Entrevista a Miguel Ángel Vidaurre, director de Gringo Rojo
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El cine o metraje encontrado, found footage, es algo que viene rondando en la mente de Miguel Ángel Vidaurre hace varios años. A partir de esa idea surgió Marker 72 (2012, online), donde rastreaba la presencia del mítico realizador francés Chris Marker en el Chile de la Unidad Popular. De este mismo período surge el recuerdo en torno a Dean Reed, un cantante norteamericano, uno de los llamados pioneros del rock, con fugaz fama en su país, pero que en sudamérica hacía estragos. Así, terminó viviendo en Chile celebrando el triunfo de Allende, transformándose en una curiosidad: un gringo de ideas socialistas, más encima, rockero.

¿Pero qué es el found footage o lo que intenta hacer Vidaurre con sus películas? Que el relato en torno al personaje vaya creándose a partir de imágenes o archivos que va encontrando a través de la investigación. Así, en Gringo rojo vemos a un Dean Reed que maneja al dedillo el espectáculo, tanto arriba del escenario cantando sus canciones pop-revolucionarios, como abajo en mítines o marchas. Ahí están sus pegajosas canciones, su quemantes declaraciones y la simbólica performance en donde, frente a la embajada, lava la bandera de Estados Unidos en su estadía en Chile. En ese sentido, su figura aparece como una especie de adelantado en el manejo del espectáculo como instrumento político. Ante esto, no parece tan ridículo cuando en una de sus canciones dice: “Cuántas veces en mi vida viendo pasar a la gente, me he preguntado si soy de otro planeta o debí nacer en otro momento”.

Aunque, finalmente en Gringo Rojo Vidaurre consigue más instalar simplemente un relato de sus idas y venidas, de sus aventuras por la Europa del este, de sus canciones cantadas en español en Moscú. Siempre con la idea de reivindicar a los oprimidos. De esta forma, el documental queda más como una panorámica del personaje que en en una aventura por explicar su pensamiento. Un descubrimiento, más que una reflexión. En resumen, Vidaurre deja simplemente hablar (y cantar) a Reed y poco juguetea con el archivo, interviniendo poco en la biografía. El sumergirse más en su mente y obra queda bajo responsabilidad del espectador. Una estrategia que puede dejar inconforme a los más exigentes, pero entusiasmado a los curiosos.

La siguiente entrevista fue realizada en el programa Radiópolis de Radio U. de Chile, en conjunto con Rodrigo Alarcón.

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¿En qué momento descubriste a Dean Read y decidiste hacer un documental sobre él?

Fue bastante accidental, como todos los proyectos en los que hemos trabajado. No es que uno tenga una lista de ideas, sino que aparecen.Yo trabajo con Paulina Obando, mi productora y montajista (además de mi pareja, es todo bien familiar acá), y todo fue una casualidad. Íbamos un día en taxi, el chofer venía escuchando música y a mí me sonó la canción, era una de las antiguas de Dean Read, de las primeras que llegó a Chile, como el 61, una que se llama Nuestro amor veraniego. La típica canción pop de la época. Y a mí me sonaba no porque lo conociera, sino porque me imagino que lo escuché alguna vez cuando niño en la radio. Y le preguntamos al taxista quién era el que cantaba. Nos dijo una explicación, pero no se acordaba del nombre, si se acordaba -según él- que era un gringo que había estado en Chile y se acordaba que había quemado la bandera de Estados Unidos. Lo cual no es cierto, no la quemó, sino que la lavó, pero se acordaba del gesto. Y esa imagen nos hizo enganchar. A nosotros nos interesa mucho las historias chicas de Chile, no como las grandes historias, sino las más pequeñitas, de personajes más anómalos. Y encontramos que Dean Reed era un personaje bastante anómalo para interesarse en él.

¿Cuándo fue esto?

Fue como hace cuatro años más o menos y de ahí partió el proceso. De hecho funcionó bastante bien con una idea que se nos ocurrió ese momento, con la apertura de un fondo que hay acá en Chile que funciona para los pre-proyectos, donde uno presenta ideas para realizarlas. Y necesitábamos justamente un fondo que nos financiara el proceso de investigación que era la etapa más larga en este caso. Este tipo de proyectos no tiene guión, sino que necesitas tiempo para investigar, buscar materiales, etc.

Además que se trata de un personaje que está en el aire, pero del cual no se tiene tanta información.

