Nahuel López, director de «El viaje»
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En conexión Hamburgo – Santiago conversamos con el realizador Nahuel López, director del documental “El viaje” destacado de este mes en el programa Miradoc.

En el documental El Viaje acompañamos a Rodrigo González – chileno que a sus pocos años salió con sus papas al exilio en Hamburgo y que hoy día es el bajista de una de las bandas más importantes de punk de Alemania- en un periplo por Chile en búsqueda no solamente de sus raíces, de sus memorias, sino también de la música chilena que fue tan importante para su familia en el exilio, ya que ellos organizaban una peña en la que, durante la dictadura, pasaron grupos como Quilapayún, Inti Illimani y otros. ¿De dónde sale la idea de este documental?

Yo me críe en Hamburgo también, y de niño asistí a esa peña que organizaban los González, así que Rodrigo y yo nos conocíamos desde hace mucho tiempo, él es un poco mayor que yo, una especie de hermano grande para mi. Y desde adolescente él ya era tipo punk, y siempre metido en las cosas técnicas y ayudando a su padre a montar los conciertos de la peña. Para Rodrigo y para mí, la música chilena – en especial, los grupos como Inti Illimani, Quilapilun, Víctor Jara también y Violeta Parra-, fueron nuestro Chile aquí en Hamburgo. Yo nací en Alemania, conocí Chile a través de la música, de la cultura, de la comida, de los debates, de los discursos políticos que se hacían en esas peñas o en las manifestaciones del primero de mayo, eso fue mi Chile, así que quedó grabada en mi una imagen de Chile que fue construida desde la cultura. Y cuando yo fui en el año 2011 a Chile a vivir con lo Mapuches para hacer un libro, ellos me llevaron un día al campo donde de repente aparecieron los Inti Illimani. Yo me emocioné y me sorprendí con estos Inti Illimani canosos, gorditos, viejitos (con todo respeto) porque yo tenía la imagen de los Inti con poncho negro, pelo negro, bigotes negros, esa imagen ya no existía, pero ellos estaban ahí, y yo no tenía idea de que seguían activos. Y escucho esa música y veo la gente como se emociona y para mi ese momento fue impactante y ahí yo dije. “quiero hacer algo con esa música, con ese tipo de música, música protesta, música chilena de esa época”, y fui así recogiendo poco a poco información y conociendo a distintos músicos, también a músicos más jóvenes, y me interesó mucho hacer ese puente y ver si esa tradición de la música protesta de ese tiempo todavía existe, de alguna manera, en la música de hoy. 

Y esa fue la idea para hacer este viaje y yo conozco el sistema alemán -nosotros estamos a 15 mil kilómetros de Chile-, la gente se interesa quizás por viajar para allá una vez en su vida, pero no hay mucha conexión digamos, es muy lejos también culturalmente, así que sabía que no sería fácil realizar ese proyecto sin algún ancla aquí en Alemania y como yo no soy una persona de interés público, llamé a Rodrigo y le dije, “además es interesante, tu eres músico, tu tienes la misma historia que yo, la misma conexión a esa música” y bueno, no le tuve que decir más de tres frases y me dijo “claro, cuándo nos vamos a Chile” y así fue la cosa.

Una de las cosas que a mi me pareció más bonita del documental, es este sentido de sorpresa, al mismo tiempo de cariño y admiración real por aquello con lo que se iban encontrando ustedes a lo largo de este viaje…

Bueno, fue una cosa tremendamente emocional para los dos, pero para Rodrigo fue especialmente, porque él no había estado en Chile desde que tenía 5-6 años. Una vez estuvo en Valparaíso por dos días invitado por el Goethe Institut con su banda Die Ärzte pero él no se quería conectar demasiado con Chile, me imagino que era –y esto lo digo yo- por miedo a perder la imagen que él tenía en la cabeza de Chile.  Es algo que pasa mucho con los exiliados, tratar de conservar una idea de un país que ya no existe. Y ahora con el documental, para él fue muy emocionante reencontrarse con un país que ya no existe, pero que sigue existiendo -de alguna manera- en la cultura, en la música y encontrarse también con un Chile nuevo con el que fue conectando y que le pertenece a él también, que pertenece a su vida, a su ser, sin saberlo quizás. Eso quizás es lo que tu viste ahí en el documental, ese punto que es muy auténtico. Yo lo pensé así, registrar cuando Rodrigo se encuentra por primera vez con la gente. No era una puesta en escena, de verdad lo que grabamos era el momento donde se estaba conociendo y eso creo que contiene ese momento mágico de la película documental, en general.

