Leontina: Tan lejos, tan cerca
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Leontina (2012)

Este documental es al mismo tiempo una declaración de amor de un nieto a su abuela y un ensayo visual que invita al espectador a reflexionar sobre el paso del tiempo, la soledad y la vejez. Leontina requiere un espectador que esté dispuesto a acompañar el viaje y a trabajar emociones que no son obvias, pero que pueden calar mucho más profundo.

Boris Peters conoció el cine tardíamente, ya de adulto, y ese asombro ante la imagen en movimiento repleta cada momento del que es su primer largometraje. De su infancia en la Unión le quedo el amor por los colores y las texturas de la naturaleza y la mirada sosegada heredada de Leontina, su abuela. Luego de estudiar en Santiago, volvió al sur para comenzar a filmar a su abuela y su entorno. De regreso a la capital mostró ese material al destacado académico y experto en cine Roberto Aschieri, con quien comenzó a desarrollar el guión de lo que llegaría a ser este documental.

Leontina es una mujer mayor, mientras las filman tiene 82 años y una vitalidad mental y física envidiables. Vive sola en una casa inserta en medio del campo sureño. Sus nietos la filman mientras ella habita su cotidianeidad, cocina, limpia, duerme, se lava. Comparte sin prejuicios su habitar y la intimidad de su cuerpo con este ojo intruso que la sigue sin acosarla y constantemente comparte también sus reflexiones en torno a su propia vida, su pasado y su actual soledad.

Hay en Leontina una manera de entender el tiempo que invita al espectador a abandonarse ante este ritmo pausado. En la mezcla entre las palabras de la anciana y una cámara que la retrata sin concesiones, y con una fascinación evidente por los colores y las texturas de su cuerpo y su mundo, se estructura un documental que requiere un espectador atento y activo. Porque aunque bien podría haberse armado un relato centrado en las emociones y trabajar enfáticamente las sensaciones del espectador ante la soledad y la vejez de la protagonista, la opción acá es otra. Hay una admiración ante la prestancia de Leontina para asumir su realidad y un deleite ante la materialidad del mundo que la rodea.

Es evidente que uno de los mayores logros de esta película es su fotografía, ya premiada en los festivales de Gramado en Brasil y en La Habana, Cuba. Pero no se trata de una fotografía que se celebre únicamente por su belleza y delicadeza, sino porque esas características están puestas al servicio del discurso que acá se quiere construir. Hay en Leontina una celebración  de la naturaleza y de la vejez, y la manera en que esto está expuesto obliga al espectador a detenerse, a valorar esta otra mirada y, si es el caso, a entender lo que ve en pantalla como algo que a la vez es ajeno y tan cercano.