Entrevista Sebastián Moreno, director de “Sergio Larraín: El instante eterno”
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Por tu película La ciudad de los fotógrafos sabemos que eres hijo de fotógrafo y por lo tanto tienes un vínculo importante con este medio de expresión, pero particularmente ¿qué te llevó a querer contar la historia de Larraín?

– Yo creo que la particularidad de Sergio, o lo que quedó como un misterio fue esta idea de que Larraín se había retirado hacia un mundo espiritual interior, abandonando la fotografía. Un día en mi casa aparecieron unos libritos de él, los Kinder Planetarios, libros que no tiene fotografías, son solo texto y dibujitos muy sencillos que él hizo para compartir su experiencia espiritual. Entonces quedó instalada la pregunta. ¿Qué es lo que pasó en la vida de Sergio que pasó de hacer fotos del mundo exterior a esta introspección al mundo interior? porque después de su retiro, poco se habló más de él, esa historia no estaba contada en ninguna parte. 

Larraín era un fotógrafo referente de otros fotógrafos chilenos. Sus fotos tienen otra categoría por la forma en que miraba, en que encuadraba, la forma en que nos invitaba a aproximarnos a la realidad de una manera muy novedosa, muy vanguardista, un poco extraña, con unos encuadres muy poco académicos que, sin embargo, funcionaban. Sus fotografías contenían un misterio que también era una pregunta, algo para resolver y esa pregunta siempre estuvo ahí. Después de su muerte se abre un poco más el mundo de Larraín, que hasta ese minuto era muy hermético y ahí es cuando decido ir búsqueda de la gente que lo conoció. Yo sabia que en vida Sergio no daba entrevistas, no recibía a nadie que no conociera de antes. Habían muchos mitos con respecto a la historia y la vida de Sergio, y lo difícil que era acceder a Magnum, lo difícil que era acceder a su familia. Entonces desde el comienzo del proyecto nos dijimo- “vamos con desapego, lo que encontremos es lo que vamos a tener, y está bien. Lo que ocurra, va estar bien” y con esa actitud de desprendimiento fuimos avanzando y profundizando cada vez más hasta llegar a lugares que no imaginamos, como los archivos de Magnum, a historias familiares muy intimas, muy sensibles que van armando este relato sobre Sergio.

Llama la atención que, a pesar de su reconocimiento, casi no hay material de archivo de él, casi no hay referencias de entrevistas en el documental, parece que era una persona que se cuidó mucho de hablar en público ¿Cómo se reconstruye un personaje de esta relevancia, cuando no tenemos su voz?

Eso fue una obsesión, por eso hablan los que lo conocieron. Él ya no está, entonces ¿Cómo acercarnos a Sergio cuando ya no lo tenemos físicamente? Y lo fuimos resolviendo en la medida que aparecieron imágenes, fuimos encontrando archivos familiares, vhs, películas familiares que están sin audio, porque son súper 8, pero en las que podemos ver a Sergio pequeño, con sus hermanas jugando a tirar bolas de nieve. Y hacia el final del rodaje, apareció un casete, un casete con la voz de Sergio, que es la secuencia final que es donde él hace una meditación guiada.

Al principio decías que la gracia de las fotos de Sergio Larraín es que son muy misteriosas ¿Descubriste el misterio?

Muchos misterios se descubren en la película, pero también se abren nuevos misterios, en ese sentido es como una caja que se va abriendo y dentro de esa caja hay otra caja. Yo creo que Sergio Larraín, de alguna manera, es una excusa para entrar en los mundos que él habitó, por supuesto el de las fotografías – en donde hay mucho por ver-, pero también de esta especie de desclasificación que hicimos de material íntimo familiar, en donde -por ejemplo- vemos a Larraín de 17 – 18 años con una Leica colgada al cuello, y descubrimos que él ya era un fotógrafo a esa edad. Las primeras fotografías de Larraín son a esa edad, y ya era un gran fotógrafo, ya tenía una mirada muy formada, tenia muy claro lo que era un encuadre, lo que era la síntesis de un sentimiento, de una historia en esa imagen, él lograba transmitir cosas ya a esa edad, cuando hay fotógrafos que se demoran años en lograr eso. Eso nos habla de una cosa súper potente, que es de dónde viene Sergio. Él jamás podría haber sido el que fue, si no hubiese nacido en la familia que nació y haber tenido al padre y la madre que tuvo, los que se preocuparon de nutrirlo visualmente, culturalmente. Viene del privilegio, su familia eran millonarios con mucha cultura, entonces a sus hijos les dieron muchas posibilidades de ver cosas muy únicas, que formaron sus miradas, sus percepciones del mundo. Creo que en las fotos de Larraín eso se puede ver.

Pero al mismo tiempo, hay una rebeldía sobre ser Larraín Echeñique, sin necesariamente darle la espalda a su familia. Él se va a Estados Unidos y cuando regresa, empieza una serie -que es de sus trabajos más famosos- con niños de la calle, y uno de los testimonios que se recoge en el documental dice que él se identifica con ellos. Hay ahí un tránsito de clases muy potente, una especie de crisis identitaria que empieza a resolver con las imágenes que va creando ¿Qué te llamó la atención de ese proceso?

