La película La Nana te ha llevado por distintos festivales del mundo, ganando el premio principal en el reconocido festival de Sundance y finalmente llega a la cartelera nacional. ¿Qué tal el periplo, Sebastián, cómo evalúas lo que ha sido toda esta historia de La Nana y el hecho de ya tenerla en cines chilenos?
-Ha sido mega vertiginoso. Empezamos en enero en Sundance y después de ganar el festival nos invitaron a demasiados festivales cosa que no sucede tan seguido. Generalmente uno tiene que postular y esperar una respuesta, pero con La Nana eso ocurrió sin pasar por eso, entonces son muchos los festivales a los que hemos ido con la película. Me ha tocado estar en Australia, en Taiwán, Polonia, etcétera y ha sido muy reconfortante la respuesta del público en todos lados, incluso en Chile.
El concepto de “nana puertas adentro”, que es básicamente la historia que sostiene tu segunda película, es algo que en Chile es relativamente común pero en muchos países del mundo es algo relativamente extraño. En ese sentido, ¿Cómo han recibido la película en otras culturas que no sean la chilena?
-Sí, yo también pensaba que quizás iba a ser un poco localista para el público internacional pero quedé gratamente sorprendido que no era así y que efectivamente la incertidumbre es como un tema mucho más universal de lo que uno cree y que la anécdota de que aquí usen delantal celeste o rosado o que se queden a alojar no hace mucha diferencia.
Como dices tú en algunos lugares como Estados Unidos es súper raro que hayan empleadas y sólo la gente muy millonaria tiene pero, qué se yo, en Sudáfrica hay mucha gente que tiene empleadas puertas adentro, también en Filipinas y bueno en toda Sudamérica, hasta México, en Portugal y España también es común. Es un fenómeno que uno cree que es puramente chileno pero la verdad es que está alrededor del globo.
Hay varias razones que hemos encontrado en la crítica que explican por qué La Nana ha logrado entrar tan bien en distintos públicos y porque hoy hay tanta expectación en el público nacional. ¿Cuál crees tú, Sebastián, que es la razón por la que La Nana ha causado atención?
-Buena pregunta. Mira, yo siempre he dicho que el director no es responsable de la película, las películas son un trabajo de grupo y los factores son tantos que en verdad su resultado final es súper azaroso. Hay muchas películas que salen fallidas y hay muchos buenos directores que han hecho malas películas entonces no tengo ningún pudor en decir que La Nana salió buena, salió entretenida, verdadera, bien actuada y linda filmada. Tiene todos los elementos de una película buena y estoy muy agradecido y sorprendido de que haya salido así. Creo que es básicamente eso, es una película que tiene una duración decente y apropiada, los personajes están bien retratados, en donde el drama se concentra principalmente en las emociones y no en conflictos existenciales, lo que hace que sea mucho más fácil identificarse. Todos esos factores juntos hicieron que la película fuera encantadora.
¿Qué sientes tú que te pasó como realizador, como directivo en las distintas áreas en las que trabajas con tu equipo, entre una película y la otra?. Repetiste con varios actores, y también con parte de tu equipo…
-Los que se repiten son la Claudia (Celedón), la Cata (Saavedra) y Sergio Armstrong, que es el director de fotografía, y el resto era un equipo técnico nuevo y yo siento que mi crecimiento como cineasta de La vida me mata a La Nana tiene que ver con el haber dejado ir mucho, el haber dejado las riendas, porque en La vida me mata fui mucho más controlador, yo creo que por miedo y porque como era la primera quería que se hiciera como yo lo había imaginado.
En cambio en La Nana como había menos plata y menos tiempo no se podía estar controlando tanto y tenía que dejar que la gente tomara decisiones tal como yo lo hacía en otras áreas y creo que eso le dio una espontaneidad al rodaje muy única, muy fresca, y se logró retratar esa escena que requería una realidad ojalá extrema. El relajo que había en el set o el relajo de los diversos técnicos de aplicar su voluntad y sus decisiones hicieron que la película fuera tan espontánea, lo que es una de sus mayores virtudes.
Además digamos que son formalmente películas muy distintas. La vida me mata es una película en blanco y negro, que tiene muchas locaciones distintas, varias historias paralelas, en cambio La Nana es una película que filmaste básicamente al interior de una casa. Dijiste que hiciste esta película con menos plata, ¿cuáles fueron las dificultades técnicas que tuvieron para contar esta historia?
-Yo creo que era el tiempo principalmente porque en cuanto equipo teníamos todo lo que necesitábamos, los actores estaban muy bien entrenados el guión estaba bacán, estábamos bien aperados para la película, salvo el tiempo, porque teníamos que hacer como doce escenas diarias, lo que es algo inédito, nadie hace eso, es absurdo, pero eso era lo que nuestro plan de grabación proponía y había que lograrlo.
