Las crónicas rojas están llenas de historias de violencia cotidiana protagonizadas por personas que parecen vivir una vida normal; que se ven como buenos padres, hijos, vecinos; que cumplen responsablemente con su comunidad y su trabajo, y que de repente se ven envueltos en situaciones que sacan lo peor de sí, llevándoles a niveles de violencia inimaginables incluso para quienes creen conocerlos. ¿Qué es lo que puede generar una situación como esa? Esa parece ser la pregunta detrás de “La Mujer de la Esclavina” cinta que recibió un premio especial del jurado en la competencia chilena de Sanfic 2015 y que finalmente podrá ser vista por el público en varias funciones a lo largo del país.
La fiesta de Cuasimodo es una celebración religiosa tradicional de las zonas rurales del centro de Chile. Los fieles católicos se engalanan y salen en procesión acompañando al sacerdote a llevarle la comunión a los miembros de la iglesia que, por enfermedad, no pueden llegar hasta ella. Es este el contexto que escoge el director Alfonso Gazitúa para situar una historia de celos y culpa que llevan a una mujer piadosa a cometer un acto de violencia. Un escenario que permite detenerse en esas grietas en el carácter de personas comunes que intentan vivir de la mejor manera, pero que en algún momento son superadas por sus propios dolores.
El primer largometraje de Gazitúa El Rey de San Gregorio -estrenada en 2006- sorprendió en su momento por adentrarse en un mundo cotidiano, pero poco visto: el de personas con discapacidad física e intelectual en una población popular como la San Gregorio. La naturalidad con que se contó esta historia, sin paternalismos ni énfasis melodramáticos, permitió al espectador acercarse a esa realidad con cariño y respeto. En esta película mantiene ese tono de naturalidad respecto al mundo y la interioridad de los personajes, permitiendo en este caso acompañar a la protagonista, sin juzgarla, en este recorrido emocional.
Marcela Millie hace su debut en cine con este protagónico que la obliga a estar presente en casi todo el metraje de la película. La actriz sostiene con eficiencia la verosimilitud de un personaje complejo en su aparente simpleza. Una madre del barrio de Lo Barnechea, costurera comprometida con su iglesia que se encarga de hacer las esclavinas -esas capas blancas con bordes dorados que usan los cuasimodistas- y que tiene este año a su hija cumpliendo con la primera comunión. Poco a poco vamos dándonos cuenta que aquella vida que parecía tan simple y lejana de dramas, está marcada por los fantasmas del pasado.
El estreno de La Mujer de la Esclavina es uno bastante particular. Estará en distintas ciudades del país con funciones en los meses de octubre y noviembre en salas alternativas e instituciones educacionales, en varias de las cuales participará el director presentando la película e interactuando con la audiencia. Todos los datos de esas funciones están en la página web oficial de la película: http://lamujerdelaesclavina.com/