Chamila Rodríguez, co-directora de «La invención de la Patria»
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El camino fácil y obvio hubiera sido hacer un recorrido por la carrera de Luis Alarcón, una de las trayectorias más trascendentes e importantes en la historia del cine chileno, pero Galut Alarcón y Chamila Rodríguez buscaban algo más. Luis Alarcón debutó en el cine chileno con una breve aparición en Tres miradas a la calle, de Naum Kramarenco en 1957. Luego, su rostro se hizo habitual en las primeras cintas de Raúl Ruiz: Tres tristes tigres, Nadie dijo nada y Palomita Blanca, por citar algunas. También produjo y encarnó al juez de El Chacal de Nahueltoro. En dictadura, su nombre formó parte de las pocas pero vitales cintas Julio comienza en Julio y El Zapato Chino. Así, hasta hoy llegar a más de 30 largometrajes en los que ha participado.

En La invención de la patria algo hay de eso, sobre todo en una emotiva conversación entre Alarcón y Jaime Vadell. “Fuimos una generación notable”, dice este último, y con justa razón. Pero Galut Alarcón, hijo de Luis Alarcón y un destacado montajista de películas chilenas, empuja al actor hacia zonas incómodas. ¿Qué ocurrió entre padre e hijo días después del golpe? ¿Qué fracturas ocurrieron para que en un momento la relación entre ambos se sintiera tan distante? Galut se hace así cargo de la voz del documental, reflexiona y confronta a su padre, quién también se ve obligado a ver su relación con su propio progenitor. Pero el documental no se conforma con el testimonio, sino también busca cinematográficamente situar estos vacíos y conflictos de Galut. Se establece, a través de una destacable fotografía, una escenificación poética que abre un poco más la mirada e incorpora al espectador en esta búsqueda personal.

Acá hablamos con Chamila Rodríguez, quien co-dirigió junto a Galut Alarcón La invención de la patria.

– ¿Por qué realizar una película como La invención de la patria? ¿Por qué la idea de hacer una película sobre Luis Alarcón?

– Esto nació hace aproximadamente unos seis, siete años. Y partió como una biografía en movimiento a Luis Alarcón desde la mirada del hijo. Entonces, empezamos a filmar muy improvisadamente, con ideas que íbamos en el momento inventando. No fue algo estructurado. Y Lucho desde un principio fue como muy cálida y muy entregada su persona al documental; su intimidad, su familia. Y empezamos conversaciones más íntimas hasta que empezamos a creérnoslas y a decir esto ya es un proyecto más serio, es un largo. Empezamos a ver que había mucho material, mucha fotografía. Por ejemplo, el padre de Luis Alarcón es documentalista de la región de Magallanes: Esteban Alarcón.

– Sí, se ven unos extractos de unas películas.

Y, a partir ahí nació todo. Lucho un día encontró, haciendo orden en sus cosas, una cajita de cine con 3 minutos de los descartes de su padre, Esteban Alarcón, donde hay un asado familiar de cordero al palo donde está su madre, su padre, y él está chiquitito y eso se ve en la película. Entonces, desde ahí, Galut estuvo con Lucho esa vez que vieron ese material proyectado. Galut tomó esos rollitos y los fue a que Carmen Brito.

– Para poder apreciarlos.

Claro. Y después se lo llevó a Lucho para que lo vieran en la pieza. Y bueno, Lucho se emocionó muchísimo y de ahí Galut tomó un impulso más potente para seguir filmando a su papá, en esos momentos.

– Y ahí como que nace esa idea de la relación entre ellos dos, como de padre e hijo.

Más adelante. Porque primero fue como jugar en serio. De hecho al principio la película se llamaba Jugar en serio, porque Lucho iba a representar en el documental los personajes que nunca pudo hacer, que nunca el director le dio ese personaje que él quiso hacer. Como por ejemplo uno de Shakespeare, y lo hizo en la casa en la intimidad, con nosotros, un monólogo. Pero después a raíz de un diario que guardaba Lucho de Justo Alarcón (escritos en Puerto Natales en 1903), que decía: “Esta noche en el antiguo Teatro Cosmopolita, el popular actor chileno Justo Alarcón dará una función en beneficio propio”. Para parar la olla. Entonces ahí Galut  y yo quisimos cambiarle el nombre y ponerle, en lugar de Jugar en Serio, En beneficio propio. Y finalmente pasaron los años, y como llevábamos siete años trabajando apareció La Invención de la patria. Por la palabra Patria, padre, protección; la patria que cada uno tiene en la vida de uno. Patria para mí no es Chile. Para mí, o para otros, la patria está en cómo tu le enseñas a tu hijo a cruzar la calle, a hacer un huevo revuelto. La patria es lo que uno va construyendo día a día y la patria que te van proyectando tus papás, tu padre. Y sacar la patria que tenemos metida en el inconsciente, como que la patria es la nación, la patria es los milicos, no.

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– La patria con mayúscula….

Exacto. No. Quisimos sacar la mayúscula y poner la patria como nada: Una conversación es patria.

