Locas Mujeres: cuando se encuentra una Nobel
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Locas mujeres (2010)

Venía escuchando con disciplina y genuino interés varias entrevistas y textos en los medios locales desde que Locas Mujeres se estrenó internacionalmente en el Festival de Cine Documental E Tudo Verdade, de Brasil. En éstas la directora María Elena Woodadvertía con esmerada intensidad el bloqueo que padeció un par de meses respecto al profundísimo dilema moral del cómo y porqué esbozar (con el material íntimo que obtuvo de los procesos doméstico-creativos de Gabriela Mistral junto a Doris Dana) un producto audiovisual que fuese honorable por todo lo que esta figura significa como exposición pública y sensorial en la cabeza de otras sensibilidades que con justa razón reaccionan. Aprehensión razonable, considerando la agotadoramente voluminosa, sacra y a veces monolítica imagen que adquiere un personaje portador de sendos laureles y gruesos perfiles oficiales.

El documental finaliza luego de sobrios 72 minutos. De inmediato me hizo advertir un primer esbozo de certeza sensorial: la construcción y organización del material obtenido, dispuesto, filtrado y planteado por Wood transmite una determinada noción de cariño, pulcra veneración, cauta exploración y un cuadro bastante aséptico. Todo muy distante de alguna interpretación que conduzca a alguno de los temores de la directora: esa loca idea de que algún oportunista construya una portada escandalosa en un periódico barato sobre la sexualidad de Mistral. No, para nada. Por el contrario, el metraje adquiere vida propia justamente por todo lo que circunda a Mistral. Los escuderos, taberneros y siervos adquieren un carácter revelador mucho más sabroso y clarificador que la misma catedral mistraliana, de por sí perfecta, gruesa, sólida y compleja. Siento que la zona vulnerable, y por tanto atrayente está en: Doris Dana, Doris Atkinson (paciente custodia del material acumulado) y la forma misma de cómo construye el relato la realizadora. Todo esto es muchísimo más estimulante que alguna eventual profundización concluyente sobre las gloriosas competencias artísticas de Gabriela o algún intento por desfruncir el ceño de la poetiza para que se vuelva mas querible “de ahora en adelante”.

El encuentro y posterior disposición de Doris Atkinson, la sobrina de Doris Dana, para expresar su propio proceso de almacenaje y suerte de responsabilidad opinante, que recae en ella al acuñar las cajas amarillentas de material, constituye un trazo que funciona paralelamente para volverse nuestro vinculo más cercano con todo el pasado crudo y complejo que posee la relación profesional y emocional entre Gabriela y Doris. En un punto la sobrina de Doris Dana entra directamente a formar parte de la narración, entra en el juego especulativo, en el terreno de la reconstrucción de lo vivido, oído y visto respecto a su tía. Incentivada por Wood se va construyendo como personaje con un proceso personal propio. Atkinson es la voz mesurada del relato, pues se encuentra en medio de fuego cruzado, está entre la Poesía, una familia completa, un suicidio, países, esperanzas, esfuerzos, idealismos, intimidades, realizadores y proyectos. Su posición es por lejos la más complicada, pero expresa con equilibrio todo lo que se podría haber vuelto un desperdigar penoso de suposiciones turbias o certezas ramplonas.

Luego y, mas allá de dar cuenta del evidente tono bonachón, de la capacidad lúdica de articular expresiones y volteretas líricas de La Nobel y transmitir un aspecto y sensibilidad poco conocidas, Wood se atreve a guiar el relato con su propia voz, haciendo hincapié en detalles específicos, tomando el riesgo de relacionar ideas y párrafos incompletos y fugaces. Ante esto, ¿en algún momento consideró Wood dejar correr la narración solo a través de la propia voz de la poetiza, de Atkinson, de las imágenes y/o de la musicalidad de todo aquello hilvanado? O ¿sentía que también su presencia oral y física (en cámara además) fortalecían, perfeccionaban en algo la narración? Incluso con voluntarista aceptación no me queda claro de que la música transmita o ayude a transmitir algo más de lo que Gabriela con toda la propia musicalidad de su voz puede transmitir. ¿Qué significado poseía esa música en un documental como este?

De a momentos el juego literario de creación, de exploración de teorías y de reflexiones sobre el mundo que se manifiestan en los audios es tan dinámico, armónico y sustancioso que uno tienden a olvidar (o ignorar) cualquier idea o atisbo de supuesto amor carnal. Gabriela parecía ejercer en la intimidad en su estudio una libertad creativa tal que poco se posibilitaba el confundir esa belleza y pasión con declaraciones soterradas. Si bien Gabriela no parecía gozar la docencia convencional, si gozaba con su propio tipo de docencia: tuvo proyectos de enseñanza y durante momentos concretos de su vida fue colaboradora de esquemas educacionales en Latinoamérica.

Paralelamente a esta anterior idea, hay un elemento que se desarrolla y tiene que ver con el “Proyecto Yin-Yin” de Gabriela. Atkinson une varios cabos y desarrolla con lucidez el capitulo Yin-yin llevándome a este vaivén. Gabriela “ahuachó” a este niño, lo paseó por el mundo, lo regaloneó. Gabriela fue su Buda con todo lo que esto significa. Luego, Yin-yin se entrampa con una teutona y sin darle mayores vueltas al naufragio sentimental, opta por la siesta larga ¿La propia genialidad de Gabriela no fue suficiente para armar de solidez anímica a Yin-yin y con esto evitar el arrebato autodestructivo? Yin-yin como proyecto de una genio y en manos de una genio ¿Cómo llegó a lo que llegó? ¿Gabriela habrá hilado así los elementos? Se sintió responsable y con un tremendo vacío. Un amor (maternal) casi perfecto, unión de dos personalidades que parecían necesitarse y esperarse, pero se desvanece abruptamente para luego conducir la peregrinación a otro amor mucho más complejo y no planeado. La muerte la golpeó sin duda. La vida se conduce luego sin aparente rumbo ni sentido. Ahí entra Doris Dana. Yo tiendo a hilarlo así, y especulo porque Atkinson especula con elocuencia bastante respecto a esto.

