«La Calle del Ensueño» (Crítica)

Una nueva película chilena ha venido a enriquecer la escasa producción cinematográfica nacional. Felizmente, este enriquecimiento no es tan sólo de cantidad; es también un enriquecimiento de calidad. Las personas que asistieron a su exhibición  privada salieron convencidas, y así lo manifestaron, de que “La calle del ensueño” acusa un innegable progreso en la técnica, en la fotografía y en la armonía del conjunto. No quiere decir esto que nos encontremos ante una obra cinematográfica perfecta; no. En Chile, en cualquier orden de materias, estamos aún lejos de la perfección; y no sólo en Chile, en todo el mundo. El arte cinematográfico no ha producido hasta ahora sino dos o tres obras que se pueden llamar maestras; porque para hacer una de estas obras no es bastante contar con capitales, con personal o con talento; es necesaria la conjunción de una serie de circunstancias diversas, que obrando sobre una medida justa dan por resultado, como en un proceso químico inalterable, un producto puro y uniforme. Si el genio, como se dice, es el fruto de una larga paciencia, la obra de arte genial dijérase que es el resultado de una casualidad de la misma índole, organizada con elementos selectos.

Hechas estas consideraciones, ¿sería prudente pedir, a una empresa chilena, a un director chileno y a artistas chilenos, una obra cinematográfica perfecta? No lo sería, como no lo sería pedírsela a ningún cultivador de otro arte. Faltan materias primas de calidad superior, que sólo aparece después de largos ensayos probatorios. Así ha sucedido en todo el mundo, y así sucede en Chile. Por lo demás, es necesario dejar constancia de que las anteriores consideraciones no son hechas con el ánimo de provocar piedad en el espíritu de los que juzguen la obra. Creemos que “La calle del ensueño” no la necesitará y que podrá resistir sin mucha mengua una crítica razonable. Sus defectos, ya que los tiene, no menoscaban el valor de la obra. Esas consideraciones tienen el solo fin de recordar al futuro espectador de “La calle del ensueño”, que esta película, como realización artística y técnica, sin tomar en cuenta la pobreza, común a todas las películas, de su argumento pasional, es mejor que muchas de las que diariamente vemos en los cines la ciudad. Por otra parte, el argumento poco importa en las películas, es lo terciario; lo importante es la realización técnica y artística. Y si la película de Coke no es la última palabra en la materia, ofrece, en cambio, posibilidades de llegar a ello, y una posibilidad cierta vale tanto como una realidad.

Además, una película hecha exprofeso para ser enviada a Sevilla con el fin de que sirva como demostración de la vida y del paisaje de Chile, debió sujetarse a ciertos límites en su desarrollo puramente artístico, con el objeto de dar cabida a elementos descriptivos inaplazables. Y hasta esto, que en cierto modo es un impedimento para alcanzar un resultado de arte fue aprovechado inteligentemente en “La calle del ensueño”. Sin que la película tenga un carácter de panorámica simple, el paisaje chileno y ciertos aspectos de la vida nacional están en ella representados con gusto y discreción, sirviendo de marco a la acción y al movimiento de los personajes. Hay, por consiguiente, armonía en los elementos de que está compuesta la película y este es otro de los valores que posee.

En suma, se ha realizado con toda modestia, pero con toda intención, una obra cinematográfica que demuestra un avance decisivo en la producción nacional. Y si ello no es bastante para satisfacernos y despertar en nosotros un estímulo sano y desinteresado, quiere decir que somos un pueblo de insatisfechos, sin espíritu de unidad, condenado a ver morir las iniciativas por inercia y por falta de acogimiento.