Estrenos: Natalia

Un próspero ejecutivo, cansado de las tensiones del trabajo y de la vida social a que lo lleva su mujer, parte un viernes en su coche sin rumbo fijo. A Natalia le sucede algo parecido, con la diferencia de que, en el caso de la muchacha, el problema parece estar en las relaciones con su padre. En una estación de servicio se produce el encuentro y juntos llegarán a un pequeño pueblo costero.

El resto de la película está dedicado a abundantes caminatas por la playa con sus largos diálogos de la pareja y su romance, interrumpido por racconti que muestran en forma figurada el pasado de Natalia más otros juegos de imágenes que traducen su estado de ánimo. También hay un desenlace.

Más que pretenciosa, la película es algo adolescente, lo que podría ser explicable en un realizador de 24 años que emprende su primera película. Yrarrázabal da la sensación de estar un tanto deslumbrado por las posibilidades de la imagen y consigue algunos efectos que pueden ser hermosos en sí. Mas eso no basta para llenar una película, aunque dure apenas 75 minutos. No es cuestión de influencias más o menos, ya que este mismo vocablo implica una base personal.

Lo que falta en este caso es justamente un cimiento individual, más allá de recursos de cine publicitario, provenientes de la anterior experiencia cinematográfica de Yrarrázaval. El prólogo, por ejemplo, tiene mucho de filmlet y, en más de una oportunidad, no sorprendería que las largas caminatas por la playa culminasen con el hallazgo de una refrescante bebida en la arena. El realizador no erró su pedigree cuando mencionó a Lelouch, Fellini y Resnais (ERCILLA 1.826), pero este no pasa más allá de algunos recursos formales. El síndrome más grave que se desprende de esta película es su fenómeno de dependencia cultural, de alienación, de entrega casi servil a modas importadas, sin que antes hayan sido debidamente asimiladas.

No es mucho lo que se puede exigir a los actores, reducidos la mayor parte del tiempo a actitudes hieráticas. En esatas condiciones, Pepe Guixé hace valer su profesionalismo, e Inés Oviedo, su físico. La intérprete no da, en esta oportunidad, señal de condiciones como actriz.

Este mes se estrenaros dos primeros largometrajes de realizaciones nacionales. Los resultados de ambas películas fueron negativos, pero por causas diferentes, incluso, diagonalmente opuestas.

Luis Cornejo (El fin del juego), con un buen tema entre manos, no dispuso de un lenguaje cinematográfico adecuado, no supo traducir en imagen y movimiento las situaciones y conflicto de su guión. Felipe Yrarrázaval, en cambio, emprendió su primer largo antes de tiempo. No se trata en su caso de que sea una película “comercial”, ajena a lo que se conoce como gusto crítico; la afluencia de público fue reducida.

Simplemente, por el momento, el realizador parece estar tan deslumbrado por ideas ajenas, que aún no se asoman una personalidad y lenguaje propios. Su barniz ténico es más que todo, un medio para proyectar su alienación.