Entrevista con Gabriela Sandoval y Carlos Nuñez, co creadores de SANFIC
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En el contexto de la 16° Edición del Festival Internacional de Cine de Santiago conversamos con su director artístico, Carlos Núñez, y con la directora de SANFIC INDUSTRIA, Gabriela Sandoval, sobre esta década y media de historia, lo que ha cambiado en el cine chileno y lo que se ha aprendido en todo este tiempo.

¿Cómo recuerdan el panorama del cine chileno cuando partieron con Sanfic, hace 17 años atrás?

Carlos Nuñez (CN): Básicamente estábamos en un momento iniciático de muchas directoras y directores que justo estaban haciendo un giro, no sólo en la manera en cómo se estaba filmando cine por las nuevas tecnologías, sino que también porque había una tendencia de hacer películas con equipos reducidos, más independientes y con temáticas mucho más coloquiales o de la vida diaria. Estaba apareciendo Sebastián Lelio, Matías Bize, Alicia Scherson y otros, que creo que le cambiaron la cara al cine chileno. También desde esa época hasta hoy día, la internacionalización del cine chileno ha logrado mucho reconocimiento y ha generado puentes entre Chile y el mundo. Y en ese momento fue cuando apareció Sanfic a acompañar eso que estábamos viendo que estaba pasando, no solo en Chile, sino que también en otros países del mundo. En el 2004 o 2005 aparecieron nuevos fondos nacionales e internacionales que empezaron a empujar el tema del audiovisual nacional, así que creo que fue un momento especial.

¿Qué espacio sienten que vino a llenar el Sanfic, en ese momento? 

Gabriela Sandoval (GS): Principalmente sentíamos que, en Santiago, faltaba un punto de encuentro entre les realizadores y el público. Nos parecía que existían esos espacios en festivales de otras regiones – como Valdivia o Viña- porque los que estaban en Santiago, eran festivales específicos, como Fidocs. Nos parecía interesante poder estar mostrando los nuevos talentos internacionales y esta nueva generación del cine chileno. Estas nuevas voces que empiezan a surgir justo cuando empieza a nacer Sanfic, por lo que pudimos acompañar toda esa camada de directoras y directores. 

Respecto a la conexión con el público, Santiago tiene una gran cantidad de audiencia potencial, pero también es difícil porque siempre hay muchas actividades y es muy complejo hacer un festival en Santiago también porque moverse es complicado. El impacto de un festival que se hace aquí es completamente distinto a un festival que se hace en región, por los públicos – desde la densidad demográfica hasta la diversidad de audiencias- que puede haber.

Cuando viajábamos y veíamos el efecto de otros festivales pensábamos en la posibilidad de hacer algo acá. El Bafici, por ejemplo – que apadrinó nuestra primera edición-, es un festival que se hace en una capital, de un país que concentra una cantidad de público impactante y renueva la cartelera de esa ciudad porque, hasta el día de hoy, los estrenos norteamericanos son un 80 o 90% de lo que llega, y vemos muy poco cine de la región y cine europeo. Los festivales son entonces, esta ventana que te muestra una variedad de cine, distintas voces, de distintas latitudes y distintas propuestas, condensado en una semana o 10 días lo que para un espectador es muy interesante. El poder acceder a distintas miradas, visiones y películas en tan poco tiempo, y poder verlas legalmente y en buena calidad, puede hacer una gran diferencia.

Da la impresión de que cuando Sanfic parte lo hace con una vocación internacionalista muy clara en dos vías: traer a Santiago un cine que no se estaba viendo en la capital y, por otro lado, transformar a Santiago en un lugar que fuera importante para la industria cinematográfica de la región. Hablemos de esta relación de Sanfic como puente de Santiago y de la industria cinematográfica chilena para el resto del mundo y de vuelta en términos de acceso a las películas.