No, en Chile al menos no hay mucha. En esa época no se filmaba mucho, es difícil encontrar mucho material fílmico en Chile de muchas cosas. Por ejemplo, con Pablo Dintrans (voz en off del documental), estamos trabajando hace un tiempo sobre la Orquesta Huambaly y hasta el día de hoy no hemos encontrado filmaciones, siendo que no es tan antigua. Pero este también es un país más pobre también. Acá se filmaba como para el cine no más. Pero si hay mucha gráfica, revistas, y eso es bueno.

Una ventaja en ese sentido es que Dean Reed fue muy famoso en la Europa del este, en los países socialistas.

Ahí hay mucho material. En lo que era la Unión Soviética, la Alemania Oriental, Bulgaria, Rumania, etc. Una cosa casi desconocida para nosotros, sobre todo durante la dictadura.

Hablemos del estilo del documental que está construído a partir de imágenes encontradas. Tu antes hiciste algo similar con Marker 72. ¿Por qué ahora te interesa este tipo de películas que agrupan archivos y a partir de estos mismos se configura un relato?

Es un tema que estamos trabajando hace unos 5 años, tanto académicamente como en mis propias películas. Tiene que ver con un estilo de películas que los gringos llaman “found footage”, o cine encontrado. Debo decir que ésta no es cien por ciento una película de ese tipo, me falta todavía, estoy tratando. Una película cien por ciento “found footage” no tiene entrevistas, todo es archivo hecho por otros. Entonces nosotros estábamos con esa idea de hacer una película de menos entrevistas, sin ninguna reconstrucción o escenificación. Que sólo el archivo funcione, pero para eso hay que juntar muchísimo material. Eso se está volviendo un problema actualmente, porque los privados están comprando mucho archivo y lo están vendiendo carísimo. La película “found footage” era una película subversiva hace 20 años, pero ahora, si quieres hacer una oficialmente, o con archivos muy valiosos, te puede salir tan cara como hacer una tradicional. Pero bueno, ahí estamos empujando por la liberación de materiales.

El tema, finalmente, es hacer películas a pedazos. Es como un “Frankenstein”, uno va a haciendo la película con pedacitos de todos lados. E incluso, los textos que se escuchan en la película tampoco son escritos por mí, son fragmentos de otros textos. Hay un texto de Lemebel que escribió el 2006, hay unos textos de la revista Ecran del 60. Pero eso también es un archivo.

¿Y también hay textos del mismo Dean Reed o transcripciones de cartas, no?

Hay cartas, entrevistas y críticas de la época. La prensa sirve mucho para esto, para que uno vaya buscando opiniones. Uno le va armando sentido a estos textos que están separados.

¿Y Dean Reed tiene descendientes, familiares actualmente?

Tiene varios, porque tiene varias familias (risas). Tiene familia en Estados Unidos y en Alemania Oriental. Nosotros logramos conectarnos con la hija en Alemania y con el hijo en Estados Unidos. Le enviamos la película y les gustó mucho. A la hija (Ramona) le impactó más porque hay una imagen de él cuando está muerto. Él murió ahogado y es medio impactante. Uno cuando lo hace no piensa mucho en esto. Yo creo que lo que les gustó fue que se hiciera a partir de fragmentos, al ver fragmentos documentales de él, como que de alguna manera “lo ves más vivo”. No es un tipo hablando o entrevistas, sino que él mismo habla, el personaje se vuelve más sentimental.

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¿Fue muy complicado enfrentarse a un personaje tan grande como éste, en el sentido de que tiene muchas aristas?

Fue cambiando muchísimo. El found footage no tiene guión previo, entonces lo que hace uno es buscar el material y vas editando, y en la edición te va apareciendo la estructura. Entonces es muy difícil que varíe de una cosa a otra. Nosotros partimos con una versión de casi dos horas y que tenía otra mirada. De hecho, la mirada inicial que yo tenía era más irónica, no despectiva, sobre el sujeto. Además tenía otra voz en off que había grabado yo. Y de pronto me di cuenta que era injusto lo que estaba haciendo con el personaje, que era algo más bien que yo quería hacer, con mi ego. Entonces quería parecer inteligente frente al sujeto, pero no estaba dejando hablar al archivo. Y además, no estaba dejando hablar a la emocionalidad del tipo. Yo todavía quería tratarlo con dureza, ponerlo en tela de juicio histórico y cambió todo. Eso lo presentamos en algunos festivales, pero después presentamos una versión absolutamente distinta, donde se nota que uno le tomó cariño al personaje. De hecho, es lo que le pasó al público en el estreno en el Museo de la Memoria. Están frente a un tipo que no conocen, extraño además, y que al final se encariñan. Como que se construyó un ser humano sin tener que decir tantas cosas. Pero claro, son largos estos procesos, porque es complicado sin un guión.

