«Llampo de Sangre» será estrenada a fines de mayo
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Entrevista a Henry Vico, director de esta película chilena.

«LLAMPO de Sangre«, película chilena, basada en la novela del mismo nombre, de Oscar Castro, se encuentra actualmente en proceso de laboratorio (Hnos. Taulis) y estará lista para su estreno a fines del próximo mes de mayo. Así nos lo confirma Henry Vico, director del film, con quien sostuvimos una cordial entrevista. Vico es un hombre sencillo, de conversación fácil y sentido del humor. Confiesa, con modestia, que «Llampo de Sangre» es la primera película que dirige en su carrera y que se siente contento del trabajo realizado.

—Para hacer un film en Chile, donde abundan las dificultades —explica sonriendo el director—, hace falte «oficio» y yo lo tengo, pues he sido durante catorce años ayudante del director argentino Luis César Amadori. Además, mi experiencia en cine se remonta a 1919, cuando participé en la película chilena «Manuel Rodríguez«, junto a Pedro Sienna, Nicanor de la Sotta, Arturo Bührle, etc., y, después, he trabajado en Hollywood y en Europa.

-¿Está satisfecho del resultado de «Llampo de Sangre«?

—Es muy poco lo que he visto del film ya realizado, pues filmamos veintitrés días en la mina «El Inglés», sin saber cómo estaba resultando el trabajo. Pero, de lo que he podido ver más adelante, he sacado una impresión favorable. La fotografía, de Andrés Martorell, es muy buena, y los actores han trabajado sus personajes con mucho cariño. Karina, por ejemplo, ha constituido una sorpresa, por su temperamento y su sensibilidad. Pero lo más grato de todo es que la filmación se desarrolló en un ambiente de camaradería y cooperación admirables.

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—¿Cómo se hizo cargo de la direc­ción de la pelícu­la?

—Viajé a Chile el año pasado como Jefe de producción de «Gaucho», la película de Argentina Sono Films, que se filmó en Puerto Montt. Allí conocí a Mario Cohén, quien me sugirió dirigiera «Llampo de Sangre«. No había leído la novela de Oscar Castro, pero cuando la conocí, concebí al punto el guión cinematográfico. Es decir, al leerla «la vi» en cine inmediatamente, y con entusiasmo me puse a adaptarla. Al hacerlo, he procurado mantener el espíritu del autor chileno y también su diálogo. La novela ha sido cambiada muy poco y sólo hay variaciones en algunos personajes: las dos mujeres, por ejemplo, debieron ser caracterizadas por actrices más jóvenes.

—¿Cuánto tiempo tardó en filmar «Llampo de Sangre«?

—Me había trazado un plan para finalizarla a los cuarenta y un días…, ¡y la terminé a los cuarenta y dos! Filmar no toma mucho tiempo; lo que demora es el plan previo; la desmenuzación de la novela en escenas y el estudio del orden en que deberán ser filmadas. Después, el trabajo mismo de filmación es fácil, y sólo falta compaginar, como quien dice, armar el puzzle.

—¿Cree, usted, que se pueden filmar películas en Chile, to­mando en cuenta que el mercado Interno es tan reducido?

—Chile tiene condiciones naturales extraordinarias, que se prestan para films de interés universal. Es decir, las películas que se realicen en Chile deben ir dirigidas al mercado internacional, pues no pueden pretender financiarse con las escasas salas del país. Una película chilena no debe costar más de tres millones de pesos, pero a ese precio creo que es negocio hacerlas. En «Llampo de Sangre» hay un ambiente local con proyecciones internacionales. He procurado conservar los aspectos típicos de Chile, en este caso específico de los mineros con sus supersticiones, que resultarán exóticos y curiosos fuera del país, ayudando a que el argumento sea recibido con mayor interés. En el cine brasileño tenemos el caso patente de lo que digo: el film «O Cangaceiro», sobre un problema interno de ese país, tiene proyecciones universales y atrae, precisamente, porque pinta un aspecto típico del Brasil. En Chile, como ya se ha dicho hasta el cansancio, hay ambientes excepcionales a lo largo de su extensa geografía. Tengo un argumento original que trata sobre la caza de la ballena cerca del Antártico, que me gustarla filmar más adelante…

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Henry Vico nació en  Santiago y se educó en los Padres Franceses. De familia de artistas —su abuelo fué el actor Antonio Vico—, se crió en el teatro. De niño empezó a hacer papeles en la escena y, ya adulto, trabajó en las compañías de Vilches y María Guerrero, en Buenos Aires, país que considera su segunda patria, pues allí ha vivido siempre. En 1926, viajó a Estados Unidos, donde fué extra del film mudo «El Ladrón de Bagdad», y luego, asesor de «El Gaucho». También «dobló» a John Barrymore (cuyo famoso perfil se parece al de Henry Vico).

—Iba a protagonizar «Moby Dick», la historia de la ballena blanca, cuando me enamoré y dejé todo… —recuerda el director.

Viajó luego a Europa y en España también participó en algunas películas. Fué ayudante del director Florián Rey, en «Nobleza Baturra», de Imperio Argentina, y dirigió, en Barcelona una película titulada «El Octavo Mandamiento», que no tuvo éxito. Al estallar la guerra civil, Vico viajó a Argentina, donde empezó inmediatamente a trabajar como ayudante de Amadori.

—Habría podido dirigir en Argentina films sin mayor im­portancia —cuenta el director—, pero preferí no hacerlo. Ahora, con «Llampo de Sangre» se me ha presentado la oportunidad de demostrar lo que he aprendido en estos dos años de trabajo cinematográfico. Mario Cohen desea que dirija por lo menos dos películas más, pero no podré hacerlo hasta mucho más adelante, pues tengo compromisos en Buenos Aires, que debo cumplir primero. «Llampo de Sangre» se estrenará con otro nombre fuera de Chile, ya que la palabra «llampo» no es conocida fuera de nuestras fronteras. Llampo se llama al mineral purificado, listo para ser fundido. En la película (y la novela), se trata de un mineral de oro.