CN: Si, precisamente una de las cosas que recuerdo en esa época que teníamos claro que había que hacer era fijar una línea editorial. Tener una programación con criterios claros y proponer algo que en Chile no existía. Tuvimos el privilegio de visitar varios festivales en el mundo y en general, en los más serios, se daba que existía esa línea curatorial. En ese sentido nos preocupamos de que, en Sanfic, hubiese una línea artística definida. También una de las ideas que teníamos era hacer dialogar al cine internacional con el cine chileno y viceversa, sentíamos que se venía algo interesante y por eso queríamos proyectar el festival a 10 años. Entonces eso también permitía programar a ciertos directores y directoras, tener a ciertos realizadores, tener ciertas asociaciones y alianzas, era de alguna manera súper estratégico todo y tenía que ver con una manera de gestionar el tema de los derechos internacionales, negociar con agentes de ventas, participar de espacios de mercado, lo que inicialmente no era fácil. 

Esos primero años nosotros visitamos festivales internacionales como Toronto, San Sebastián, Cannes – tratábamos de ir  a los más importantes porque cada viaje era una gran inversión- y, en esa época, había muy poca gente chilena en esos espacios, los espacios de mercado ni siquiera tenían un stand Chileno, entonces éramos nosotros y dos más que andábamos ahí haciendo alianzas, conversando con gente y promocionando el cine chileno – lo que luego empujó a  que apareciera Cinema Chile por ejemplo- veíamos que estaban los mexicanos, los brasileños, los argentinos con sus stand en los distintos mercados y nos preguntaban qué pasaba en Chile, quiénes son las nuevas realizadoras, los nuevos directores, quién se viene y nosotros de alguna manera transmitimos esa información con lo que veíamos a través del festival. 

Ese fue el contexto de nuestras primeras ediciones, y por eso buscamos también a armar estos espacios de “Work in Progress” que tenía que ver con ese diálogo. Pensábamos que desde esa época en adelante se venía una buena cantidad de producciones, que ya estaba aumentando, también porque las nuevas tecnologías permitían que se pudieran hacer películas más baratas y de alta calidad. Al segundo año de Sanfic se sumó la fundación CorpArtes -con quienes hemos trabajado hasta ahora en conjunto con Storyboard Media- y así empezamos a ganar las confianzas para que la industria nacional e internacional siguiera en el futuro poniendo sus películas en nuestro festival. Un festival de cine no se hace a espaldas de su industria, del quehacer audiovisual del propio país. Fue todo un cúmulo de cosas que nos permitió ir armando y proyectando el festival.

Y en ese sentido ¿Cómo fue ese proceso de generar al interior de Sanfic un área de industria?

GS: Desde el inicio teníamos muchas tener este espacio y uno se imagina que va a hacer un montón de cosas y 17 años atrás, teníamos puro entusiasmo. Para la segunda versión – ya con CorpArtes- empezamos a armar un proyecto pensado a 10 años. Pensamos que los festivales por un lado son una ventana para mostrar un cine, para posicionar a nuevos directores, para hacer de plataforma de difusión de directoras y directores, tanto nacionales como internacionales, y conectar con el público; y también, por otro lado, tiene que ser un espacio de fomento del sector en donde está y desde ese pensamiento fuimos viendo y conectando. 

Empezamos con un working progress que no tenía premios. Me acuerdo que ahí participó “Padre nuestro” la primera de Rodrigo Sepúlveda por Chile. Empezamos a ver cómo iba surgiendo el cine nacional de entonces y cómo también se iban generando estas producciones a nivel latinoamericano, y cómo estas nuevas voces iban complementando al ecosistema que ya existía en el audiovisual local. También cómo esta producción se fue haciendo espacio en el panorama mundial, hoy no hay festival en el mundo que no tenga seleccionada una película chilena – ya sea de ficción, animación, documental o cortometraje- y eso genera un interés enorme de programadores, distribuidores y agentes de ventas para venir a ver qué es lo nuevo que está generando el cine nacional, qué proyectos se están pensando, cómo se están generando y la vinculación: lo que implica producir películas en Chile que ya no se hacen únicamente con fondos de acá, sino que Chile depende del mundo para hacer sus películas, por eso es importante esa circulación en estos espacios internacionales, porque son muchas películas en coproducción con los países vecinos o con países europeos.