– La película además de hablar de la gran trayectoria de Luis Alarcón, también es una búsqueda personal de Galut sobre su niñez y su relación con su padre. Galut es tu pareja, y lo ayudaste en la dirección. ¿Cómo fue ese trabajo? Cómo fue tomar esta opción de finalmente exhibirse bastante en una película en primera persona.

Lo que pasa es que con Galut somos compañeros de vida, tenemos un hijo juntos, tenemos como una historia, ya habíamos hecho cortos juntos. Hicimos dos cortometrajes: Mudo corazón, que estaba inspirado en un poema de Jorge Tellier. Entonces fue un proceso creativo interesante con él. Y después hicimos un corto anónimo –que no lo exhibimos– con un grupo de jazz. Y parece que el mundo de Raúl Ruiz a él y yo nos involucraron inconscientemente en lo sueños, no sé porque su padre era actor de Raúl Ruiz. La primera década de cine potente de Ruiz fue siempre con Lucho, en todas las películas. Como tu bien decías, Lucho es el actor que más cine ha hecho en Chile. Más de cincuenta y siete películas, más de cuarenta y tantas teleseries, noventa obras teatro. Y está en el inconciente colectivo de muchas generaciones. Entonces que Galut se haya metido a trabajar con su padre la intimidad fue fuerte. Lo involucraba también la intimidad de él. O sea, su familia. Mi rol ahí, fue agregar algo desde la distancia. Porque Galut se metía en unos fangos y en unos rollos, por supuesto, porque es la relación de un padre con un hijo. Eso fue lo difícil, de cómo poder de repente distanciarse y poder seguir adelante con la película. Porque la película entraba en unas oscuridades. Incluso se paraba la película por momentos.

– Uno podría pensar qué tanto puede importa mi vida a los demás. Quizás esa distancia posibilita eso, como hacerlo más universal.

Sí, siempre quisimos que fuera chilena y universal. Que la película fuera la relación de un padre con un hijo, que se podía ver también en China, en Inglaterra, en cualquier parte del mundo. Porque lo familiar es muy común. Las conversaciones pendientes que tú tienes con tu padre. Entonces Galut enfrenta, conversa con su padre temas difíciles de su niñez, de su infancia. La relación de Galut conmigo en la película fue un proceso amoroso y contradictorio, pero fue exquisito igual. O sea, hacer una película es exquisito y después verla proyectada y que la gente se emocione y que sienta cosas y que la gente siga conversando la película horas es increíble. Nunca lo habíamos esperado eso. Fue como súper potente.

– Cómo se dio la posibilidad de exhibir esta película, porque es una película poco común, en primera persona, un documental, también tiene un cuidado poético bien interesante, de la imagen. ¿Cómo llegaron a poder exhibir la película en salas? Porque es muy difícil estrenar cine chileno.

Bueno, como estábamos muy convencidos –estamos muy convencidos– de que es una muy buena película, nos gusta mucho, por esas bellezas de la vida me presentaron a Alexandra Galvis, que es la directora de Market Chile y a ella le encantó el documental, le fascinó, y lo tomó inmediatamente. Entonces ella diseñó un circuito con Market Chile en BF Distribution de abarcar todo Chile con la película; porque Luis Alarcón es un personaje que lo conoce todo Chile. Y también queremos salir para afuera, pero también la idea es recorrer regiones. En enero estamos diseñando una gira por toda la Patagonia.

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– Yo te quería preguntar algo, porque uno, claro, ve siempre al Lucho en la tele, en el cine, pero uno nunca sabía mucho de su historia personal. ¿Él siempre estuvo abierto a retratarse en la película? Porque hay momentos muy personales, sobretodo estos diálogos con Galut, donde éste le pasa la cuenta. Le exige ciertas explicaciones sobre la relación que ha tenido con él. ¿Luis siempre estuvo abierto a esa posibilidad en la película?

Sí, desde un principio. Incluso se hizo un pacto entre Lucho y Galut, entre padre e hijo, donde Galut le dijo: “Vamos a conversar cosas que quizás nunca hemos conversado”, y él le dijo: “mira, mientras que se toquen las cosas de manera fina, elegante, sin meterse en el morbo, yo encantado”. Y así ha sido. Se ha cuidado mucho eso. Como tu dices, la imagen es una poesía, lo estético, y las conversaciones, imagínate, teníamos material de siete años. Tuvimos que seleccionar con pinzas. Entonces, lo más lindo de todo es que a nosotros nos importaba mucho saber qué iba a sentir Luis cuando viera la película. Porque él la ha visto tres veces. Vio un corte largo de tres horas, otro de una hora cuarenta y cinco minutos, y este último de corte que es más radical y más de autor, más al corazón. Y fuimos con él, lo vimos los tres juntos en el cine, antes de exhibirla públicamente. La vimos en Cinemark, en una muy buena sala, los tres en la mañana. Éramos los únicos en el cine: Galut, Lucho en el medio, y yo. Y bueno, fue súper emocionante verla con él porque hace gestos, dice comentarios, es como un niño, muy encantado con la película. Cuando terminó dijo “¡qué película!”. Nos dijo que la película, estéticamente, era hermosa, que era elegante, fina, que invitaba a conversar. Eso era lo que más le gustaba de la película, que era una película que te invita a conversar.