El documental está narrado en alemán y me imagino que su público objetivo son los alemanes y alemanas -más que los chilenos- y lo que termina sucediendo, para nosotros, es que podemos mirar lo que somos desde afuera, con mucho cariño. Pero además de para Rodrigo y para ti, ¿Para quién estabas haciendo este documental?

–  Si, en primer lugar, para nosotros. Luego, no sé si uno tiene público específico en la cabeza cuando uno está preparando un trabajo así. Aunque claro que me interesa el público alemán para mostrarles el Chile de hoy. Acá, en Alemania, había una gran movilización de solidaridad en los años 70s y 80s. Hay toda una generación que era estudiante en esa época que estaba muy involucrada y que ahora son más grandes y siguen teniendo interés. Y digamos, que el enfoque desde Alemania de ayuda a situaciones internacionales sociales precarias, o algo así, se cambió un poco, y ahora está más bien dirigido a África o a Siria. Pero con los inmigrantes también creo que hay mucho paralelismo respecto a los exiliados, porque los hijos que vinieron a partir de los años 2015 a Alemania, también llevan esas historias, de tener que irse de país, de perder todo lo que tienen en el fondo. Muchos eran médicos, por ejemplo, y llegan acá y no saben hablar el idioma, no conocen a nadie, hace frío, la cultura alemana es media cerrada. Debe ser muy difícil para la gente que viene de afuera llegar a Alemania. Por lo que mostrar cómo se siente una persona que puede rescatar, por lo menos su cultura, y después reencontrarse con esa cultura puede ser un punto para mostrar aquí a Alemania o a Europa, y por ahí crear un poco de conciencia también para ese tema. Pero en general, yo quería hacer una película con esa música que simplemente me encanta, es muy especial en la música chilena que exista esa forma de música de protesta, también existe en otros países, pero yo tengo la sensación que especialmente en Chile hay una tradición y está creciendo de nuevo, la idea de manifestarse también a través de la música y del arte, y eso me parece extremadamente bonito e interesante también. 

Yo presenté la película en el año 2018, y si no recuerdo mal, su premiere fue en un festival en Corea del Sur, y fue muy interesante porque la gente se conectó con la película y con ese tema, y esa conexión se dio porque también es un país dividido, ellos tienen parientes en Corea del norte, saben que están encerrados, saben que están en situaciones difíciles, hay Coreanos del Norte que van al Sur como exiliados, también existe toda esa temática esa cultura.

Después de todos estos años y en esta particular contingencia que nos está tocando vivir, qué sientes tu con que la película se esté estrenado en Chile.

Bueno, en primer lugar, estoy tremendamente contento que ahora se pueda ver en Chile también, que Miradoc haya posibilitado este estreno y es un poco triste que no se pueda mostrar en los cines. Porque la película que se hizo para el cine, porque el ritmo es diferente a la película en televisión, por ejemplo, uno ve otros detalles, la pantalla es grande, es otra sensación de ver las cosas. Pero, como sea, igual muy bonito que se pueda ver en Chile. Me emociona también, porque tengo la sensación que esta película -digamos a través de los ojos de nosotros de afuera-, estuvo 3 años 4 años adelantada, considerando lo que pasó el año 2019 con toda la movida social, creo que ahora hay un movimiento musical nuevo que se está concentrando en esos temas y eso es lindo. Y por eso puede ser que, aunque esta película llega varios años después de su estreno, de repente encuentra su camino a Chile.