Gabriela retorna en varios pasajes de las grabaciones que hizo Doris Dana a transmitir un aire cándido, entre campirano e infantiloide, sin duda posee una dulzura de esa tía bonachona que uno ve solo de repente en algún pariente inquieto. Sin embargo, Atkinson como el único personaje “vivo”, retoma de nuevo las partes gruesas de la narración y desarrolla los aspectos mas ingratos del relato: los que tienen que ver con su tía ¿El documental en definitiva ofrece y enriquece nuestra mirada sobre Gabriela o por el contrario se sitúa en la historia de una mujer del siglo XXI que debe cargar con la inoperancia de una tía que acumula lo vivido con una premio Nobel? Un carga nada agradable y hasta heroica vista en perspectiva.

Siento que la imagen más interesante una vez más, pero también más triste, es la de Doris Dana: padres divorciados, uno suicidado, muchacha con tendencia a la bebida, con escaso o nulo patrimonio autoral (al menos de lo que se ve en el documental), siempre con un sospechoso afán de figuración, sonriendo y saludando convenientemente a cámara y en los audios con un español tosco y hasta odioso. Y luego, su propia sobrina (Doris Atkinson) dando cuenta con honestidad brutal de que a pesar de lo mucho que su tía pregonara “hacer algo” con el riquísimo material que había acumulado (de una mujer que ella supuestamente amaba), no hizo mucho más de su vida, ni tampoco por la obra de Gabriela Mistral, excepto: acumular, acumular y acumular como quien junta caprichosamente cachureos, sin lograr un mínimo de disciplina y concentración para darle forma a aquello.

¿Cual era la opinión de Wood, respecto Gabriela antes de revisar todo de material disponible? Apenas termina la revisión, encontró “eso” de lo que quería dar cuenta, pero también encontró otras cosas, tal vez aún más privadas y complejas, cosas que son espontáneas y que podría haber servido para uno o mas retratos paralelos y hasta mas crudos incluso. Tuvo que filtrar. Obvio. ¿De qué manera habrá cambiado su opinión personal respecto Gabriela luego de consumir todo el material revisado y en especial respecto el que no quedó? ¿Es Gabriela la protagonista del documental, la que se transforma en el relato re-construido?

Mucho material nuevo de Gabriela Mistral está al alcance de todos de ahora en adelante. De hecho yo mismo oí algunas conferencias y uno que otro audio que no aparece en el documental y mi opinión de la poeta no deja de cambiar ni un segundo, toma múltiples direcciones conforme accedo a más. Vibra y fluye sin fijarse y hace del material encontrado un tesoro que cobra vida con cada observador que inevitablemente modifica lo que es en apariencia algo fijo y estable en sus virtudes y grietas.

El documental no siendo para especialistas posee ese matiz incluyente clave, además de afable para entrar en una vivencia que finalmente recae en: de qué manera un fan e íntimo compañero se incluye (mas allá de sus complejos motivos, estrategias o carencias) en la etapa culmine de la vida de una eminencia, y de esta manera registrando y actuando oportunamente, garantiza su propia existencia que de otra manera posiblemente se perdería tristemente como tantas otros cientos de miles de existencias similares y olvidadas. Con Locas Mujeres, Doris Dana proporcionalmente re-nace y permanece, ¿y La Mistral? Mistral es una señora dulce muy querible que no necesita sonreír para ser genial. Lo que Doris no hizo, vaya que no lo puede escenificar. O los haces o no. Doris Atkinson en ese sentido hereda la deuda, carga la cruz y libera a la familia de la “maldición”.

Solo ahora, luego de reencontrarme con pasajes del documental recuerdo a un caso comparable en algún sentido, Portales: La ultima carta de Paula Leonvendagar. En el, en base a una lógica similar de trabajar el descubrimiento y obtención de materiales de un difunto (y el difunto mismo) tanto o mas mitificado y polémico que la poetiza, se redescubre todo lo que tal personaje fue y sigue siendo, para los que lo estudian, consideran, aprecian, detestan o cuestionan. El sabor del cuestionamiento mordaz y aventurero claramente no era la opción de Wood en Locas Mujeres, sino la piadosa re-observancia de una mujer de por si dulce, querible y con inclinaciones que en otra época tal vez hayan sido desdeñables.

Reconozco que no puedo decir que haya tenido una imagen, ni viva, ni dulce, ni nefasta u obscura de Mistral, no recuerdo haberme llevado alguna imagen en lo absoluto del colegio, por lo que el objetivo de modificar radicalmente mi opinión al menos, no tuvo a lugar. Entonces tampoco se me enriqueció Mistral. Ésta se me queda como una tremenda figura pero menos interesante que su asistente-compañera. Tal vez el factor novedad jugó a favor de que me interesará en conocer mas a esa jovenzuela raquítica que saludaba antipáticamente a cámara y que pululaba hostigosamente en torno a nuestra apacible Gabriela, de la cual de todas maneras acabo de comprar y conocer con mucha ansiedad Desolación y otros texto más, que posiblemente sin haber buceado por la humedad de estas Locas Mujeres tal vez no me hubiese atrevido a absorber nunca.