Estrenos: La Respuesta
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La respuesta (1961)
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Huelén. Documental. Director y libretista: Leopoldo Castedo. Fotografía: Sergio Bravo, Castedo. Chilena. 1961.

ESTE DRAMATICO testimonio documental sobre la batalla de Riñihue, estremece e interesa durante sus 70 minutos de proyección. El cine prueba su insustituible elocuencia, superando a la mejor crónica escrita o al discurso más encendido. Viendo el film se comprende lo que fue aquello. El combate de los hombres contra el lago agigantado-el “malo de la película”-brota vigorosamente del film como una hazaña “imposible” que sin embargo culminó en un final felis.

Leopoldo Castedo -realizador, libretista, también cameraman- enfoca la impresionante reseña sin alardes, “cortándola a la medidad de la verdad”. De ella se desprende un canto a la valeroda determinación de los chilenos: un espejo de su resuelta manera de encarar la adversidad. Todo relatado sin grandilocuencia, sin “propaganda”, con sostenida sobriedad. Los adjetivos los poner el espectador ante el impacto de las imágenes, no los realizadores del film. Castedo y su equipo-el fotográfo y certero cameraman Sergio Bravo fue uno de sus pilares esenciales-pasaron dos meses en la zona devastada, entre el barro y la lluvia. Convivieron con el pueblo, los obreros y técincos. Con cámaras de mano, a veces dentro de los mismos canales de desague-amarrados de la cintura-filmaron sin tregua. No conocían el desenlace. La increíeble “respuesta” la dieron los hombres del Riñihue.

La película tiene suspenso real. Realizada entre incontables dificutades técnicas, logra, con hábiles contrapuntos de montaje, sostener una tensión continua, sin enfriarla con las referencias documentales a la compleja obra de ingeniería. Hay tomas que se graban en la memoria: la pavorosa visión del Puerto de Corral: los pueblos desiertos y lluviosos, evacuados en la angustiosa espera: de rostros de gentes, de niños: la emocionante procesión infantil, en pleno drama, con cantos pidiendo tregua a la Virgen; Valdivia en vilo; el ingenio, e incluso el humor de sus habitantes ante el peligro. Las secuencias junto al lago y sus pantanosos canales son especialmente sobrecogedores. Las cámaras muestran cómo se cerró “ a mano” al lago Calafquén: los derrumbres; el combate palmo a palmo con el tremendo alud que se quería encauzar. En una extraordinaria  serie de imágenes, un paisaje entero se derrumba ante los cameramen. La furia del torrente arrasa los árboles, cerros, varía la geografía. La música, de Gustavo Becerra, entonces con dramático acentos en las imágenes a base de instrumentos de percusión. La locución, medida y clara, es de Dario Aliaga.