Finalmente Mandril llega a los cines el jueves 2 de septiembre. ¿Cuáles son tus expectativas respecto a lo que va a pasar a partir de esa fecha?
-Estoy muy contento de que por fin la película salga a salas. Lo que me gustaría es que se repita todo el éxito que ha tenido en los festivales, especialmente con el público, porque ha gustado mucho. Ojalá eso ahora pase también en las salas con la gente que paga su entrada por verla.
Con Mirageman la gente se identificó mucho y fue en gran cantidad a ver la película, sintieron que ahí había una buena representación de lo que sería un superhéroe chileno. Mandrill tiene algunas similitudes y algunas diferencias. ¿Qué podríamos contar de lo que trae esta película para quienes han visto Mirageman y puedan establecer con esa película algún tipo de comparación?
-Sigue con el mismo sentido del humor, dentro del género de acción. Es una película entretenida para el público. La diferencia es que Mandrill es una historia de amor, camuflada por la acción. Tiene también muchas referencias a cultura pop y a películas de cine B. La gran diferencia también es el look de la película, es menos callejero, se busca más el James Bond de los ’70, en cambio en Mirageman había algo más de documental, filmada con cámara en mano.
Mirageman es una película idiosincráticamente muy chilena y esta es una película más internacional que podría funcionar en cualquier lado, muy alimentada de cine. ¿Cómo trabajaste eso con Marko Zaror y con Celine Raymond, que son los protagonistas? ¿Vieron películas mientras estaban filmando? ¿Cómo funcionó?
-Sí, ellos sabían cuáles eran los referentes y tenían una lista de películas para ver, aunque nos las vimos juntos. El trabajo con ellos tiene que ver con la cuestión de tomarse el serio el personaje, pero sabiendo que todo esto está dentro de esforzar el límite del cliché para rematarlo con caminos distintos. Es un juego, en el fondo, del que estamos cada vez más conscientes, porque de a poco se ha ido explorando de mejor manera esa veta que partió en Kiltro y ahora todos sabemos a lo que estamos jugando.
¿Qué significa para ti, que estás recién partiendo, empezar a contribuir a consolidar una suerte de género que en nuestro país hace diez años no se vislumbraba por ninguna parte? Es una apuesta arriesgada de parte tuya pero que a estas alturas te tiene muy consolidado. ¿Qué significa para ti que se te distinga por eso que se te valore en tu país y no sólo por la crítica sino también por el público?
-Obviamente estoy orgulloso, contento, muy motivado para seguir haciendo género. No es tan arriesgado como todos creen, creo que es al revés, la gente quiere ver este tipo de películas. Es distinto, es un quiebre quizás respecto a lo que se había hecho pero nunca lo tomé como un riesgo, siempre pensé en darle al público lo que a mí me gustaría ver, en el fondo que son películas entretenidas. (Alfred) Hitchcock decía que al público le gusta ver sexo, violencia y asesinatos en el cine y eso es verdad, y Mandrill tiene un poco de eso. Lo que quiero es empezar a enamorar al público del cine chileno, que el cine chileno tiene varios caminos y que puede ir a entretenerse a la sala.
A propósito de eso los cineastas de tu generación están bastante distantes de la idea de la masividad, la mayoría de ellos está en una cosa más artística, autoral, y por lo mismo pueden andar muy bien en festivales, pero al momento de entrar al circuito -ni siquiera comercial, sino incluso como la Cineteca o el Cine Arte Alameda- tienen un público muy cerrado. ¿Cómo te relacionas tú con ese otro cine que se está haciendo en Chile y que es el más numeroso a pesar de que lleva menos gente a las salas?
-Lo que me gusta de eso es que todos somos bien consecuentes con el cine que nos gusta de ver y somos bien distintos también. Ellos dentro de sus películas de cine más autoral también se distinguen harto. Creo que uno tiene que tener claro qué es lo que quiere como cineasta. Si uno hace esas películas más íntimas y, como tú dices, con público más cerrado, obviamente no pueden esperar después llenar una sala de cine, pero sí en ir a festivales y en mostrar la película en otro circuito. Uno tiene que tener claro para dónde va y qué es lo que quiere. Lo más valorable del cine que se hace acá es que se notan sus autores y eso siempre va a ser bueno. Eso a mí me gusta porque soy de la idea del cine que hacía Hitchcock, (Alejandro) Amenábar, (Quentin) Tarantino. Que uno puede hacer cine de autor entretenido, para la masa.
