Entrevista a Daniel Vivanco, director de El Mal Trato
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Para ver una crítica a la película, acceder a este link.

Esta entrevista fue realizada en el programa Radiópolis de Radio Universidad de Chile.

La película busca instalar las consecuencias del maltrato intrafamiliar, aunque desde un punto de vista poco común quizás, o del que no se habla mucho: el maltrato de la mujer hacia el hombre. ¿De dónde nace esta historia?

– Esta película está basada en un conjunto de historias, que es la que estamos viendo hasta el día de hoy: los femicidios y todo esto, que es algo que desde que tiene un nombre se ha hecho tangible en nuestra sociedad. Entonces, quise darle una vuelta al tema y pensar cómo un hombre puede llegar a algo tan extremo; tratar de entender un poco los procesos de violencia que se dan a veces dentro de las familias. Nosotros a veces vemos el titular solamente, que puede ser muy terrible, pero nunca entendemos lo que pasó detrás de todo eso. La idea fue tratar de comprender los procesos que hay detrás de un femicidio o de una situación de violencia de una familia.

Cómo llegaste a la historia en particular, a la historia de este personaje, el profesor.

– La verdad es que había otro proyecto, otra película, que se llamaba El peaje y se hizo toda una preproducción para una película que era un poquito más grande. No se pudo financiar y quedaron un montón de piezas libres que ya estaban hechas: locaciones conseguidas, actores que ya estaban acordados para trabajar. Y a partir de eso, de la desesperación de no poder terminar el otro proyecto –y, a parte, de la inspiración de ver estas noticias y como que no se estaba dando el otro punto de vista– surgió esta idea que se escribió muy rápido. Se hizo un guión bastante improvisado. Y así nace.

Igual el tema es complejo y la película lo trata desde un punto de vista psicológico, tratando de insertarse en la mente de Ramiro, que es este profesor de matemáticas protagonizado por Ricardo Pinto. ¿Para eso tuviste que investigar muchos casos específicos, te entrevistaste con gente que haya estado relacionada con casos así?

– No, la verdad no. Bastó con mi propia experiencia de abusos [Risas]. No, no, no. La verdad no hice mucha investigación. Fue un proceso bastante rápido, fue como improvisado; mucho trabajo con actores en set, todos aportando. Éramos un equipo muy pequeño detrás de cámara –solo tres personas, incluido yo–. Es una película muy pequeña. Y siempre se trabajó mucho en equipo. O sea, yo siento que los actores son muy dueños del guión, tanto como yo, que fui el que lo escribió, hice la estructura. Ellos aportaron mucho en los diálogos, en la construcción psicológica del personaje. Así que no hubo una investigación especial en cuanto al tema, pero el trabajo en equipo sí ayudó harto.

Cuando hablamos con el director de Talión, él nos decía que desde un principio la idea era hacer una película de género, una película de suspenso. ¿Cómo fue en tu caso? Porque esta también es una película que tiene que ver con el suspenso.

– Sí, eso se fue dando después en realidad. Fue como una consecuencia del montaje, del tratamiento musical, de los planos que se fueron haciendo. Pero inicialmente no era hacerla una cinta de suspenso o de crimen. No, era un drama. Pero a medida que la fuimos haciendo, a medida que enfrentamos las escenas de manera explícita –hay partes muy fuertes– nos dimos cuanta que a lo mejor pudo caer en un tipo de género especial, así como, no sé, extremo o de thriller o crimen. Pero en un comienzo no fue así, fue: queremos hacer un drama, un drama social fuerte no más. Esa fue la intención inicial.

Quería seguir preguntándote en torno a la forma de la película. A mí a veces me daba la idea que tiene una forma medio pesadillesca igual. ¿Eso también lo encontraste en el set o lo tenías pensado de antes?

– No, eso sí lo tenía pensando. En el fondo, a lo que tú apuntas, es que es a esos momentos donde estamos siempre desde el punto de vista de la mente de este personaje, que casi aparece en todos los planos de la película. Estamos todo el rato con él. Y la idea es esa: generar esa empatía con este personaje y estar en su mente. Tratar de entender cómo a veces la mente te juega en contra, cómo empiezas a escuchar tus pensamientos, tus ideas. A veces los niegas, los niegas, pero en un momento los dejas ir y se desatan cosas que a lo mejor ni esperabas.

