«La Chica del Crillon»
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El público nuestro sabe mucho en materia de cine. Todos los días está viendo en la pantalla las mejores producciones de los más grandes directores y artistas del mundo. De modo que no es tarea fácil imponer producciones nacionales que, por la carencia de medios económicos de preparación adecuada y de personal idóneo, fatalmente han de mostrar no pocas deficiencias.

No obstante este obstáculo latente de aceptación, la nueva obra de Coke ha hecho restallar aplausos orgullosos al cerrarse las cortinas de sus primeras exhibiciones. El público precisamente porque sabe mucho, se ha dado cuenta de que tenemos ya un arte cinematográfico en marcha, con director inspirado y conocedor de su oficio, con obras literarias de intensa atracción y con una maravilla de escenarios naturales difícilmente superables.

Faltan sólo los artistas. A pesar de que tantas de nuestras niñas van por las calles y actúan en las reuniones como Gretas Garbos en potencia, no se ha encontrado todavía ninguna estrella. Y entre hombres, apenas sí se ha conseguido trasladar al cine la corrección sin atractivos con que se desempeñan nuestros artistas teatrales. Pero tiene que ser así. Estamos sólo comenzando, y aún  nuestro incipiente Hollywood no da para contar con profesionales de alto coturno.

La “La Chica del Crillón”, descubierta por Coke, después de infinitas búsquedas, es  una damita preciosa y de formas cinceladas. Cuando aparece con traje de baile y en escote, uno desearía que la cinta no siguiera corriendo. Pero resulta incombustible, no la enciende ninguna emoción. Cuando le avisan que su padre está enfermo, cuando lo ve luego en estado agónico, el espectador advierte que faltan en escena alma y vibración sentimental.

Joaquín Edwards Bello, uno de los más recios novelistas americanos, hizo en esta obra una pintura liviana y sugerente de nuestra vida social capitalina. Allí están la farsa hueca de los ambientes cursis, la maldad del pije, el arribismo sin escrúpulos de la clase media enriquecida, todo lo que de podrido y de innoble flota sobre el esplendor coruscante de los salones del gran mundo. Y dentro de ese marco se agitan los más feroces apetitos, desde las morbosas inclinaciones de la señora Rubilar, hasta aquellos que van a encontrar asilo en “la pensión para artistas” de la amiga de don Francisco Iturrigorriaga.

El primer acierto de Coke fue fijarse en esta novela. Extraordinariamente difundida, y con la singular popularidad de su autor, tenía ya afianzado de antemano el interés del público por ver realizada la versión cinematográfica de “La Chica del Crillón”.

Ese interés no ha sido defraudado. La película sostiene la comparación forzosa que el espectador ha de hacerse, introspectivamente con la galanura, el estilo nervioso y el talento narrativo del autor de la obra, palpitantes en la novela.

Es éste el  mejor elogio que puede hacerse de la última película de Coke.

D.A.G.

Nota: El texto ha sido transcrito respetando la ortografía que presenta el artículo original.