Entrevista a Hernán Venegas, Director del V Festival de Cine Documental de Chiloé (Fedochi)

Cuéntanos cuál es la situación particularmente de Chiloé en relación al cine chileno.
-Castro en este caso y Chiloé en general tiene muchas complicaciones respecto al cine. Creo que, salvo Ancud, no hay salas de cine por lo que conocer trabajos recientes y  sobretodo en la línea documental es una cuestión casi imposible, si es que no es por los eventos regionales o cuando ya han aparecido en videos a la venta del público. En el caso nuestro, yo creo que somos el único festival ahora de la décima región, porque Valdivia se quedó en la nueva Región de los Ríos. Nosotros ya llevamos cinco años en esto. Antes había habido una experiencia muy bonita en Ancud, pero en realidad no era festival sino una muestra muy interesante que duró unos diez años. En nuestro caso hemos privilegiado el cine documental.

¿Por qué hacer un festival de cine documental en Chiloé?
-Bueno, primero porque la gente que organizó esto está muy vinculada al tema de la historia, muchos vienen de ese mundo y no del cine. Segundo, en Chiloé había un equipo más o menos interesante de personas que estaba trabajando en cine. La combinación se fue armando en torno a que queríamos mostrar historias locales, recopilación de la memoria, trabajar los temas identitarios con una perspectiva histórica y cinematográfica. A la larga creo que hemos ido afianzando esa línea de trabajo.

¿Y cuál ha sido la reacción de la gente local en estos cuatro años? ¿Cómo ha sido esa experiencia?
-Es una experiencia que en estos cuatro años se ha ido enriqueciendo. La verdad es que mostrar cine es una cosa más o menos difícil: desde la infraestructura hasta la creación de audiencias, es una cuestión compleja. Nosotros partimos muy bien desde el punto de vista del diseño del festival, de traer buenas películas, de llevar buenos jurados, de interesar a los cineastas locales y nacionales, pero hemos ido muy lento en la creación de audiencia. Creo que en ese sentido no nos va distinto a otros festivales relacionados con el cine documental en Chile, pero de a poco hemos ido ampliando los espacios y haciendo algunas ecuaciones para que eso se produzca. Por ejemplo, inicialmente trabajábamos en el verano y teníamos que competir con una serie de actividades que se hacen justamente en esa época porque en Chiloé llueve todo el año, por lo tanto en el verano se hace una gran cantidad de cosas al aire libre. Lo que nosotros hicimos fue cambiar el festival al mes de diciembre, entre otras cosas también para aprovechar la oportunidad de trabajar con los profesores, los estudiantes y las corporaciones de educación.

Es decir, el énfasis está puesto en la gente de Chiloé, en trabajar con chilotes.
-Sí, porque claro, uno podría pensar que si se hace en el verano se lleva más público porque hay más turistas y más extranjeros también. Eso nos interesa claro, pero nos interesa más trabajar con la gente local. Hemos impulsado proyectos para vincularlos. Por ejemplo, hace tres años estamos trabajando con comunidades pequeñitas, como Nercón que está a algunos kilómetros de Castro y que tiene una iglesia patrimonial preciosa del siglo XVIII. Cuando hablo de comunidad  hablo de comunidades de iglesia, local, de un pequeño villorrio, de la escuela… Y hemos terminando asociándonos, la gente ya nos tiene incluidos en su bitácora de festividades durante el año. De hecho, ahora en su promoción de la fiesta de San Pedro, de la Virgen, aparece además el Festival de Cine Documental porque a ellos les interesa. Poco a poco hemos ido mostrando cosas de allá, además porque han aparecido realizadores locales y yo creo que ese es un impacto muy bueno del festival. Han surgido a lo menos cuatro o cinco audiovisualistas que ven en el festival posibilidades más o menos importantes de desplegar su obra. La gente, por ejemplo de esa comunidad, de Nercón, se ha visto reflejada un poco en lo que hemos hecho. Ellos ya nos empiezan a llamar para preguntar cómo va a ser este año, cómo vamos a proyectar. Imagínate tú, que proyectamos en el altar mayor de la iglesia con un telón de estos mecanos…

¿Proyectan en las iglesias? ¿En las clásicas iglesias de Chiloé? ¡La experiencia debe ser increíble!
-Precioso. Como evento estético, por así decirlo, es espectacular. Imagínate una iglesia con esos pilares de madera, con el altar, con esta especie de barroco chilote es impresionante. Creo que no habríamos podido encontrar un escenario más apropiado.

