Lo que falta, de Colectivo Miope
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El mundo del boxeo siempre resulta un campo interesante para el documental. Su oscuridad, brutalidad y la línea tan delgada entre el éxito y el fiasco, hace que el tema se preste fácil para metáforas hermanas de la marginalidad. En Chile hay un par de casos, quizás lo más destacables en manos de Bettina Perut e Iván Osnovikoff con Chi-chi-chi Le-le-le Martín Vargas de Chile (una visión sobre el patetismo y la mentira en el ring) y sobretodo con Un hombre aparte(una visión clara sobre el fracaso ante la muerte).

El primer largo documental del Colectivo Miope se centra en la historia de un club de boxeo de Ovalle que tiene un mes para su más grande desafío: enfrentar a otro club de boxeadores de Estados Unidos, a cargo de un promotor y entrenador mexicano que ha estado a cargo de campeones mundiales. Las peleas se harán en el mítico club México de Santiago. Será no sólo la oportunidad de que José (el entrenador que trabaja como panadero) vea a sus pupilos plasmando sus enseñanzas de manera digna en el ring, pero más que nada, será la oportunidad de el “Gitano”, un joven que pareciera que algo más pelea en esta oportunidad.

La película se plantea desde un comienzo como un seguimiento más que otra cosa, la cámara es un testigo con una distancia clara frenta a sus personajes, es contemplativa, con encuadres abiertos y cuando son cercanos se interpone siempre un objeto entre el personaje y la cámara. No hay voz en off, ni tampoco una mirada que haga evidente una intervención de los autores. Todo ello descansa más en un montaje que va dramatizando los hechos, hasta llegar a la noche final, en donde finalmente todo confluye y todo debe desatarse.

Esta propuesta quizás haga difícil de seguir la primera parte, previa a la llegada a Santiago, en donde se establecen los personajes, sus vidas paralelas al boxeo y sus objetivos próximos, es decir, qué significan para ellos este desafío más allá de ser un encuentro internacional dentro de un marco más solemne. La distancia y la impersonalidad de la imagen no plasma claramente las tensiones que están en juego y el seguimiento se hace algo árido y por lo que la contemplación (que apunta a plasmar una precariedad del lugar, a establecer una desolación provinciana en vez de rastrear a los personajes) queda corta en cuanto a decir algo más de lo que es evidente en la imagen.

Así, esas arrancadas del Gitano a una pichanga en vez de estar entrenando para la pelea o el nerviosismo de José por impregnarlo de una pasión que no prende no son aprovechados por las imágenes en cuanto a captar mayores significaciones o para engrosar más a los personajes. Siempre está más presente el fondo que ellos, ya casi con un ahínco exacerbado por instaurar esa precariedad ya comentada. Mientras tanto las preguntas ¿es una promesa el Gitano, la pelea significará un despegue, cierta redención, una madurez? se agrandan y poco se responden.

De todas maneras, la grandeza de los personajes al menos se mantiene en cierto flote como para que el interés se quede hasta el final, un interés también apoyado por la pelea que siempre se está anunciando. Es ahí cuando llegan a Santiago y las cartas están echadas y es donde el Gitano debe rendir, donde las inmensidad de la capital parece ya mostrarlos disminuidos. Es quizás ese dinamismo de lo que ya no se puede controlar, de los hechos auténticos e indefinibles como un gancho al mentón, son los que posibilitan que las emociones y esas metáforas tan caras al boxeo al fin afloren hacia el final.

Es ahí donde el Gitano, derrotado, inconsolable, sabe que la vida parece haber tomado una cuesta complicada, que la pelea de su vida fue perdida y que las cosas deben tomar otros rumbos. En esa debacle es donde el documental gana y se justifica, aunque con su impactante epílogo (las vidas de cada personaje cambia radicalmente tras el match, según se cuenta con letras) lleve a preguntarse si acaso ese final debería haber sido el verdadero punto de partida.

Pero al menos Lo que falta sienta la esperanza con esa viveza de sus imágenes finales, con esa cercanía hacia lo que acontece y con esa pulcritud visual que sin duda tienen sus realizadores, de que este es sólo el punto de partida para otras realizaciones que apunten mejor hacia el objetivo tras un aceptable debut.