Empezó con una especie de work in progress local, luego empezamos a tener muchas visitas de programadores que se pagaban sus pasajes y su estadía, y solo nos pedían la acreditación. Cuando te empieza a pasar eso dices: “ok, parece que vamos bien”. Y luego abrimos el WIP hacia Latinoamérica, y cuando lo hicimos me acuerdo que gana la película “Los nadie” de Colombia. Como en el festival también había programadores de otros festivales, empiezan a salir esas primeras invitaciones y hacen premier mundial en Venecia. Después se está inaugurando el festival de Cartagena de Indias y cuando estábamos ahí vemos que aparece gigante el logo de Sanfic Industria y el director de la película diciendo que “Sanfic fue el puntapié, fue nuestro primer espacio, de ahí llegamos a Venecia y después el recorrido”.

Nos pasó parecido con varias películas chilenas como “Sentados frente al fuego” de Fernández Almendras y “Joven y Alocada” de Marialy Rivas. Entonces esas conexiones que uno empieza a generar permiten visibilizar a cineastas que estaban con sus primeras películas, empiezan a crear mucho más interés sobre el cine nacional y también Latinoamericano. 

También uno de los puntos que nos parecía interesante era el cine de género; si bien existen festivales específicos de cine de género, nos parecía bien trabajar el cine de género dialogando con otro tipo de películas, como una película de derechos humanos, de ficción o con un documental sobre un personaje específico, etc. Entonces empezamos a abrir ese espacio de laboratorio hacia el cine de género y vincularnos con otros espacios más específicos, porque en Latinoamérica y Chile se está trabajando mucho el cine de terror y fantástico, hay muchas mujeres, directoras y productoras enfocándose ahí y es algo que se vende muy bien. Este último año pudimos abrirnos a otros temas; tener mesas de negocios, muchos más invitados: distribuidores, agentes de ventas o representantes de fondos que quieren venir a ver lo que se está generando en la región, y a través de estas alianzas nos abrimos a Iberoamérica. Por otro lado, también asumir la responsabilidad que tenemos como espacio y nos empezamos a enfocar en la producción de mujeres y lo que implica la producción con una mirada de género, mujeres que producen a directores, a directoras, entonces los últimos dos años el espacio se volvió 50+1, y ahora eso va a estar por bases: seleccionamos proyectos 50+1, ya sea de directoras mujeres o productoras mujeres. Es este impulso que tenemos que hacer también nosotros, como espacios semilleros para potenciar el cine podemos tomar ese compromiso. A todo lo anterior ahora se suma Sanfic Series, en que nos metemos con las series de ficción y no ficción en desarrollo y en estreno y que vamos a hacer en noviembre. 

En estos 16 años, ¿Qué han aprendido y cuál serían para ustedes algunas claves para sobrevivir -desde la gestión cultural y desde el sostenimiento de un festival- a largo plazo?

CN: Lo primero que diría sería que se necesitan más y mejores herramientas de gestión, porque el tema de la gestión es clave en la producción de un evento. Trabajar con fondos públicos, fondos privados, con fondos internacionales, con redes a nivel nacional e internacional, creo que eso fortalece de alguna manera la posibilidad de que los espacios se puedan producir. Porque eso también permite cierta libertad de contenido para hacer los eventos que tú quieras, porque no tiene mucho sentido si el día de mañana tú haces un evento con una marca, por ejemplo, y esa marca te empieza a pedir que tus contenidos sean distintos. También el tema de la prensa y difusión, el tema del marketing; yo creo que son equipos multidisciplinarios que hay que armar de tal manera, para poder hacer que por todos lados funcione, creo que es un mix de cosas que hacen que de alguna manera los eventos se puedan sostener.

Efectivamente las políticas culturales del ministerio y del gobierno tienen que mejorarse sin ninguna duda. En ese sentido, el tema de los fondos concursables y toda esa lógica que hoy día hay, es importante reestructurarla y ver de qué manera se puede mejorar para que haya más recursos para poder financiar eventos importantes, y por otro lado, el sector privado me parece que – salvo ciertas excepciones- tiene una gran deuda con los espacios culturales porque perfectamente podrían participar de mejor manera y también poner recursos ahí. 

