Ignacio Agüero, director de Yo nunca subí el Provincia
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Nunca subí el Provincia el más reciente documental de Ignacio Agüero que se estrenó en plataformas de VOD pero que alcanzó a tener un interesante circuito de festivales en 2019 y principios de este 2020, ganando premios, por ejemplo, en el festival de Marsella y en Mar del Plata el año pasado. Cuéntanos sobre ese primer acercamiento con las audiencias de festivales. 

También estuvo en Fidocs, donde obtuvo uno de los premios y fue tal vez, el lugar donde más cerca estuve de la audiencia. También en Mar del Plata, buenas conversaciones con el público presente en teatro lleno, fue muy bonito y la verdad es que en Cali y en Marsella también fue muy bueno, en los cuatro lugares fue muy buena la reacción de la audiencia. Yo estaba sorprendido de la reacción ante la película, porque esa es la primera vez que uno chequea qué pasa entre la película y el público. Me sorprendió que tratándose de una película tan local -porque es una película que está basada en la esquina de mi casa- pueda tener una resonancia a públicos tan bastos, tan lejanos y tan distantes, de otras culturas y de otros países. Eso me gustó mucho, porque esa esquina -que es concretamente la esquina de la calle Manuel Montt con la calle Valenzuela Castillo en Santiago- se transforma en un lugar que resuena en todo el mundo, pasa a ser un lugar abstracto que hace pensar al público en sus propias esquinas, en sus propias casas, sus propias experiencias de vida con sus barrios. Pero no sólo eso, también creo que la película comunica bien con el espectador la experiencia con el tiempo. La experiencia de ir de un tiempo a otro sin previo aviso, que eso es algo que inquieta y gusta al mismo tiempo, que provoca. Entonces la experiencia mía fue de sorpresa, me sorprendió la comunicación con el público y públicos tan distintos. 

Es difícil explicar de qué se trata Yo nunca subí el Provincia. La sinopsis dice: “La película es la relación de un cineasta con la esquina de su casa donde un nuevo edificio ha cambiado la vida del barrio y además ha interrumpido la visión que él tenía del cerro Provincia y de la Cordillera de los Andes. Esta situación la cuenta en cartas manuscritas a una joven cineasta que un día fue a dejarle su primera película”.  Y si bien la película es todo eso, pero no es sólo eso. Tus películas son siempre una experiencia y ésta se conecta con Aquí se construye y con esa reflexión respecto a cómo cambian los barrios, a cómo esa idea de modernización va cambiando los estilos de vida, no necesariamente para mejor, y por otro lado también con tus últimas películas que tienen mucho que ver con la reflexión respecto al mismo ejercicio de filmar y de ir dando cuenta de tu mirada sobre el mundo y tu situación geográfica pero también filosófica en este momento. Entonces, la sinopsis sirve, pero yo diría que “Nunca subí al Provincia” es una experiencia que trasciende esa descripción…

– Claro, me pasa lo mismo que a ti, es difícil decir de qué se trata la película. Creo que esa sinopsis es muy buena porque ayuda a poder decir de qué se trata, sin embargo, como tú dices, la película es eso, pero es muchas otras cosas también. A mí me parece que cuando es difícil decir de qué trata una película, ya empieza a ser una película muy interesante. Cuando uno puede decir muy claramente de qué se trata una película, ya se transforma en algo predecible que se puede contar fácilmente, pero cuando una película no se puede contar muy fácilmente pasa a ser mucho más cercana a la experiencia humana. Todos nosotros vivimos cotidianamente, experiencias en las que pensamos y con las cuales nos emocionamos, que no son tan fáciles de contar, nos cuesta llevarlas al lenguaje escrito o hablado, son experiencias siempre íntimas que no son fácilmente traducibles a la palabra. Entonces estamos frente a una película que tiene las propiedades que una película puede tener: son emociones, surgidas a partir de la conjugación de imágenes, no de palabras solamente, sino que, de sonidos, palabras, imágenes, que solo pueden ser hechas por medio del cine. Entonces esa experiencia es la experiencia de todas las personas, el espectador también puede sentirse un creador de la propia película y del propio mundo que está imaginando a partir de ella. A mí me gusta eso de la película, que no sea tan fácil decir de qué se trata porque es de una experiencia humana mental, emocional y cinematográfica.  