 ¿Cómo han desarrollado el trabajo junto a los colegios?
-En un comienzo lo hacíamos bien artesanalmente, en el sentido de que nosotros mismos íbamos a los colegios, contactábamos a los profesores, etc. Ahora lo hemos hecho un poco más organizado, trabajamos directamente con las corporaciones de educación. En este caso, estamos trabajando con la Corporación de Educación de Castro, una entidad que agrupa una cantidad más o menos grande de colegios y, por lo tanto, por esa vía entramos un poco más fácil. Además porque nosotros preparamos, junto con el festival, algunas actividades orientadas a los profesores y los estudiantes. Por ejemplo este año, lo que hicimos fue conectarnos con una especie de concurso de audiovisual dedicado a los colegios. Entonces una parte de las obras ganadoras y los micrometrajes van a ser presentados en el festival como parte de su trama. También hace tres años estamos haciendo un curso dedicado a profesores y  la versión de este año estará dedicada a profesores de historia, para la utilización del cine documental como herramienta pedagógica. Esto está vinculado a algo que nosotros hacemos en la Universidad de Santiago, en el departamento de historia, donde hemos incorporado al cine como estrategia para enseñar historia, a nivel de la universidad pero también extensivo a lo que hacen los docentes en el colegio. Entonces lo que hacemos acá es hacer una experiencia de taller con profesores de Chiloé, en que mostramos cómo estamos trabajando nosotros y cómo puede ser aplicable al aula, porque entendemos que la mayor parte del trabajo de los profesores hoy día tiene que ver con que los alumnos lean y estudien pero también vean cosas. El cine tiene la particularidad de que no solamente echa a andar herramientas cognitivas sino que también emotivas. Creo que el trabajo empático con los estudiantes es una cuestión de primera línea para asegurar aprendizaje significativo y satisfactorio.

¿Hasta ahora cómo evalúan lo que ha sido la recepción de los profesores y de los colegas allá?
-En general todo esto ha ido de a poquitito pero ya hay un interés cierto, cuando se acerca la fecha tenemos algunas llamadas, nosotros mismos nos preocupamos de ir difundiendo… Nos interesa hacer un trabajo, en este caso, de hormiga pero sabemos que va ir expandiéndose hacia otra área. Muchos de los que estamos acá en el festival, como te decía, venimos del mundo de la historia y paulatinamente nos hemos ido especializando en cine, hemos ido estudiando porque esto no podía ser tan artesanal y de pura gana. Creemos que inicialmente el vínculo va a ser entre la historia  y el cine y lo más probable es que después vayamos integrando a más gente. Se está tratando también literatura y cine que es una cuestión muy importante, porque los vínculos quizás son más claros. Me imagino que ese es el camino que vamos a seguir en los próximos festivales.

