Joven cine chileno: Descomedidos y chascones
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Queridos ancianos:

Si somos descomedidos y chascones si bailamos desesperadamente hasta las cuatro, cinco, seis de la mañana, nunca regresaremos tan bebidos como para olvidar que éste pudiera ser el último domingo de la tierra, por culpa vuestra, queridos ancianos.

FLORIDOR PEREZ

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POLEMICO LARGOMETRAJE SOBRE LA JUVENTUD

En pie el «descomedido» director Carlos Flores, sentado el «chascón» camarógrafo Samuel Carvajal.

Una serie de jóvenes cineastas, cuyos nombres aún no suenan, están a punto de pasar del corto al largometraje. Entre ellos, Carlos Flores (28 años), que durante nueve meses preparó –con el camarógrafo Samuel Carvajal– un documental sobre la juventud, “Descomedidos y chascones”. Flores es egresado de veterinaria (U. Austral), estudió un semestre en la Escuela de Artes de la Comunicación y fue coautor de dos documentales (“Casa o Mierda”, “Nutuayin Mapu”). Su nueva película, realizada para Cine Experimental de la “U”, dura aproximadamente 80 minutos y ya entró en la etapa de montaje.

A Flores le interesó estudiar la actitud de rebeldía de la juventud: “Esa actitud suelta, casi de una energía puramente muscular, me parece importante en un país un tanto tranquilo y suave como Chile”.

-¿Le parece que el proceso chileno lleva un sello juvenil?

-No exactamente juvenil. Yo pienso incluso que es lo opuesto. Si bien podríamos llamarlo juvenil, en el sentido de que muchas de sus medidas son reivindicaciones reales de los trabajadores, si bien se ha desarrollado todo un proceso hacia el socialismo, la expresión formal de este proceso ya no es, en muchos casos, adulta, sino vieja en el sentido de lo antiguo.

-¿Podría explicarlo un poco más?

-Creo que si las medidas películas que toma el gobierno se expresaran de alguna manera más cercana al joven, la juventud tendría niveles de solidaridad mucho mayores hacia el gobierno. Pero ¿qué ha pasado? Se ha querido vender un producto en la misma forma en que se vendía otro en la sociedad capitalista. En lugar de decir “Beba Coca Cola” o “Tome Santa Rita”, se le dice ahora al joven “Beba Revolución lentamente” o “Tome Empresa Social”. La verdad es que eso al joven no lo entusiasma y que sí se entusiasmaría en la medida en que entendiera este proceso, como un fenómeno que se inscribe dentro de su rebelión.

“Eso no ha sucedido. Es decir, se ha cambiado el contenido a cuestiones formales antiguas. Yo me acuerdo en la revista “Cabrochico”, de una Caperucita Roja que caminaba por el bosque cantando “No pasarán” o algo por el estilo. Allí tuve una sensación casi tierna: era como el oso grande que quiere hacerle cariños a un animalito chico y realmente le cuesta, porque la mano es tan pesada que al tocarlo con cariño, lo aplasta de todas maneras. Creo que en este sentido, la actitud del gobierno ha sido vieja.

“Hay una tendencia a enmarcar al joven y decirle: “Mire, si usted quiere ser revolucionario, tiene que estar en esta parada”. Y resulta que esta parada puede ser revolucionaria y de hecho lo es muchas veces, pero para llegar a ella, el joven tiene que haber desarrollado y quemado etapas. Entonces muchas veces se han provocado marginaciones de jóvenes, porque en forma paternalista se les ha dicho: “Lo que están haciendo ustedes está muy bien, pero no es la política tradicional de la juventud”.

-¿Y cuál es su enfoque?

