artículos Fotográficos Hans Frey, el productor Carlos Eckardt y un grupo de periodistas del diario La Unión -encabezados por su director Egidio Poblete– para formar la productora Hans Frey Films con la que realizan en 1917 el largometraje de una hora Alma chilena, y en 1918 La avenida de las Acacias y Todo por la patria, esta última co dirigida junto a su esposa la actriz María Padín. Posteriormente los MarioPadin arman su propia productora para realizar el largometraje Manuel Rodríguez basado en la obra de Blest Gana “Durante la Reconquista” y protagonizada por Pedro Sienna.

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Los funerales del Presidente Montt (1911)

 

¿Quiénes veían cine? ¿Dónde se veía cine? ¿Qué cine veían?:

Como en casi en todo el mundo el cine aterriza en el mundo del espectáculo rodeado de los divertimentos populares de la época. En la primera década del siglo XX, el cine deberá ir haciéndose su lugar para lograr tener un territorio definido tanto en el imaginario social como en espacios físicos propicios para su exhibición.

Recién en 1920 Santiago alcanza el medio millón de habitantes, durante los años anteriores las urbes del país experimentan una modernización vertiginosa que incluye la llegada de la luz eléctrica, alcantarillado, tranvía, teléfono y el cine. En este contexto cambian también las prácticas sociales.

En esas primeras décadas del XX más de la mitad de la población chilena es analfabeta, paralelamente se están comenzando a producir los cambios demográficos que darán forma a los centros urbanos y se está germinando lo que llegará a ser el proletariado. Este contexto se transforma en el ideal para la rápida aceptación de estas películas mudas que, en muchos casos, siguen la lógica de los populares folletines lo que los hace aún más accesibles para el gran público. Para el académico e investigador Eduardo Santa Cruz, el cine se asocia a un tipo de desarrollo capitalista, que genera procesos de masificación, de masa plebeya. Es inicialmente una entretención dedicada a las masas y muy mal visto por las elites, cosa que en nuestro país cambia en poco tiempo.

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Las primeras exhibiciones de las que tenemos noticia realizadas en Chile fueron en el salón lateral del Teatro de la Unión en Santiago y en el salón de la Filarmónica en Iquique. Como sucedió en todo el planeta, en Chile la voz se corrió rápido y sólo quince años después de estas primeras experiencias cinematográficas –en 1913- en Santiago ya había alrededor de 60 biógrafos según informa Carlos Battier, dueño de la casa distribuidora Max-Glucksmann en entrevista en La Semana Cinematográfica (año 1, nº3, Santiago, 16 de mayo 1918). Rápidamente la ciudad comienza a llenarse de salas para la exhibición de filmes, salas de ubicadas en los distintos barrios y que funcionan según la lógica particular del público que las visita, tanto en términos de selección de los filmes como de disposición de comodidades, o falta de ellas.

Ignacio Aliaga explica que desde que llegó el cinematógrafo tuvo espacios de exhibición, salas informales que no estaban hechas para el cine, pero que se van adaptando a medida que éste va adquiriendo importancia. “El cine entra de la mano con los artistas de variedades, como parte de una experiencia más amplia no centrada en las películas aún. Este formato se hacía especialmente atractivo en las salitreras en donde el espectáculo cinematográfico sumado a la aparición de un o una cantante era el más propicio para mantener entretenida a la población minera, por lo que entendemos que había promotores de estos eventos que los hacían circular por los distintos centros mineros”.

Para 1915 funcionan en Chile por lo menos cuatro empresas de distribución cinematográfica: La Compañía Italo Chilena –fundada en 1909- con sede en Valparaíso y que distribuía también a Santiago, Concepción y las ciudades del norte películas llegadas, inicialmente, de la productora francesa Goumont; la Empresa de Teatros y Cinemas, que operaba desde Lima en Perú, Ecuador, Bolivia y –a partir de 1914- Chile y que distribuía la producción de Pathé; también desde 1914 existía la Casa Efrain Brand y la más importante distribuidora, la Casa Max Glucksmann con sede en Buenos Aires. Una de las cosas interesantes de este momento, en términos de distribución es la variedad de orígenes de las películas que llegaban a exhibirse en Chile. No es sino hasta la Guerra Mundial que Estados Unidos ocupa el espacio dejado por la crisis en Europa y comienza a dominar las pantallas con su producción hecha en el recién creado Hollywood.

En el caso de la difusión del cine en la prensa, Santa Cruz explica que a principios del siglo XX la sociedad chilena va experimentando cambios bastante profundos producto de los procesos de modernización y esto tiene su correlato en el campo periodístico, en el que parecen “profesionales” y un mercado. Aparece la revista especializada –que está definida por su contenido y no todavía por su público- y que se desarrollan muy rápidamente.

A partir de la década del ’10 el cine comienza a consolidarse no sólo en términos de producción y exhibición, sino también en difusión. Aparecen revistas que buscan convencer a las elites del valor de esta nueva expresión. Según Santa Cruz, medios como Cine Gaceta intentan legitimar culturalmente al cine, darle sentido de modernización: “Allí se escribe sobre el sentido educativo del cine, de cómo nos conecta con el mundo”. Estas revistas comienzan a enseñar al público como relacionarse con estas imágenes y valorar este invento maravilloso.

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También la llegada de las celebraciones del centenario de la República aportan a la legitimación del cine, tanto como medio para registrar y dejar memoria para el futuro de las más importantes actividades de este evento, como en la recepción que tienen en ese momento estos registros entre lo más granado de la sociedad de la época. Ejemplo de ello es la nota aparecida en La Unión el 29 de septiembre de 1910.

Quienes escriben son, en general, periodistas autodidactas que se han formado cubriendo el área de los espectáculos, que en esta época también incluye el deporte, y que buscan por un lado informar a los lectores de las novedades relacionadas con el cine y por otro, darles herramientas para acercarse a estas nuevas producciones. Por lo que no es de extrañar que en las revistas de la época se encuentren artículos que explican cómo funciona el cine y como se hacen las películas.

Es así como desde un lado y otro se va armando el camino para la década del veinte que será una de las más productivas y exitosas del cine chileno en el siglo XX. Las bases están puestas a un lado y otro de la pantalla y ya se puede observar la efervescencia que traen los locos años veinte.