Una de las cosas interesantes de la película es que además se le rescata como artista. Hay una entrevista a Gonzalo Planet donde él lo defiende y dice que era un muy buen intérprete, por ejemplo. Derriba un prejuicio que hay contra él, de que no era buen artista, pero el archivo lo desmiente con esas actuaciones donde demuestra un fuerte magnetismo.

Sonaba bien, de hecho Planet nos mostró unos discos grabados acá y en Montevideo y sonaba espectacular. Sonaba mucho mejor que varios grupos de acá, también que los cantantes de la Nueva Ola.

Y lo curioso es que siempre buscaba cantar en español…

Creo que fue la primera figura pop que llegó a Chile. Llega muy poco tiempo después del Mundial del 62. Llega por una razón súper simple: el mánager le dice que en Chile está número uno, sobre Elvis, Paul Anka, Chubby Checker. Y claro, hay imágenes del tipo en el aeropuerto, en los conciertos, etc. Me parece que es la primera vez que la mujer chilena explota ante algo así, estaban muy reprimidas.

Y lo otro, luego, es que adquiere un compromiso político con la región.

Claro y eso lo aprende acá, en Chile, Argentina, Brasil.

Lo echaron de Argentina.

Claro, porque le empezaron a tocar las dictaduras. Él llega el 60 cuando están todas las nuevas olas, pero también se están politizando todos los países. Va a Brasil y llega la dictadura ahí, después le pasa en Argentina y al final Chile. Por eso, dentro de la paranoia de la época, decían que podía ser un agente de la CIA. Pero era demasiado rebuscado.

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¿De todo eso, qué es finalmente lo que más te atrajo del personaje?

En algunos diarios han dicho que lo más importante del documental es la transformación. No sé si es lo más importante, o lo que a mí más me importa. Para mí lo más importante es que me parece un personaje inusual para la época, pero por otro lado muy contemporáneo. Incluso, es un personaje más postmoderno que moderno. No le preocupa mezclar la música pop con el marxismo, va a la Unión Soviética y les canta pop y en español. En un momento además decide hacer una película sobre Víctor Jara, toma la decisión, la produce y hace de Víctor Jara.

Otro prejuicio que uno tenía con el personaje previamente, era que él usó a su favor el compromiso político para adquirir cierta popularidad, pero el documental tiene una parte que contradice ello y que impresiona: cuando regresa a Chile en plena dictadura y canta Venceremos. Bueno y lo echan, pero demuestra que era verdaderamente jugado.

Hay que decir que mucha gente de izquierda tenía esos prejuicios, me decía que se había vuelto de izquierda porque había ganado Allende, etc. Pero era absurdo porque por eso mismo le prohibieron entrar a Estados Unidos y vivió 20 años en Alemania Oriental. O sea, había que ser un oportunista muy raro para eso. Y es cierto, vino acá para el 83 o 84, para las primeras manifestaciones contra el régimen y tocó en El Teniente y luego en el Pedagógico. He conocido a mucha más gente que lo vio en este último encuentro.

¿Por qué crees que es importante contar esta historia hoy?

En parte porque yo no lo tenía pensado así, pero los últimos años en Chile han sido bien fuerte en términos políticos; a mí me parece muy bien porque estábamos muy callados. Creo que en ese sentido la historia de Dean Reed y lo que estaba pasando en su tiempo, te hacen darte cuenta que de alguna manera hay una conexión. Es una historia chica, es cierto, yo nunca contaría la historia de Allende, por ejemplo. Este es un tipo que pasa por el lado de Chile, pero pasa por el pop, el rock, la política, etc. Por otro lado, los archivos te hacen ver a Chile de otra forma, como que te distancian de tu país. Son imágenes del país vistas desde fuera, como que se ve de nuevo, te permiten ver otras cosas que no ves estando adentro. Y, además, Chile se ve poco a sí mismo, extrañamente. Tenemos esa fascinación por el futuro exclusivamente. Y también es entrar a una historia más o menos reciente, pero sin el trauma de la lástima. No es un documental instalado desde la angustia, sino que es un personaje que sobrevive a esas circunstancias. Es un documental pop que sobrevive a esos elementos, en resumen, quisimos ser fieles a él.