La Dama de las Camelias, de José Bohr
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El viejo chiste con el se decía que “El cine chileno va de mal en Bohr”, tiene muchas razones en las que justificarse, casi tantas como películas perpetró el aludido.

Esta puede que no sea la peor, pero es la que ha merecido el dudoso honor de una restauración impecable y un re-estreno glamoroso hace dieciocho años, con Presidente de la República y compañía y en presencia de la protagonista y el cineasta todavía vivos. Un exceso a todas luces, pero que sirvió para iniciar una actividad de recuperación definitiva de la historia de nuestro cine, de la que esta enciclopedia es una muestra valedera.

La dama de las camelias se inspira muy parcialmente en la obra de Dumas, lo que él, de estar vivo, no habría agradecido. En realidad de eso se trata la película que la protagonista está filmando, lo que es simplemente un pretexto para que Ana González repita algunos chistes radiales y se ponga en solfa el muy digno género del melodrama. Con tales bajas intenciones no se podía esperar mucho, pero Bohr logra aun menos, lo que es notable.

Pocas razones habrían entonces para extender este comentario más allá de la constatación de la existencia de la película. Pero hay que reconocer que de todos modos es una obra referencial de una época y del gusto imperante en los medios productivos de nuestro cine, capaces de financiar, con no poco esfuerzo, una escenografía y un vestuario que no se ve para nada modesto, incluso en nuestros días más abundantes en medios y pretensiones.

También sirve para recordar algo que hoy tenemos olvidado, quizás injustamente: la importancia de las estrellas para sostener una industria. Ana González fue sin duda una actriz de primer orden, una comediante nata, una adecuada cantante y creadora de un personaje entrañable: la Desideria, una doméstica algo ingenua, pero muy vital y siempre digna, que supo colocar su tema en el centro del espectáculo. Es una pena que de su etapa madura hayan quedado tan escasos testimonios de su talento, quizás sólo su intervención episódica en Julio comienza en Julio. Para aquel entonces era ya una figura venerada por moros y cristianos, a pesar de ser una clara exponente de la oposición a la dictadura. Sin duda se trata de una de las mayores figuras de la escena chilena y cuyo paso por el cine no fue lo mejor de su trabajo. Se limitó a comedias como ésta: fáciles, superficiales y donde solía repetir los chistes que en sus programas de radio resultaban irresistibles. Aquí está casi constantemente pasada de revoluciones, muecas y exageraciones, pero aun así logra sobrevivir la actriz talentosa y la personalidad histriónica, aunque bajo las capas gruesas de una dirección siempre coherentemente torpe.

Cabe preguntarse si no existían otras películas más dignas de la restauración que esta mereció. La verdad es que hay mucho por hacer al respecto todavía y que los criterios de selección de dichos materiales, a menudo se ven dictados por imposiciones circunstanciales. En todo caso sería recomendable que los organismos estatales encargados de nuestra imagen cultural sean cuidadosos en no enviar mamarrachos en muestras al extranjero. De hecho esta película no fue exportada por Chile Films en su época por considerarla de muy baja calidad. Pero en los noventa, después de su restauración si fue enviada como expresión de nuestro cine. ¿Se pueden imaginar lo que pueda pensar otro público al ver La dama de las camelias como representante de la historia del cine chileno?