Entrevista Carlos Leiva, director de El primero de la familia
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¿De dónde viene esta historia de El primero de la familia, con este personaje que es el primer integrante de una familia pobre que entra a la universidad? Es además una historia que tú ya habías contado de cierta forma en Ambiente familiar.

– Sí, la primera génesis de la película está ahí, en ese cortometraje que yo hice hace seis años atrás. Como el título lo dice a mí también me toca ser el primero de mi familia: soy el primero en llegar a la universidad y también el primero que se sube a un avión dentro de toda mi generación. Entonces, yo después de hacer ese cortometraje me había quedado con muchas ganas de seguir escribiendo o exponiendo sobre eso, porque el formato corto de 15 minutos te restringe muchas cosas. Solamente lo tuve que centrar en el problema del desagüe que se hecha a perder y empieza a inundarse la casa con el agua con olor a caca. Y eso también daba pie para una relación un poco incestuosa entre dos hermanos de una casa de una pobla con hacinamiento. Pero a mí me quedaron muchas cosas afuera. Yo también quería ver qué pasa con el papá de esa familia, qué pasa con la mamá, con esa hermana, con la abuela. Entonces, empecé a seguir escribiendo una vez terminado ese corto. Necesitaba algo que uniese, que no pareciera un corto alargado. Ese es el gran miedo. Había que encontrar algo que distinguiera este cortometraje del largometraje. Y bueno, ahí también empiezan a aparecer distintos cosas mágicas de la vida, y es que con este corto que yo hice el 2010 me subo por primera vez a un avión –a los 24 años. Y ese viaje fue como una mini revolución familiar porque nosotros veíamos el aeropuerto desde la tele no más, cuando llegaban los artistas para el festival de Viña o la selección de futbol chilena cuando va a jugar las clasificatorias. Entonces me hicieron una mini celebración donde brindamos y cuando estábamos en esta celebración yo decía: oh, qué cuático. Y ahí hice click: esta imagen que para nosotros es como un viaje a increíble, por otro lado, cuando yo estaba estudiando en la Universidad Católica los compañeros se peleaban con la polola y se iban a pasar la pena a Nueva York.

Claro, es algo muy cotidiano para algunas personas.

– O, no sé, cabros chicos que no tienen ni cinco años y conocen Disney o caleta de partes. Entonces este viaje es una imagen súper poderosa y triste de la brutal desigualdad que hay en Chile. Una desigual que en realidad padecemos nosotros quienes venimos desde el barrio. Porque puta que es difícil ascender socialmente de ahí. Entonces, yo dije: esta celebración por el viaje va a ser el corazón de la película, de ahí voy a comenzar a pensar la película para delante y para atrás. Y, claro, todos los personajes tienen su drama individual pero yo decía que todos iban a confluir en esa fiesta. Y un poco así se estructura un poco la película.

¿Qué tan complicado es enfrentarse a una historia igual autobiográfica? Cómo plantear una distancia y no entrar en ciertas complicaciones que pueden generar esa cercanía. A veces uno las siente muy reales, pero, después, desde fuera, parecieran muy forzadas. ¿Cómo trabajaste eso, te asesoraste mucho en hacer el guión, la misma película, la filmación?

– A mí no me causa tanto problema el tema de la biografía o la autobiografía porque siento que tiene de eso, pero no es completamente eso, no es totalmente biográfica la película. En ese sentido, a mí me interesa mucho que el cine también pueda verse como el rescate de un testimonio. A mí más que avergonzarme al decir que viví toda mi infancia, adolescencia y juventud en el hacinamiento –porque yo dormía con mis dos hermanos, con una abuela y con una tía, todos en una pieza súper chica– me parece que, al contrario, mejor ocupar esto como un testimonio válido de una situación que no solamente me pasa a mí. Yo no digo: yo soy el único loco que ha vivido en el hacinamiento. Sé que hay mucha gente que vive así pero que no necesariamente se debe que tanta gente vive en esas condiciones. En ese sentido, yo no me complicaba con ese background real que tenía la película. Lo que sí me pareció o resultó más complejo fue que la película en sus primeras versiones de guión era mucho más bélica de lo que resulta al producto final. Tal vez incluso para mucha gente puede ser un poco bélica, pero en las primeras versiones era mucho más. Era como de verdad una película en que yo vomitaba mucha rabia; contra la salud, contra la educación, contra el sistema laboral, contra la discriminación. Y que, claro, pasa ese problema que en realidad los personajes pasan a ser tu, y empiezan a decir lo que tu quieres que digan. Y eso en realidad está mal, porque los personajes tienen que tener una vida propia y una luz propia, independiente de lo que yo quería. Entonces, en ese sentido, la principal pega de guión fue ir podando muchas capas rabiosas para que la película no fuera un panfleto. Y bueno, ahí yo trabajo con dos amigos más, en una productora que se llama Avispa Cine. Y siempre nos re-leímos mucho. Entonces ellos también fueron ayudándome mucho a quitar capas de rabia.

Por ejemplo, los que han visto la película se habrán dado cuenta que el personaje de la mamá tiene un rollo con el sistema de salud pública. Hay una escena que grabamos donde ella incluso encara al doctor y explota y le dice: ¡doctor de mierda, no voy a usar estas cagás de muletas! Y les tira las muletas en la cara. Pero, finalmente, en la película no quedó esa escena porque era como acentuar de forma demasiado evidente rabias que tal vez funcionaban igual de bien con un poco más de mesura, de sutileza.

