Entrevista a Catalina Vergara y Cristian Soto, directores del documental “La última estación”
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– La película ya ha tenido un recorrido significativo en festivales: ganó en Fidocs 2013 y en el Festival de Cine de Pärnu, en Estonia; estuvo en el Festival Internacional de Cine Documental de Copenhagen; estuvo en DOK Leipzig; en Hot Docs, en IDFA y ahora, finalmente, llega a las salas. ¿Cómo se enfrentan a este otro espectador?

Cristian Soto (CS): Bueno, nosotros sabemos que no es una película fácil de ver, porque es una película de observación en un lugar donde no pasan muchas cosas, pero el desafío tiene que ver con darse un tiempo, tener una cierta paciencia para entregarse al tiempo de la vejez. Hay mucha inmovilidad, muy poco diálogo, muy poca música, sin entrevistas. Lo que nosotros proponemos es una experiencia visual a nivel de fotografía y a nivel de emoción. Entonces eso es un poco el desafío o la invitación que podemos hacer a la gente que va a ver la película.

Catalina Vergara (CV): Yo creo, también, que es muy importante que si bien puede ser un tema que la gente no quiera ver, sí hemos tenido la experiencia de que la gente que ya la ha visto, se involucra mucho con el tema, y de eso se trata, es una invitación a hablar y a hacer visible el tema de la vejez. Reflexionar sobre eso.

La Última Estación está instalada en un asilo y ustedes escogen –como construcción narrativa– meterse en los tiempos del asilo. ¿En qué momento ustedes decidieron esta forma? Y, cómo hicieron para no ser seducidos por esta cosa de: “esto está siendo difícil, puede que al espectador le cueste meterse en este ritmo”.

CS: Bueno, nosotros pasamos el primer año como investigación, los primeros meses íbamos sin cámara, tratando de establecer algún tipo de relación con los personajes; tratando de introducirnos en el tiempo, porque no era fácil. Había veces que íbamos y no pasaba nada, habían meses que grabábamos y no había material que pudiera servir para lo que nosotros estábamos buscando. Pero a medida que fuimos entrando en el tema, fuimos sacando ciertas capas y finalmente llegamos a lo medular; donde si hay vida, sí hay belleza, sí hay comunicación, la gente hace cosas. Entonces, pasar ese velo significó llegar a la esencia de la película y desde ahí recoger a través de la observación y la contemplación sucesos muy sutiles, cosas muy pequeñas, detalles, que en el fondo transformaran a la película en eso: un mosaico de imágenes y situaciones que están contactadas a través del tiempo en la vejez…

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– Catalina tu decías que el tema de la vejez es algo que hemos tratado de no mirar y de dejarlo atrás. ¿Cómo fue que ustedes decidieron instalarse en este tema?

CS: Yo estaba haciendo un proyecto de título [Pasajero de Niebla; 2005], en el Duoc UC, que trataba también de la vejez. Entonces, en una de las escenas nosotros necesitábamos extras, y fuimos a un hogar de ancianos a ver si nos querían ayudar participando en la película.

CV: Y hubo una imagen muy fuerte que vivenciamos, que fue bien relevante como punto de partida para decidir meternos en el tema…Pero yo creo que también que se trata de que es un gran tema. Cada año el porcentaje de personas mayores va aumentando abruptamente, en 10 años más va a ser brutalmente mayor; somos una sociedad que está envejeciendo. Y los abuelos en esta sociedad no tienen mucho espacio: no producen, no van al tiempo que el sistema y la cultura nos demanda, y pasan a ser un problema. Y en ese sentido es una película para nosotros, no para los abuelos, es una película para la gente joven…

CS: Los que vamos camino hacia la vejez.

CV: Para reflexionar, pensar, hacer visible el tema, y cuestionarnos cómo queremos enfrentar esto.

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– ¿Qué es lo que más les ha sorprendido de lo que los espectadores han visto en la película?

CV: A mí lo que me ha sorprendido mucho es cómo cada persona, de alguna u otra manera, se conecta con el tema; casi todos tenemos un abuelo y a todos les toca personalmente por algún punto; y se conectan emocionalmente por su propia historia. Eso me pareció muy bonito y me ha sorprendido también.

