Entrevista Rodrigo Sepúlveda, director y guionista de “Tengo miedo torero”
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Hablamos con Rodrigo Sepúlveda, director y guionista de cine y televisión -responsable de las películas Un ladrón y su mujer, Padre nuestro y Aurora-, sobre su más reciente trabajo Tengo miedo torero, de la distribución en plataformas y de adaptar la reconocida novela de Pedro Lemebel. 

Después de años de trabajo Tengo miedo torero logró estrenarse en el contexto de pandemia, por lo que tuvo un estreno comercial en septiembre del 2020 vía streaming y ahora está disponible a través de la plataforma amazon prime. Quería partir preguntándote por esas posibilidades tecnológicas y la luz y sombra al no poder haber estrenado la película en salas, pero haber llegado a tanta gente a través del visionado virtual. 

– Como dices, fue una luz y sombra. Nosotros hacemos películas para verlas en un cine, para compartirlas con personas y fue muy extraño estrenar por streaming. La película tuvo su estreno internacional en el Festival de Cine de Venecia, al cual no pudimos asistir por la pandemia. Y estábamos bastante tristes al principio, pero luego se abrió una ventana que nos dio la preciosa oportunidad de dar la película por streaming, llegando incluso a lugares en Chile en donde no hay salas. Entonces empezaron a pasar cosas fantásticas, nos escribieron personas de distintos lugares, gente que la vió en Chiloé, personas de Punta Arenas, de Puerto Octay … y eso fue maravilloso. Aun así, tuve la oportunidad de ir al Festival de Guadalajara donde se mostró y cuando iba a entrar al cine, me di cuenta que nunca habia visto la película con personas, y cuando llegué había una cola, con personas con entrada en la mano y fue sumamente emocionante. Las películas, como las obras de teatro adquieren una vida propia cuando se exhiben. 

Lemebel, es un nombre muy relevante de nuestra cultura y la Loca del Frente es un personaje particularmente muy querido también, tenemos un imaginario asociado tanto al autor como al personaje. Además, Tengo miedo torero se estrena después del exitoso documental de la Joanna Reposi. Es interesante ver como estas películas dialogan de alguna manera y que el documental pudo haber sido –especialmente en el exterior- un antecedente importante para poner en contexto y conocer a esta Loca del frente en Tengo miedo torero.

Si, eso fue increíble, el documental de la Joanna -que a mi también me gusta mucho- le abrió las puertas a esta película en países donde no se conocía a Pedro Lemebel. También pasó algo bien especial, y es que nosotros filmamos justo antes del estallido social y durante el estallido Lemebel como figura nacional fue adquiriendo cada vez más resonancia. Mientras yo estaba editando la película, veíamos que después de las manifestaciones en las calles habían rayados y decían: “No tengo miedo torero”, “Lemebel está vivo” y de hecho una vez me toco ver que habían reemplazado la estatua del Monseñor Casanueva frente a la casa central de la Católica por una foto de Lemebel. Entonces al momento del estreno la figura de Pedro Lemebel estaba muy relevada.

Eso es una potencia, pero también me imagino que puede ser una dificultad, porque genera una expectativa, por ejemplo, una de las cosas que tiene Lemebel es su floritura literaria, ¿Cómo se traduce ese mundo que él construye desde su ejercicio cronista? ¿Cómo fue ese ejercicio de adaptación?

Bueno eso fue para mi, un triple desafío, por todo lo que tu dices, porque Lemebel es una figura nacional importante, porque su escritura es barroca, es una escritura que yo me preguntaba mucho en cómo se podía llevar al cine. Al inicio del libro aparece una presentación de la casa y del personaje y cuando leí que nombra –escuetamente- el terremoto, entendí que ese terremoto que mencionaba Lemebel era sumamente importante en la puesta en escena, tomé conciencia que el terremoto había sido hace menos de un año en la historia, que ocurre en septiembre del ’86. Y me pareció que toda esta idea de Santiago terremoteado, de esa pajarera terremoteada, ese pasaje en el suelo, era una estupenda metáfora de la sociedad chilena del año del 86, y nos agarramos mucho de eso en todo lo que fue la puesta en escena.

Otra cosa que hace Lemebel es la visibilizacion de un mundo homosexual que estaba oculto en ese momento y que no es el gay sofisticado, sino que es de la loca propiamente, full queer… y ahí entra la participación de Alfredo Castro. Quería preguntarte respecto a esa construcción que hicieron juntos de La Loca del frente.

