La producción independiente
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QUE la producción independiente ha hecho milagros por el cine chileno es una realidad que nadie puede discutir. Mucho antes de que nacieran las compañías financieramente estables, los productores independientes habían arriesgado dinero y gastado infinitas energías con un entusiasmo que merece todo nuestro respeto. Tal vez haya sido la circunstancia de que quien produce una película y trabaja con dinero propio pone  mayor cuidado en  la elaboración y calidad de la misma la que ha hecho que la producción independiente en nuestro cine  haya  logrado estimable nivel y un afán constante de superación. El hecho es que los productores que de vez en cuando producen un film han mantenido un natural esfuerzo por obtener mejores resultados cada vez.

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En otros países

Francia nos da el ejemplo más destacado de cómo la producción independiente en un país puede alcanzar un grado de perfección magnifico. Los estudios franceses, antes de la guerra, trabajaban sobre base de arriendos que aprovechaban aquellos que tenían la idea de producir una película. Naturalmente, para estimular la producción de películas, se habían obtenido las más ventajosas condiciones de arrendamiento de estos estudios. No existían grandes compañías productoras al estilo norteamericano, porque las necesidades del país y la idiosincrasia de su pueblo no se prestaban a esta forma de trabajo. Sin embargo, esto no era obstáculo alguno para que se filmaran películas de proporciones, de presupuestos elevados y de real calidad artística. En América Latina ha sido México el país destinado a continuar esta tradición cinematográfica francesa. En México los estudios filmadores mantienen sus puertas abiertas para los productores independientes, fomentando la producción hasta el grado de haberse producido cerca de ochenta películas en el año pasado. La ayuda, sin embargo, no consiste en este país sólo en las bajas condiciones de alquiler de las plantas filmadoras, sino también en el crédito otorgado sabiamente por el Banco Cinematográfico. Bajo estas circunstancias, es lógico que se aventure a producir films todo aquel que tiene nociones cinematográficas, o que vea en el cine un espléndido negocio. Como consecuencia, se tendrá un perfeccionamiento logrado siempre en línea ascendente dentro de la producción nacional.

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Tropiezos en nuestro país

A pesar de que nadie discute, como ya hemos asegurado, que han sido los productores independientes quienes echaron las bases de nuestra cinematografía, no se les conceden aún las suficientes facilidades para que su tarea pueda realizarse sin tropiezos. Ya tenemos, sin embargo, una estabilidad más o menos lograda en los alquileres de los estudios de cine. No podemos asegurar que hoy por hoy pueda realizarse  una  película  por  una  bicoca, pero es posible filmarla en condiciones que más tarde pueda rendir una pequeña utilidad. En el otro aspecto, en el del crédito, nada se ha hecho, ni nada se trata de hacer. ¿Por qué?…

Para estimular al cine nacional es indispensable el esfuerzo individual, pero este esfuerzo debe estar respaldado por un crédito otorgado con largueza y precisión. En Argentina los planes de filmación se financian con los anticipos otorgados no sólo por el distribuidor de Buenos Aires, sino por cada uno de los distribuidores y exhibidores del interior del país. El riesgo corrido por el productor independiente es mínimo. En nuestro país las cosas se estilan de un modo arcaico e inapropiado. Ya que no contamos con aquella institución de crédito para la producción cinematográfica que tantas veces hemos exigido desde estas columnas, sería en parte remediable el problema mediante un crédito otorgado por el distribuidor que tiene en sus manos la película, y que por lo tanto pueda pagarse con sus entradas. A este procedimiento también se resisten los distribuidores.

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Volviendo al tema de la producción independiente, fácil es establecer que las películas chilenas producidas en esta forma son las de más bajo presupuesto y las de mejor rendimiento. Esto es explicable, porque Chile a un país inapropiado para formar grandes empresas, en que la burocracia vive a expensas de los accionistas. No queremos indicar con esto que en Chile no deban existir grandes estudios de cine. ¡Muy por el contrario! Para dar alas a la producción independiente es necesaria la instalación de los grandes estudios. Lo que aseguramos es que la producción de cintas y la administración del estudio pueden y deben separarse en beneficio del cine chileno. Las buenas películas no sólo se logran en grandes estudios, sin embargo. Hay alguien que ha dicho que no es el estudio el que hace el film. Y no exento de razón estaba. Marcel Pagnol filmó con una cámara y un equipo anticuado «La mujer del panadero», cinta que después aclamó el mundo entero. Es por eso que la producción independiente debe rendir frutos excelentes en Chile, pues ya ha dado muestras de que sólo mediante ella y con ella puede el cine nacional alcanzar un alto pie de perfeccionamiento.

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