Entrevista a José Luis Torres Leiva, realizador de «El viento sabe que vuelvo a casa»
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La película se estrenó hace un par de semanas ya. Tú has podido recorrer distintos lugares, viendo la recepción, porque se estrenó en el marco del programa Miradoc que ofrece esa posibilidad. ¿Qué tal han sido estas semanas?

-Nos ha ido bien. Es muy interesante que la película tenga la posibilidad de mostrarse a públicos diversos, de distintas partes de Chile. Yo creo que ese es el atractivo de Miradoc. Estoy muy contento con la recepción de la película.

José Luis, quisiera preguntarte por el origen de la película. Tú registras el viaje de Ignacio Agüero, un destacado documentalista chileno, a las islas más apartadas de Chiloé en busca de una historia que le contaron de una pareja que aparentemente venía de lugares distintos de la isla –una suerte de Romeo y Julieta–, y que se enamoraron y desaparecieron. ¿Cómo surge la película?

Bueno, hay varios motivos por los que me interesa hacer esta película. Uno, era trabajar con Ignacio [Agüero], que es un director que yo admiro mucho desde hace muchísimo tiempo, desde que eran estudiante; y verlo trabajar, ser testigo de cómo se acercaba a la gente, cómo indagaba en sus historias y sobre todo poder registrar esas conversaciones que tenía con las personas de la isla me interesaba muchísimo. Y lo otro era trabajar en la isla en particular, porque me interesaba explorar cómo era vivir en un lugar tan aislado de todo y cómo era su universo, cómo veían la vida sus habitantes. Y bueno, esta historia que busca Ignacio en realidad es una historia que no existe, que yo inventé…

¡Yo me lo creí!

-Pero no es tan importante para la película…

Sí, sí, es verdad.

Porque, un poco, la gracia que tiene eso es que Ignacio va en búsqueda de esa historia y ésta va desapareciendo porque las historias de las personas, a las que él les pregunta, van siendo más importantes. Como esa recopilación de anécdotas, o de historias personales de ellos, es lo que finalmente va construyendo la película en sí.

¿Conocías esa isla  o a las personas a las que entrevistaron en el documental?

Un año antes de hacer la película yo fui a investigar a esa isla y me contaron muchas historias en torno a esto de que habían muchos romeos y julietas; de que era muy difícil antes juntarse si eras de un lado u otro de la isla…

Las personas que participan de la película cuentan que en algún momento en la isla estaba muy marcado quienes eran las personas nativas de ese lugar y los mestizos y que era muy mal visto, e incluso  sancionado, que se emparejaran perteneciendo a lados distintos.

-Claro, eso era bien terrible. Y por lo que nos contaron eso sucedía hace no tanto tampoco….

Suena muy lejano, pero las historias eran recientes.

Sí, de hecho eso sucedía como hasta la década de los 80 o algo así. Aparentemente desde ese momento empezó a cambiar, comenzó a aceptarse ciertas cosas. Yo creo que las nuevas generaciones, los niños, los jóvenes, empezaron a cambiar la mentalidad e sus padres, sus abuelos y generaciones anteriores.

Justamente te iba a consultar por aquello, que al ver la película da la impresión que si bien el punta pie inicial con el que arrancaba esta historia era esta pareja que desapareció, y finalmente a poco transcurrir el documental da la impresión que esto era una excusa para ir a esa zona, conversar con las personas que viven ahí, conocer una realidad que nos resulta –a quienes vivimos en Santiago– tan extraña y tan lejana. ¿Fue ese uno de los motores de la película?

-Sí, absolutamente, y también la elección de Ignacio fue fundamental, porque creo que él tiene una gran virtud que es darle espacio al otro para que se pueda expresar. Porque sabe escuchar muy bien y creo que ese es uno de los elementos más bonitos, que a mí me atraían mucho de trabajar en la película. Creo que las personas que aparecen se sienten muy cómodas y muy a gusto contando sus historias. De repente hay cosas muy personales, muy íntimas, pero creo que eso se producía por esa dinámica que provoca Ignacio en esas conversaciones.

La película entonces también permite registrar el modo de trabajo de uno de los documentalistas más importantes de Chile…

-Claro, por supuesto. Hay algo muy importante: Yo había hecho un documental sobre el cine de Ignacio Agüero, el año 2013, y ahí él decía que cuando empezaba una idea cinematográfica siempre tenia una idea en su cabeza y eso con el transcurrir del tiempo, de investigar, de conocer a la gente, cambiaba, incluso en 360 grados. Y eso me interesaba mucho, ese proceso, y por eso tomé esta historia, que es como un dispositivo de ficción-como inventado por mí- pero que finalmente no es lo importante. Al final son las otras cosas con las que se queda Ignacio en la película, con esas conversaciones, con esos encuentros. Un poco el azar va construyendo la película.