Bueno era fundamental, para contar esta historia, tener un buen actor. A mi lo que más me mueve dentro de la dirección en cine, es el trabajo con actores, encuentro que la dirección de actores es fundamental. Alfredo fue llamado por Pedro Lemebel una vez y le dijo: “Yo quiero que tú seas La Loca”. Entonces cuando me llegó esta novela, era como comprar una casa con un piano dentro, ya venía con el actor, pero menos mal que era Alfredo. Y fue muy bonito armar ese personaje, fue muy entretenido hacerlo. Yo tenía la certeza – y Alfredo también- de que no podíamos caer en el cliché, no queriamos hacer este personaje como de la loca loca, sino que era un personaje con muchas capas, con mucho espesor. Cuando leí la novela, ya pensando en una adaptación cinematográfica, era evidente que dentro de ese personaje vivían y convivían muchas personas. Estaba la Loca del mundo privado que está en su casa bordando manteles para las señoras de la clase alta chilena, esta la Loca que sale a prostituirse en un cine porrno en el centro, esta la Loca que tiene que travestirse de hombre para salir a las calles y no correr riesgos y esta la Loca que conoce a Carlos y se enamora, esa Loca seductora. Para mí era sumamente importante mostrar toda su debilidad, toda su fragilidad, mostrarla en sus miedos. Es una mujer vieja y ella siente que ésta probablemente puede ser su última historia de amor. El trabajo de construcción con Alfredo siempre tendió hacia allá, a que fuera un personaje profundo.

En el personaje hay, al mismo tiempo, una entrega alocada enamorada y una dignidad que nunca se pierde. Pero ésta Loca no anda sola, esta loca viene de un mundo que refiere no solamente a sus vínculos y a las otras locas que le rodean y a los mundos que habitan, sino también al mundo cultural que la alimenta, por ejemplo, la música que escucha y que tiene un rol absolutamente central en la novela y también en la película. 

Inicialmente, la Loca es una mujer de derecha, es una mujer que está encerrada, que no quiere saber de la realidad que hay afuera en las calles. Y es a través de Carlos que va conociendo esta otra realidad, y ese arco dramático es tan lindo.  También en Lemebel la música siempre fue muy importante. En el mundo Lemebeliano siempre hay música y es esa música am, esa música con la que todos fuimos criados, esa música melodramática, llena de emociones, llena de aventuras amorosas. La idea era rescatar y potenciar eso. De hecho, dentro de los muchos homenajes que hay en la película, está la canción de Paquita la del Barrio “Invitame a Pecar” que es la que usaba Pedro Lemebel en su programa en la radio Tierra. Siempre supimos que la música era un elemento extraordinariamente importante y tomé esta opción de hacer casi cuatro musicales dentro de la película, entendiendo que esas escenas son sus armas de seducción hacia este joven guerrillero. 

Tengo miedo torero es una co producción que involucra actores y actrices de otros países. Sumar esos acentos y nacionalidades a la narración sin que se sienta artificial es un desafío. En esta película transformas a Carlos en este mexicano militante y con compañeros de distintos lugares, también hay una loca de Argentina. Hablemos de ese ejercicio de adaptación y de cómo fue posible hacerlos calzar para que no hiciera ruido al interior de este relato.

– Bueno ahí volvemos a lo que hablábamos recién, a lo importancia del trabajo con buenos actores y la relevancia de la dirección de actores. Yo creo que cuando un intérprete está bien parado en su personaje y sabe quién es ese personaje que está representando, a uno se le olvida las barreras. A mi me parece que además le da una universalidad al relato, creo que la presencia de Leonardo Ortizgris como Carlos transforma esto en algo latinoamericano, esta historia que estamos contando. Y es una realidad que lo hemos ido constatando con los distintos países donde se ha dado la película.

Hablemos también de la construcción de ese mundo que es el Chile del 86 que, imagino, fue un tremendo desafío de producción ¿Cómo se genera ese espacio que invita al público a viajar a este imaginario?

– Cuando entré a la novela pensando en hacer la película, para mí era muy importante el hecho de que viví en los ochenta y sentía que, de algún modo, hoy en día hay como una especie de nostalgia por esos años que eran unos años de mierda. Fueron unos años muy difíciles, difíciles para el mundo lgtb, muy difíciles para los que participamos en política. Eran años peligrosos, momentos sumamente complicados por lo que todos ya sabemos, y yo quería que la película tuviera ese espíritu, que esa oscuridad de la época que nos tocó transitar a los que vivimos en los ochenta quedará reflejada en la película. En ese sentido, por ejemplo el trabajo de los extras que aparecen en la película son personas que llegaron a una convocatoria que hicimos a través de la municipalidad de Recoleta, e invitamos a personas de grupos de teatro, a militantes a trabajar en la película, para que esa gente que estuviera manifestándose en la calle, fueran reales, y lo mismo con la agrupación de familiares de Detenidos Desaparecidos, yo me contacte con Lorena Pizarro, me junté con ella para pedirle su colaboración. Todas las personas que están en esa escena encadenándose en el congreso, son la agrupación de familiares de Detenidos Desaparecidos. Yo creo que eso le da un peso a la puesta en escena que es fundamental. También colaboró en la película el Mono González, que es el creador de La Brigada Ramona Parra, y fueron ellos mismos los que pintaron las calles para la película. Entonces Tengo miedo torero tiene muchas capas y tiene muchos homenajes, hay un mundo ahí que para mi era muy importante que fuera real y que no fuera una representación sólo ficticia.