Claramente esta especie de patrón que ocurre en la vida de Sergio, que es abandonar. Primero su familia de origen, luego el éxito profesional y el rol de fotógrafo también lo abandona, después se casa y también abandona eso. Todo estos sitios “de normalidad” en donde la sociedad nos dice que debemos encajar, para él son incomodos, son lugares que no le permiten sentirse pleno. En ese sentido, tengo la impresión de que Sergio no lo pasó bien en su infancia y yo creo que esa búsqueda espiritual está siempre asociada a un dolor, a una sensación de no tener resuelto algo importante para la intimidad de cada persona, y creo que a Sergio algo así le ocurrió. Algo hay ahí en su historia de infancia que lo marca profundamente y que produce esta inquietud, esta necesidad de buscar una realidad que le ayudara a sentirse mejor con su existencia, con su vida. Entonces, a pesar de sus privilegios y logros, esos lugares para él no son suficientes. Es notable, en ese sentido, el arco dramático de su vida que va hacia el desapego, él viaja hacia el vacío y también lo hace desde su fotografía. Él dice que lo importante es fotografiar el aire, lo que circula entre las cosas, y él cada vez va entrado más en eso.

El documental permite acceder a muchos espacios de intimidad, tanto en términos de material -fotos, imágenes, grabaciones- pero también en testimonios muy abiertos de sus hermanas, sus sobrinos, sus amigos, su ex esposa, su hijo. ¿Cómo lograste crear complicidad para hablar de un personaje tan misterioso como Sergio Larraín?

Con los años, una cosa que he aprendido es que uno cuando llega a ser una entrevista a la casa de una persona, esta invadiendo, y eso significa que hay que trabajar con equipo liviano. Es muy importante generar un ambiente de confianza y de pocas distracciones. También ocurrió que la gente confió en lo que se les estaba proponiendo: abrir la mirada sobre Sergio. Yo creo que había muchas ganas de todos los que participan en la película de abrir realmente la historia de Sergio, de desclasificarla, como decir: “ya esta bueno de secretos, los secretos no nos han hecho bien, creemos que este es el minuto de abrir la historia, de que el mundo sepa”. Es mejor saber que no saber y por último después cada uno tiene la libertad de decidir qué pensar o qué hacer. Los secretos familiares no le hacen bien a nadie, porque finalmente se traspasan de generación en generación y, al final, hay alguien que paga las consecuencias de ese silencio sin saber por qué. Creo que un logro importante de la película es ese acceso a esta intimidad, a estos dolores, a estas experiencias de vida que también marcaron a Sergio y que van marcando también sus trabajos. Porque ligado a la experiencia humana – la intimidad humana familiar de sus hijos de sus ex parejas-, también accedimos a la intimidad de su trabajo, que son esas tiras de contacto que para mi son una joya. Cuando encontré la que tiene, por ejemplo, esa foto famosa de la porteña en el bar, pude ver que está rodeada de veinte imágenes más que son tan lindas como esa, y ahí uno descubre el trabajo de selección del fotógrafo. 

Desde La ciudad de los fotógrafos tus documentales son en colaboración con Claudia Barril, y si algo cruza este trabajo conjunto de ustedes es esta preocupación entre el relato del mundo privado y el patrimonio. En La ciudad de los fotógrafos, pero también como en Guerrero y en Habeas Corpus accedemos a historias muy personales, pero que tiene que ver con el patrimonio y con la memoria chilena…

Nos importa la parte íntima porque creemos que define todo hacia el exterior. Aunque a veces no todos los detalles son necesariamente contados, desde la intimidad asoman más luces sobre lo que puede ser una obra, en este caso una fotografía. Porque siempre uno tiene como la mitad de la historia, se queda con una parte y hay que deducir mucho. Y quizás porque vengo también de una familia en donde también hubo muchos secretos en alguna época, en la dictadura. Y por justas razones, se pensaba que a los niños no se les podía contar todo. Pero a lo largo de los años yo siento que hace bien, obviamente con criterio, hacer parte a la tribu de los secretos. Yo comparo lo que es el país a una familia, nosotros como sociedad chilena somos como una gran familia y mientras más secretos tengamos más tiempo vamos a permanecer atados a esos secretos, en cambio si empezamos a hablar, si empezamos a ventilar, bueno que cada uno se haga cargo como quiera de lo que le pase con esa información, pero ya está puesta en la mesa, y eso nos permite ir avanzando y no seguir como con un lastre que nos retiene. Sobre todo hoy en día en un momento tan importante en el que Chile repensándose a sí mismo. En esta pandemia, estamos todos con nosotros mismos, encerrados, enclaustrados también reflexionando, como lo hizo en algún momento Sergio Larraín –aunque voluntariamente- él se recluye también. Creemos que ahí hay mucho que explorar, porque a veces se separa al artista de su obra, no se explicita el vínculo, como que la obra era una cosa muy pura, pero creo que están profundamente ligados. Entender una obra de arte en relación con su creador, con lo que le paso en su vida, es clave y por eso para mi era importante conocer esos detalles sobre Sergio, creo que a veces esos relatos dicen mucho más que un libro con historias llenas de datos o mitos incluso, porque hay mucho mito alrededor de Sergio.

Ayuda salirse de los prejuicios y conocer las razones. Además, resulta sano reconocer que la gente que admiramos también tienen una cabeza compleja y contradictoria, porque así somos los humanos finalmente…
Si, somos todos así. Y es bueno también ver a nuestros referentes como seres humanos complejos y con contradicciones, porque hasta que no aceptemos eso, no podremos avanzar.