Y quería preguntarte sobre esa misma identificación con el barrio, en un momento como el actual en donde lo espacial está en tensión frente la reclusión ¿Cómo sientes que puede aportar o transformar la experiencia que uno tenga con la película? Pensando que la gente la va a ver ahora desde distintos lugares encerrados en sus casas y no en el cine.

Puede ser que la situación de pandemia ayude a ver la película mejor. De alguna manera, relacionarla con esta situación de valorar lo que uno tiene muy cerca: la propia casa, la ventana, lo que se ve desde la casa, lo que está cerca de la casa, como la esquina y los vecinos, todo eso. La película produce una valoración de eso, pero al mismo tiempo, la película permite salir de ahí y viajar a partir de recursos como la imaginación, y materiales que todo el mundo tiene como fotografías o películas caseras, cosas de archivo que uno guarda y que te permite viajar a través de la memoria, del recuerdo, de la imaginación a otros lugares, a otros tiempos y a otros mundos. Eso es lo que la película pone en escena: un estado mental de viaje y eso también es una experiencia humana, cotidiana -creo yo- reconocible por todas las personas. Tengo la impresión que la gente puede contactar con esa experiencia, aunque también puede ser que la gente diga “bueno ¿de qué se trata esta cuestión?” o decir “no entiendo mucho” pero no importa porque ¿Cuándo entiende uno mucho de algo? muy pocas veces.   

Como tú dices, ese cine en que uno puede explicar de pe a pa todo lo que sucedió en la película, realmente genera que uno se pregunte si efectivamente se trata de una experiencia cinematográfica.  

– Claro, más bien era una ilustración de algo, es que uno ve ese tipo de cosas y ya, las vió y no las ves nunca más, pero yo creo que esta película deja pensando, deja inquieto, deja motivado, te deja con algo no resuelto que te estimula a pensar en tus propias cosas. 

Aparte es interesante cómo conecta con tus otras películas; yo me refería anteriormente a Aquí se construye pero también con El otro día y el espacio -como tu decías- de la situación de la casa y qué es lo que sucede desde la casa hacia afuera. Este ejercicio de situación geográfica y de posibilidades de viaje que se disparan…

Si, esta película la verdad es prima hermana de esas películas, de El otro día y de Como me da la gana y puede que haga otras películas así, que siga haciendo películas primas hermanas de las otras. Pero en cada una pruebo distintas cosas, voy dando un pasito más adelante en algo. Por ejemplo, en “Nunca subí el Provincia” está la experiencia de la carta, eso me parece que es particular de esta película e interesante. La experiencia de la carta manuscrita, donde incluso se ve mi mano escribiendo cartas sobre un papel con una pluma fuente, una lapicera con tinta azul. Esa experiencia tan sensual de la palabra escrita con un sonido -porque suena la pluma cuando toca el papel-, creo que también tiene una nostalgia, porque hoy día nadie hace esas cartas. Esa escritura es la posibilidad de comunicación con el otro a partir de las experiencias personales, y la carta también es muy cinematográfica. Cuando uno se pone a escribir -ya sea en el computador, porque la mayoría de la gente escribe en computador- cuando uno se pone a escribirle a alguien sin un propósito específico de lograr algo, sino que simplemente de estar en relación con otro, ahí te asaltan una cantidad de imágenes “¿Qué cuento? o ¿Qué voy a decir?”. Entonces, en ese momento el escritor de cartas se transforma en un cineasta, porque tiene que decidir qué imagen pone primero, qué imagen pone después, cómo las edita, cómo las cuenta, con qué estilo lo hace, en fin, la escritura es una experiencia cinematográfica absoluta y eso hizo que esta película también fuera al mismo tiempo una carta. De repente se confunde si la película es una carta, o es una carta de la cual la película se aprovecha. La película es una carta en la cual uno pasa de una frase a otra o de una imagen a otra sin aviso, no hay para qué avisar que uno va a cambiar de imagen o de tema, uno va contando nomás.