Hubo muchas escenas en que hacíamos una toma y era como “listo, está lista” y el asistente de dirección me decía “por favor has otra, qué pasa si se borra” y yo le decía “no hay tiempo”. Eso era un riesgo pero al mismo tiempo era lo que le dio a la película esa naturalidad. A veces tenía que correr al baño, mirarme al espejo a decirme “hueón, tú puedes” y volvía al set haciéndome el taquillero pero estaba hecho mierda.
Escribiste el guión junto a Pedro Peirano a quien conocemos masivamente por su paso por Canal 2 y lo que fue 31 minutos, pero acá el resultado es bastante distinto a lo que uno podría esperar de Pedro Peirano, ¿cómo fue esa experiencia, cómo llegaron a esta historia de La Nana?
-La historia, bueno tú viste la película, está basada en una historia real, que a mí me tocó vivir en la casa de mi familia.
Está dedicada a tus nanas la película
Claro, está dedicada a dos nanas que trabajaron en la casa de mis padres, la película no está basada en ellas pero sí está dedicada a ellas porque ellas colaboraron. Pero claro, la historia que teníamos en un comienzo con Pedro era que había una empleada que trabajaba en esta casa y que llevaba mucho tiempo, que no lo estaba pasando muy bien, era territorialista y estaba como encerrada en sí misma, dominaba a la patrona y le tenía mala a la hija, etcétera. Eso era lo que estaba pasando. Hasta que llegó una nana que la forzó a salir de su encierro emocional y ella cambió su perspectiva en 360 grados. Eso fue algo que sucedió en esa casa con dos nanas. La verdad es que yo sí había hecho otras cosas relacionadas con lo audiovisual que incluían nanas, como que el rollo de las nanas puertas adentro siempre ha sido algo que me ha llamado la atención, que me ha parecido tan curioso e injusto algunas veces. Principalmente me complicaba el tema de la relación emocional entre la familia y la empleada, y cómo se resolvía eso para que quedaran todas las partes felices.
Pero bueno, respondiendo a tu pregunta, con eso fue con lo que partimos con Peirano, eso era la base que teníamos y escribimos un tratamiento juntos, que es como una sinopsis de trece páginas, que es una especie de guía del guión. Una vez que teníamos ese tratamiento escrito, yo me siento y escribo todo el guión, entero con los diálogos, y después me junto con Pedro a leer lo que escribí y, por supuesto, cambia en un 50 por ciento porque Pedro cambia la estructura o decidimos algún cambio a algún personaje, ese es como el sistema que tenemos.
Y en ese sentido fue una buena colaboración…
-Sí, muy buena colaboración porque Pedro es genial, genial, para narrar. Tiene mucho conocimiento y se maneja perfecto en ese campo. Yo soy mucho más impulsivo y disléxico; tengo buenas ideas y todo, pero no me sale tan fácil como a él.
Han salido algunas críticas de tus propios colegas y algunos críticos, de que esta es una película muy de clase, que no se hace cargo de ciertos temas sociales que están detrás, ¿Cómo respondes tú a ese tipo de comentarios?
La verdad es que no estoy tan en desacuerdo. Yo leí hoy una crítica en “La Tercera”, por ejemplo, que decía que estaba bien la película pero que después de desinflaba porque Silva dejaba de meter el dedo en la llaga. La verdad es que esta película no fue en ningún caso pensada para crear ningún alegato político, ni un movimiento social, no es mi tipo de cine, ni el de Peirano y la película es mucho más sutil y fina que eso. Empezar a hacer alegatos políticos o decir que la institución de la nana es monstruosa… no tengo ningún derecho, para juzgar ese trabajo. Me parece uno igual que todos los otros, más extraño quizás, y que debería ser regulado pero creo que la persona que escribió eso en “La Tercera” cree que ser una nana es casi ser un esclavo y a mí no me parece eso. Cuando hicimos un estreno con 250 nanas todas lloraron y estaban felices y los gremios estaban muy agradecidos por la película, incluso (la Presidenta Michelle) Bachelet.
Si quieren hacer una película mucho más política sobre las nanas y quieren mostrar que los patrones son unos monstruos, que la hagan, pero que no esperen eso de La Nana, porque se trata de una mujer que no puede amar, es mucho más sutil. La gente que espera que la película sea política es gente que le falta leer un poco, porque no tiene por que ser blanco y negro, pero bueno, son distintos gustos.
Creo que tiene que ver con las distintas exigencias que se le hacen al cine y lo que se celebra es la diversidad que tenemos hoy en términos de historia, de acercamientos y de miradas…
-A mí se me acercó Cristian Warnken y lo que más me celebró de la película, -que le fascinó-, era que decía que esta y El Chacal de Nahueltoro eran las mejores películas de la historia del cine chileno, porque no era una película discursiva, que no había discurso social o político evidente pero que, sin embargo, los contenía. Y tú la viste, a mi no me parece que tenga un final feliz, uno puede salir con los pelos parados del cine, pero no lo considero como final feliz, a menos que la haya mirado de forma muy superficial, para finales felices que vean una película de Disney, pero no La Nana.