Hubiera quedado extraño dentro de la película que está siempre en un escenario de lo no tan explícito, sino de lo latente. Queríamos preguntarte por el elenco. Sucede a veces que el cine intenta hacer estos reflejos o levantar estas problemáticas que tú levantas en la película, sin embargo, por distintas razones a ratos suena poco realista o poco creíble y tú misma experiencia me imagino que le aporta mucho a este proyecto. Entonces, quisiera preguntarte por los actores: son personas que nos parecían rostros bastante nuevos del cine con gente ya mucho más consagrada como Paula Zúñiga.  ¿Cómo fue la elección del elenco?

– Sí, o sea, yo creo que cuando uno quiere hacer una película, cual sea la temática, debiese intentar tener unos mínimos de honestidad para que la película resulte bien. Entonces, claro, yo vengo de un barrio y siempre tuve una relación súper conflictuada con el cine chileno porque nunca me sentí representado, ni a mis amigos ni a mis vecinos tampoco. Entonces, claro, yo entré a estudiar cine y dije: puta, por lo menos en esto –da lo mismo mis encuadres–, al menos en esta parte quiero hacerlo bien. Entonces, en ese sentido creo que yo siempre me preocupado por el casting. A veces he trabajado con actores profesionales, a veces con no actores. Hice un corto casi entero con no actores, con puros cabros de mi barrio. Pero en esta película yo sabía que el protagonista iba a ser el Camilo [Carmona] porque yo había trabajado con él en el corto. Y además somos muy amigos, entonces esa relación de amistad permite que los mundos tanto de él como los míos se vayan combinando. Y él también tenía un acceso súper privilegiado a toda mi historia de vida. Entonces él conocía perfectamente el origen de esta historia. Estuvo mil veces en mi casa, conocía a mi familia. Con la Paula [Zúñiga] tengo la suerte de haber trabajado ya varias veces. Antes de la película trabajé en dos cortos con ella y, bueno, también es una amiga. Y ella también conocía mi historia y la historia de mi mamá. La mamá es el personaje más biográfico que tiene la película. Entonces, la Paula tenía mucho conocimiento de eso, de la historia, porque a mi mamá le pasó lo mismo que al personaje de la película.

Bueno, y lo otro, es tratar de entrar en un equilibrio cuando se quiere representar a personajes populares: quién es la persona idónea para hacer ese trabajo. Por ejemplo, el actor profesional que interpreta al papá sigue viviendo en un barrio. Entonces a mí me parecía muy rico eso, porque habían escenas donde no solamente lo que decía el papel iba a funcionar sino que todo su bagaje de vida iba a aportarle. Entonces, de hecho, hay muchas escenas en donde el guión es meramente una referencia y lo otro lo van construyendo los mismos actores. Por ejemplo, hay una escena donde el papá hace un brindis y lo que decía el papel era mucho menos de lo que resultó ser.

A uno le tirita la pera en esa escena.

– A mí es la que más me gusta.

Claudio Riveros es el actor. Uno se acuerda como cuando el papá brindó por uno cuando quedó en la universidad o cosas por el estilo. Es como muy representativa de muchas personas.

– A mí es la escena que más me gusta. Y eso también tiene mucho de Claudio, o sea, en el guión la escena estaba más o menos lista donde empezaba y donde terminaba, pero Claudio deja el vaso, quiere levantar el champagne y dice: No, no se me va a ir en collera esta hueá.

¿En ese sentido, igual era un guión más o menos abierto a ese tipo de intervenciones o tú igual tenías muy claro lo que querías mostrar?

– O sea, era un guión abierto en el sentido de que uno no debe pensar que los actores son máquinas, que uno le dice: muévete exactamente desde acá hasta 35 centímetros más allá, y dí exactamente lo que dice el guión. Sería un error gravísimo pensar así. Los actores son personas extremadamente creativas, sobre todo cuando se involucran de corazón en un proyecto. Entonces, en ese sentido, el guión tenía la descripción de lo que pasaba en la escena: el papá quiere hacer un brindis y aquí uno le ve el alma; uno entiende por qué ha sido durante toda la película, y luego hay una huevón que le tira una talla súper desubicada en medio. Esas son como las directrices. El guión estaba escrito a nivel de lo que cada personaje tiene que decir, pero ahí había libertad para que el actor lo dijera a su manera. Si dura 2 o 5 minutos no importa. Lo bacán es que se logre eso, que uno entienda por qué el papá es así. Y todos de la misma manera, lo dicen como quieren y se toman el tiempo que quieren.

La película ya lleva un par de semanas en cartelera. ¿Qué opiniones has recibido de las personas que la han visto, de tus cercanos también? Porque la crítica ha sido muy buena.

– Afortunadamente estoy muy contento porque la recepción de las personas ha sido muy bacán. O sea, la hemos presentado en el cine y yo he estado a ciudades a mostrarla y, pucha, es súper estremecedor que termine la película y mucha gente se quede a los conversatorios o la gente se acerque y te diga “gracias”. Es una película que identifica y hace muchos tiempo que no veía una película que te identifique. Entonces, en ese sentido es como una sensación de misión cumplida, bacán, valió la pena todo.