Una estrategia que tú has desarrollado junto con tus socios, que están en la productora Mandril, es instalar este cine que se puede ver en salas, pero que también se mete dentro del mercado del género. Es una película que -como pasó con Mirageman y Kiltro– se vende en DVD, llega a otros países… En esa lógica ¿qué es lo que tiene que ofrecer Ernesto Díaz, respecto a un cine similar que se hace en Estados Unidos o en Japón, etc.?
-La gracia de hacer cine independiente, con miras más masivas también, es que uno tiene el corte final de la película, uno puede hacer la película que quiere hacer, entonces en ese punto está la diferencia entre hacer algo que se ha visto una y otra vez –en Hollywood hay una pauta y hay productores que se cierran a que la película tiene que seguir ciertas condiciones y tiene que terminar de una manera- o no. En cambio en Mandrill explorando ese mismo género tiene otros caminos y otras salidas que la hacen más original y una reinterpretación del mismo género. De donde más sale esa cosa única de la película es tener un cable fuerte a nuestro país, a nuestra cultura y también al autor. De ahí sale lo nuevo que ofrece la película: adaptar los géneros a nuestra realidad, pasar por ese filtro ya lo hace un trabajo diferente. Pero hay que ser muy honesto con nuestra realidad, no tratar de hacer una película como lo hacen ellos sino tratar de dar una mirada nueva a las películas que siempre han hecho allá.
Con este tercer trabajo se sigue consolidando la dupla con Marko Zaror. Cuéntanos un poco de eso, de cómo ha evolucionado en el tiempo. Ustedes se conocen desde el colegio, estuvieron juntos en Estados Unidos y, por lo tanto, es una larga historia no sólo cinematográfica sino también personal. ¿Cómo anda esa dupla en esta nueva película, cómo ha ido evolucionando su nivel de comunicación artístico?
-Ha crecido. La experiencia de las otras dos películas nos ha ayudado mucho, la manera de trabajar tanto en las peleas, en el tecnicismo de cómo filmarlas y todo eso. También en la actuación, y en conocer cuáles son las limitaciones que tenemos, hasta dónde podemos llegar y cuál es el rango en donde podemos manejar al personaje. Eso es súper importante porque Marko no es un actor profesional…
Aún así ganó Mejor Actor en Austin…
-Ganó Mejor Actor y eso fue increíble. Entonces, claro, fue un camino difícil. Esta película especialmente fue la más compleja en la manera de llegar a las escenas, de conversarlas y de probar una y otra versión para después jugar en el montaje. Marko es muy consciente de su formación de actor, hasta dónde puede llegar y también de confiar mucho en la cámara y en lo que completa la actuación, porque la actuación es una de las herramientas para contar una historia, complementada de la música y del movimiento de cámara y todo. Trabajar en conjunto con el cine.
De todos modos hay que decir que Marko es muy mateo. Además de ser muy disciplinado en lo que tiene que ver con las artes marciales, con su dieta, con sus ejercicios, también da la impresión de que es muy aplicado en el tema actoral, escucha mucho, trata de aprender y hay un esfuerzo ahí importante.
-Sí, Marko tiene una transformación en el set y una dedicación que lo hace no tiene nada que envidiar a un actor profesional. Como los proyectos los armamos desde el principio juntos, él trae muchas ideas de su vida personal y yo, como lo conozco, escribo cosas que tengan que ver con su realidad y con su experiencia, metáforas de cosas que han sucedido. Tiene una afinidad con los personajes que es mucho mayor, quizás, a otros ejemplos de actores.
En esta película también hay otros actores importantes, como Celine Reymond, Luis Alarcón -que hace un papel maravilloso-, Alejandro Castillo… ¿Cómo ha sido trabajar con este equipo?
-Lo mejor es trabajar con actores como ellos. Es una experiencia increíble tener un actor que te da varias versiones de una idea que uno tiene y de repente ves que tiene muchos otros caminos que no tenías pensados, que el personaje empieza a crecer y a hacer algo mucho mejor que lo que es en el papel. Con Celine Reymond es primera vez que trabajaba, es una actriz que yo creo es una de las más talentosas de su generación y en la película está increíble. Me encantó trabajar con ella y lo haría feliz de nuevo. De Alejandro Castillo y Luis Alarcón yo soy fan, me encanta trabajar con ellos, estuvieron conmigo en Kiltro. Con Luis Alarcón tenemos una relación de amigos también y pudimos ir más lejos en esta película. La risa que tiene el personaje fue su idea, entonces ese tipo de cosas se agradecen. Lo pasamos muy bien filmando.