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José Luis, al ver la película también pareciera que hay mucho de espontaneidad, mucho azar –como tú señalas–. ¿Eso efectivamente fue así? Da la impresión de que iban recorriendo, encontrándose con personas, conversando…¿Efectivamente fue así el trabajo?

-Sí, sí. Yo creo que pare mí fue una gran lección eso porque yo había escrito un guión y todo, pero en realidad hicimos muy poco de eso…

Ignacio lo desarmó. [Risas]

-No, porque yo creo que también nos íbamos encontrando con personas, nos íbamos sorprendiendo en el mismo rodaje. Y yo creo que sentir eso en el transcurso de la película fue muy importante para que se produjera eso que dices tú: que fue muy espontáneo y que hay mucha libertad. Incluso las mismas personas que aparecen aportaban mucho.

La película capta esa calidez de las personas. Pareciera que ustedes iban pasando, les contaban que estaban buscando esto y la gente de inmediato se abría, empezaban a contarles sus historias, lo que sabían…

-Sí, sí. Eso pasó así. Y cuando yo fui a investigar un año antes también, o sea, yo me enamoré de ese lugar, no solo por el paisajes, sino que también por el cariño de la gente que fue muy generosa al abrirnos la puerta de su casa y sus historias. Y las anécdotas también van construyendo la historia.

Y los niños también estaban muy dispuestos a conversar, a contar sus gustos.

-Sí, y a hacer lo que ellos más querían: cantar, bailar, no sé. Como que habían muchas ganas de mostrar eso.

José Luis, ¿cuánto tiempo tardó el rodaje y la película en general?

-Bueno, el rodaje fue bastante cortito. Fueron tres semanas: una semana donde grabamos sin Ignacio y despuésdos semanas con él. Así que en ese corto lapso de tiempo se fue construyendo toda la película.

Tanto en términos cinematográficos como en términos personales, ¿qué tal la experiencia de trabajar con Ignacio Agüero; de ver tan de cerca su forma de entender y hacer cine; cómo evalúas la experiencia de esos dos lugares?

-Bueno, yo a Ignacio lo conozco hace bastante tiempo. De hecho, cuando yo hice mi primer documental el año 2004 tuve la oportunidad de conocerlo. Y ahí hemos creado como una amistad, he trabajado con él antes en otras películas, pero esta era la primera vez que lo tenía a él como protagonista. Y en realidad él fue bastante generoso, porque desde que le propuse la idea él aceptó y le pareció muy interesante la metodología. Y cuando estuvimos grabando en realidad él se entregó a lo que sucedía. Y fue un aprendizaje para mí. O sea, esa misma sencillez que tiene Ignacio es como una escuela también; de cómo acercarse a una realidad, cómo acercarse a las personas. Cómo también hablar con las personas de tú a tú, sin ninguna posición de ningún lado, ni como realizador ni nada. Y yo creo que eso fue una escuela, tener la posibilidad de ver eso. Y en realidad, no sé, fue una experiencia muy positiva.

Además se le veía siempre muy suelto en cámara, muy espontáneo.

-Sí, bueno, a él le gusta mucho actuar, trabajó en películas de Raúl Ruiz. Entonces, tiene un oficio muy interesante, un lado actoral que a él le gusta mucho.

¿Y pudieron presentar la película allá? ¿las personas que participaron pudieron verla?

-Bueno, ahora en el verano nosotros vamos a ir a la isla para mostrar la película y que ellos mismos se puedan ver y todo. Así que conseguimos ya los recursos para poder ir allá, que tampoco es tan fácil. El verano es la época ideal.

¿Y cómo lo están pensando?, porque, claro, en Chiloé no hay cine.

-No, pero por ejemplo tienen un colegio con un gimnasio muy grande, entonces pensamos hacerlo ahí. Y bueno,cuando nosotros estuvimos grabando la isla no tenia luz todavía pero ahora sí llegó la luz. Pero sí, yo creo que va a ser una muy buena experiencia poder mostrarla allá. Estoy muy curioso.

¿Qué opiniones has podido recabar hasta ahora de la película?

-Bueno, estamos recién comenzando con ese itinerario pero a mí me llama mucho la atención que la película tiene muy buena recepción del público, sobre todo –y es algo que rescatan mucho– la humanidad de la película. Estos encuentros, estas conversaciones, y de que las personas están como muy sueltas frente a cámara para contar sus historias. Yo creo que eso he recogido del público.

Y en esa búsqueda de esos personajes, ¿hubo ahí algo de fortuna también? Porque pienso que hay personajes muy entrañables en la película, y uno dice: qué suerte haberse encontrado con ellos y que hayan estado dispuestos a estar en cámara.

-Sí, sí, yo creo que el azar fue fundamental en esta película, jugó un papel muy importante. Y también yo creo que eso fue importante para mí el aprender a soltar muchas veces. Aprender a soltar la película y como que muchas circunstancias te llevaban a otra, y nos encontrábamos con estas personas que yo no tenia pensado para la película. Entonces fue muy gratificante después todo lo que sucedió.