-Primero, no negarle caminos a la juventud. De alguna manera, destacar que en este momento todo movimiento de rebelión de los jóvenes es positivo. Y también tratar de demostrar que no todos, aunque positivos en sí, constituyen goles efectivos al enemigo real. En la película tratamos de decir: “Sí, compañeros, haga todo lo que quiera, pero ojalá que sirva para destruir a la sociedad capitalista”. Si el joven logra eso con sus formas de trabajo y lucha, que a lo mejor pueden estar en el hippismo (aunque yo no lo crea), le digo ¡adelante! Pero cómo vamos a saber si ese joven que está en la onda de la marihuana, por ejemplo, es capaz de destruir el sistema capitalista. A través del diálogo sólo vamos a lograr comprender el fenómeno; no digo que vamos convencerlo de que no fume marihuana. Pero creo que hay que discutir la cuestión con él y no poner titulares en los diarios como se hace ahora. El hippie se ha transformado en una especie de enemigo público, lo que a mi juicio no es real. Están desorientados, lo que es otra cosa, y aún pueden inscribirse en el proceso.

-¿Y la película misma?

-Vamos mostrando el enfrentamiento de los jóvenes con una sociedad ya establecida, todo lo que constituye el llamado de la ideología al joven para que se integre, se transforme en ciudadano. Y se va mostrando que hay juventud que acepta ese llamado y juventud que se rebela. Esa es como la introducción de la película.

-¿Y después?

-Filmamos varios lugares donde realizan actividades los jóvenes de distintos sectores y clases sociales y eso lo fuimos proyectando a los sectores opuestos. Por ejemplo, filmamos un festival de rock progresivo en Viña del Mar, donde se veía cómo la juventud de la burguesía se divertía un fin de semana. En seguida, esa filmación la llevamos a los compañeros de Textil Progreso. Se la proyectamos y les hicimos una entrevista en sonido directo, donde opinaron sobre lo que acababan de ver. Algunos dijeron que a esa gente había que cortarles el pelo y enviarlos a Isla de Pascua; otros, que había que echarles los carabineros; otros decían que no, que había que integrarlos, que esa gente era necesaria, que lo que pasaba era que no entendían. Otros más, les echaban la culpa a los papás, y otros, que todo eso era parte del mundo capitalista, que era la expresión de la juventud de una clase que está acabándose.

Entonces, a medida que estos cabros trabajadores van opinando, aparece otra filmación: jóvenes políticos trabajando en sus fábricas y participando en marchas. Eso se proyectó a estudiantes de Derecho de la Universidad Católica, a unos lolos y también a unos amigos intelectuales que tienen una visión muy particular del proceso y del mundo. Y ellos opinaron acerca de lo que veían de los jóvenes políticos. Y así se da una discusión acerca de lo que entiende el joven por política, determinado tipo de joven. Algunos la critican profundamente; otros la acepta, pero no precisamente a la manera de la izquierda.

-También filmamos en el autódromo de Las Vizcachas, donde se ve otro tipo de juventud, manejando los autos, entreteniéndose, y eso le proyectamos a jóvenes pobladores de Nueva La Habana, que dieron unas respuestas muy coherentes y muy indignadas.

“Una que me pareció muy interesante fue frente a las mujeres que se ven en Las Vizcachas. Dijo un poblador: “Hasta los potos de la burguesía son mejores. Hasta en eso tienen mejores cosas”.

“Otro cuenta que trabajó como mecánico, arreglando autos para las carreras y se quedaba trabajando hasta tarde para que estos señores se fueran a divertir. Entonces ellos se indignan su poco por lo que ven, que es producto de su trabajo y que es usufructuado por una burguesía que tiene todo lo bueno, incluso los potos, como dice el muchacho.

“Este bloque de entrevistas, a partir de las proyecciones, tiene una intención que es mostrar cómo dentro de la juventud hay muchas facetas sociales, y cómo se da una lucha de clases.

“También se pretende mostrar hasta qué punto es falsa la perspectiva esa de lucha generacional. Tiene cierta presencia, pero la pelea no es exactamente entre viejos y jóvenes; aunque la vejez, en el sentido de la vieja idea, de la vieja sociedad, se meta en el mundo de la burguesía. La pelea real es un proceso de lucha de clases, entre burgueses y proletarios.

“Con elementos como esos y otros más, empezamos a dar imágenes lo que es una suerte de demolición. Lo que queremos plantear, en fin de cuentas, es la liberación del joven a través de la destrucción de un mundo económico y social caduco. Liberarse es destruir el sistema capitalista. Eso es lo que pretende plantear la película.