Es muy interesante ver cómo un festival que tiene estas características también entiende que tiene un rol muy distinto al de otros festivales. Aquí hay una mirada que tiene que ver con el cine formativo…
-En realidad cada festival tiene que tener un sello. Nosotros pensamos que algo nos tenía que hacer distintos a los demás festivales o eventos. Creo que no lo tuvimos claro en un principio, lo fuimos desarrollando y se ha ido dando solo un poco por la gente que ha ido participando, pero desde hace un año que tenemos claro que nuestra “vocación” va por ese lado. No es que menospreciemos las otras posibilidades, me parece que cada uno tiene que hacer lo que puede y lo que quiere. En nuestro caso se dio además por la modestia del festival porque este año fue financiado con los fondos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, pero otras veces lo hemos hecho con recursos propios. Nos hemos ido midiendo y por lo mismo decidimos trabajar con documentales y no con cine en general porque habría sido un poco más difícil sobre todo en términos de producción, de proyección, etc. Y esta vocación pedagógica hacia la comunidad la hemos ido fortaleciendo, sin olvidar que nos interesa el cine también como producción cultural. Claramente hemos pensado en hacer una especie de combinación entre fomentar lo audiovisual local –y si podemos también el nacional- y ocupar el cine documental en la experiencia educativa.

En el nutrido programa de actividades-que se desarrollarán del 1 al 6 de diciembre-destaca, por ejemplo, la muestra de documentales en la isla de Quehui, donde la comunidad por primera vez tendrá acceso al cine. Suena interesante, como una minga cinematográfica.
-Lo que pasa es que nosotros nos centramos en la ciudad de Castro por las posibilidades logísticas, pero también hemos decidido tratar de avanzar un poco más hacia aquellas comunidades en que el cine aparece más como una novedad y como una carencia mucho más sustantiva. Quehui por ejemplo no tiene luz eléctrica entonces ellos funcionan con generador, con acceso a internet limitado, y esa serie de particularidades que lo hacen una cosa rara. La isla está como a dos o tres horas desde Castro en lancha, por lo que nos pareció una buena oportunidad para mostrar cine y lo que haremos es una muestra de cine infantil, asociados con el colegio de la isla.

Me parece muy emocionante por los niños, cómo van a estar, esperando la lancha del cine. Alguien debería estar haciendo un documental paralelo de esto. Es como Cien niños esperando un tren versión chilota.
-Bueno, de hecho vamos a tratar de hacer una muy buena selección porque sería espantoso que los niños se decepcionaran con las películas entonces nos hemos preocupado mucho de eso. Vamos a llevar documentales, pero seguramente algún engañito dedicado estrictamente a los niños, y claro para nosotros será una experiencia muy enriquecedora. Nosotros estamos en esto porque nos gusta, amamos lo que hacemos y poder llevar las películas allá es muy interesante. Es una lancha pequeñita donde hay que llevar de todo, los equipos de proyección,  telón, camarógrafos, fotógrafos. El equipo no puede ser muy grande pero va a quedar registro.

Hay que felicitar al equipo que está organizando este festival de cine porque la selección de películas que están llevando son mayormente películas que ya han sido premiadas. Además de llevar documentales premiados están mostrando documentales locales e investigadores para compartir y reflexionar respecto a este mismo ejercicio.
-Una de las cosas que ha distinguido al festival es su selección de películas. A lo largo de estos cinco años hemos llevado trabajos muy buenos, hemos logrado interesar a los documentalistas para que muestren sus trabajos y además hemos tenido una cuota de suerte que siempre hay que tener para estas cosas. Hemos tenido la suerte de mostrar documentales que después han partido a participar en esta especie de “tour” de festivales de Chile y han ganado.  Recuerdo por ejemplo La sombra de don Roberto que se ganó casi todos los premios me parece que el año pasado en Fidocs. Santiago tiene una pena, que es un trabajo espectacular de Felipe Orellana y Diego Riquelme, ganó el año pasado y después de casi dos meses ganaron el Pedro Sienna, así que eso demuestra que la selección está bien hecha. A nosotros nos llegan muchos documentales y a veces nos tentamos un poco por las temáticas y todo pero hemos sido más o menos rigurosos en seleccionar con los criterios que creo más adecuados: temática y calidad fílmica o cinematográfica. Los trabajos de este año también creo que van a tener algo que decir en los próximos meses porque son trabajos muy bien hechos, muy bien logrados, con calidad estética y poética, lo que hace que un documental sobresalga sobre los demás.