Creo que por todos lados hay que seguir ajustando y seguir trabajando para que se pueda tener una sociedad que valore más los eventos y al mismo tiempo, que los eventos que también ayuden a desarrollar de mejor manera la sociedad donde se insertan, creo que hay que trabajar en red y de esa manera ir potenciando. Y trabajar también con el apoyo de la industria, porque como decía en un principio, si a la industria no le interesan tus festivales, no le importa poner las películas ahí porque se va a ir a otro festival, no vas a tener el mejor contenido y ese contenido sabemos que es importante.

Hay que trabajar mucho, nosotros los primeros cuatro o cinco años -y ahí Gaby se acuerda muy bien- trabajábamos 16 horas diarias. Le dedicamos tiempo completo para hacer que el festival fuera creciendo y tuvimos la posibilidad, como te decía, de hacer buena gestión para poder hacer que el festival económicamente se financiara y funcionara. Y eso nos permitió a nosotros también, poder dedicarnos tiempo completo a producir el festival y a que el festival fuera teniendo equipo y ese dato también es muy importante; tener un equipo profesional, profesionalizar el rubro de festivales para poder hacer eventos más potentes. Yo sé que hoy en día en Chile hay festivales que no pueden trabajar tiempo completo para producir el festival, es muy difícil. Fue con mucho esfuerzo y sacrificio -de haber dejado un montón de cosas aparte- para poder lograr que el festival fuera creciendo, así que el compromiso y el amor a lo que uno hace también ayuda mucho a empujar los proyectos.  

GS: Se necesita mucho entusiasmo y planificación. También, ver cuál es el valor agregado del evento para estos nuevos espacios que quizás se crean. Ya existen un centenar de festivales en Chile, pero eso no significa que no pueda existir otro espacio. El tema es que uno no viene a bajar ningún otro espacio ni a ser mejor que otro espacio, uno viene a entregar algo diferente porque hay un público muy diverso. Hay que entender los espacios de festivales como espacios de reflexión y poder poner ciertas temáticas a través de los contenidos de las películas para poder impactar de alguna manera en ciertas políticas públicas, creo que eso es uno de los mayores desafíos y mayores motores que tiene un gestor cultural cuando se involucra en un evento. Porque el cine tiene esta capacidad de entretener, pero al mismo tiempo, hacerte reflexionar. Una de las cosas que siempre hablábamos para Sanfic, era que uno nunca debe subestimar al público, uno no viene a enseñarle nada, no se tiene ningún conocimiento, ni superioridad moral o intelectual desde el que uno selecciona estas películas. Uno genera un espacio porque siente que hay una falta, ya sea, para mostrar un nuevo cine, para poder conversar de ciertas temáticas, para poder visibilizar ciertos otros y desde ahí, se entrega el valor agregado para poder convivir en este ecosistema. 

Creo que eso también fue importante para poder tener la permanencia en el tiempo; por un lado, las ganas, el compromiso, el entusiasmo – todo lo que explicaba Carlos-  y, por otro lado, esta planificación y pensar el trabajar en red; lo importante es ver cómo uno avanza y armónicamente participa en este ecosistema. Porque lamentablemente el sistema, como decía Carlos, los fondos de cultura -que son eso, postulaciones perversas que hacen que ganen unos sobre otros- generan una competencia y al final gana quien tiene la mejor formulación del proyecto pero eso no significa que sea el mejor proyecto, o que tengan un mejor impacto en la comunidad, entonces creo que hay que buscar también estas vías de financiamiento alternativas hasta que se reestructuren estos fondos o hasta que haya una verdadera política cultural pública de fomento al cine, pero mientras tanto uno tiene que buscar distintas vías de financiamiento público y privadas que te permitan producir. 

Creo que los 3 o 4 primeros años de un festival son super complejos, porque uno está trabajando la línea editorial, en la identidad que tiene el festival, desde los contenidos de las actividades. También se van recogiendo los aprendizajes -porque uno hace una edición, evalúa, ve cómo funciona y va haciendo cambios, no hay ningún festival que está desde el año uno de la misma manera, se hacen cambios positivos- y pensar algo desde el inicio a cinco y a diez y 15 años. Es un trabajo de largo plazo, pero es bien interesante, uno aprende muchísimo y se aprende en esto; a trabajar en red y a poder contribuir a ser mejores ciudadanos a través de los contenidos.