Y lo localizarse en Pitrufquén… hay una parte en la película donde se habla del concepto “Pueblo chico, infierno grande”, todos saben lo que pasa. El tipo ve a la gente y sabe todas las historias ocultas que esconden. ¿Por qué Pitrufquén?, ¿hay alguna razón en especial?

– Yo viví en Pitrufquén. Yo me fui hace cinco años con mi pareja a vivir al sur, apestado de esto mismo que tenemos ahora: de la preemergencia, de los tacos, de la velocidad.

¿Pero tú eres de Santiago?

– Sí, Santiago. Pero mi papá es de Pitrufquén. Entonces llegamos allá, estuvimos viviendo cinco años, nacieron dos hijos. Armamos como nuestra familia y todo. Y en ese contexto yo venía de hacer una película el 2007 que se llama D7a. Ya había pasado mucho tiempo, tenía ganas de hacer una película y no resultaba. Y ya en el último año que estuvimos viviendo en Pitrufquén nace esta historia. Y por eso se da ahí, porque la pensé siempre hacerla donde yo estaba viviendo, que era más fácil, por temas de producción. Y, aparte, porque geográficamente es bonito y porque los pueblos chicos tienen esa gracia. Transformé Pitrufquén en un personaje, esta entidad social donde no hay secretos, donde todos saben todo y donde los personajes están expuestos. Acá en Santiago tú caminas y nadie sabe nada de ti: son todos anónimos. Allá no, de verdad que es así. Yo después de cinco años todos sabían que yo era el que hacía videos, todos sabían que yo era pariente de tal o cual. Y también yo mismo empecé a saber las historias de todos. Entonces es algo que se da mucho en los pueblos.

¿En qué sentido decías que convertiste el pueblo en un personaje?

– Porque parte de la presión que siente el personaje frente a su situación de violencia intrafamiliar viene de parte del pueblo: “Todos saben que a mí me pegan, todos saben que a mí me violentan, entonces, cualquier cosa que pase aquí van a sospechar de mí”.

Yo pensaba viendo la película también que quizá es un poco riesgoso también ponerse en la situación desde la mirada del abusado que después se convierte en un abusador. Porque uno podría pensar que en cierta forma estás justificando sus acciones. ¿Pensaste en eso también, en cuidar ese límite?

– No mucho la verdad. La idea siempre fue hacer una película un poco incorrecta en ese sentido. Porque yo creo que de esa forma podemos reflexionar en torno al tema. Si siempre entregamos la misma visión, siempre todos encausamos nuestra postular moral hacia un sentido, nunca vamos a reflexionar algo más profundo. Entonces, entender los procesos, tratar de ponerse en el lugar del otro, es algo que a mí me interesa como tema cinematográfico en general. Por ejemplo –también es incorrecto–, pero decir, por ejemplo: qué pasa en el caso de los curas pedófilos; qué pasa cuando a lo mejor este cura es homosexual y hay un niño que lo jotea, que lo busca, tipo Lolita de Kubrick. Es decir, cómo sería en casos donde hay niños súper sexuales. Entonces, también hay excepciones en todas las historias. A mí me interesan esas excepciones. Me interesan porque te permiten reflexionar sobre los temas. Y es parte del rol del arte, hacer pensar con respecto a las cosas que nos están pasando.

Claro, pero es complejo, puedes terminar justificando algo que quizá ni siquiera quieres justificar.

– Puede ser…puede ser que se malinterprete a lo mejor de esa forma, pero no es la idea. No es la idea justificar. La idea es reflexionar sobre la violencia.

¿Cómo hiciste esta película, cómo lograste financiarla?

– Bueno, por una parte se consiguieron muchas cosas gratis: locaciones, espacios, el equipamiento técnico yo lo tengo porque hago videos para empresas y cosas así. Los actores fueron muy generosos. El equipo técnico también trabajaron la mayoría gratis, otros cobraron muy poco, otros son dueños de un porcentaje de la película. Y el resto que se tuvo que gastar lo financié yo, con mi trabajo. Pero es una película pequeña en el fondo, y que se ha ido financiando a lo largo de tres años. Entonces tampoco es que ha puesto un gran turro de dinero. No, se ha ido gastando de a poco, pero sí es una película que he ido financiando yo, principalmente.

Se puede.

– Sí, se puede. Cuesta, pero se puede.