CS: Yo creo que también tiene que ver mucho con esta idea de que cuando el espectador tiene un tiempo puede reconstruir ciertas situaciones; empieza a reconfigurarse a sí mismo, a pensar en un abuelo, un tío, en una persona cercana. En una de las exhibiciones alguien me comentaba una vez que de la manera cómo la abuela tomaba ciertos elementos era la misma manera cómo su abuela tomaba ciertos elementos. El detalle de los muebles; ciertos elementos que estaban en las casas de algunas personas. Entonces, todas esas configuraciones se van juntando. Y lo que siempre nos ha pasado es que la gente nos dice que la emoción que les brinda la película es muy fuerte. Porque yo creo que de alguna u otra manera tenemos alguna culpa los que vemos la película de haber dejado a alguien olvidado; haber dejado de llamar o haber dejado de ir a ver. Entonces también hay ahí una cuestión que te enfrenta …

– Quería preguntarles respecto esta intimidad que ustedes logran en el documental, que no tiene que haber sido tan fácil porque para los ancianos puede haber sido raro el proceso de filmación. ¿Cómo hicieron que ellos se acostumbraran a que ustedes los estuvieran filmando?

CS: Nosotros entramos primero sin cámara, un trabajo de observación pura, sólo con nuestra propia vista. Y a partir de ahí empezamos a crear vínculos con las personas, a conocerlas, a tomar té con ellos, a dormir allí, a darles de comer en algunos casos, a pasear en las tardes. Y a partir de ahí empezamos a crear vínculos donde había mucha confianza. Nosotros, finalmente, éramos una compañía para ellos. El hecho de estar ahí para ellos era gratificante porque era estar con alguien con quien conversar o fumarse un cigarro. Pero, siempre manteníamos una cierta distancia al momento de grabar. Cuando eso ocurría nos distanciabamos un poco, pedíamos permiso, y nos quedábamos quietos, tranquilos, grabando sus vidas. Cuando nosotros sentíamos que teníamos el plano o la imagen cortábamos, salíamos un rato, y conversábamos con élo ella de otros temas. Y ahí yo creo que ellos se fueron acostumbrando a nosotros y nosotros a su ritmo, también.

CV: Yo creo que definitivamente esa intimidad y el pasar invisibles tiene que ver con la relación personal y la confianza y respeto que establecimos con cada uno de ellos.

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– ¿Y qué fue lo más difícil de estar filmando en estos espacios?

CS: La paciencia….Meterse en sus ritmos.

CV: A mí al principio me costó mucho, emocionalmente. Ver este nivel de abandono y soledad me afectó, emocionalmente, sobre todo el primer año; estar ahí, vivirlo.

– Ustedes estuvieron 5 años en el proyecto, pero ¿cuando tiempo estuvieron filmando en los asilos?

CV: Como 3 o 4 años…

CS: 3 años y medios… Yo diría casi 4 años; porque el 4º año quizá no fue tan intenso como los primeros en que íbamos todos los días. Pero sí íbamos a grabar cada cierto tiempo, cosas que sentíamos que nos faltaban.

CV: Al principio fue más intenso, fuimos mezclando las etapas: mezclamos la investigación con el rodaje, y después, el rodaje con el montaje. Porque era tanto el tiempo de observación que nos planteábamos y había que estar ahí para que las cosas sucedieran –porque en estos lugares aparentemente no sucede mucho, el tiempo está más bien detenido–, entonces, era  la paciencia de estar ahí  y esperar a que las cosas pasaran delante de cámara y delante de nosotros.

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– Algunas de esas cosas que vemos en el documental son bien brutales; estamos frente a la decadencia y a la muerte cotidianamente ¿Cómo fueron desarrollando un lenguaje en la película para acercarse a estos temas?

CV: Yo creo que el lenguaje tiene que ver justamente con ellos y con el tema; con la experiencia que nosotros vivimos al estar ahí y al querer expresar ese tiempo y ese respeto y dignidad que sentíamos por ellos.  Y a partir de eso fue el cómo mostrarlo. También además del tema del abandono y la soledad también queríamos, a través de la fotografía, expresar una búsqueda de la belleza y la dignidad de estos abuelos.

CS: Sí, quería también agregar que en un momento lo conversamos. Nos cuestionamos en ese sentido de que si alguien moría era correcto grabarlo o no grabarlo. Y después de reflexionar y conversar nosotros dijimos ésto pasa, y ésto pasa todos los días; día por medio hay un abuelo que muere. Y tristemente las opciones que ellos tienen para salir de ahí son: o te van a buscar o te mueres; y eso es una realidad, y esa realidad exige ser filmada y grabada.

– El trabajo que ustedes hacen de luz, de claroscuro, con lo que parece ser mayormente sólo luz natural, es bien impresionante. ¿Cómo fue el proceso para poder captar aquello?

CV: Yo creo que el espacio ayudó mucho, porque cada personaje está en un lugar diferente, entonces cada espacio tenía una luminosidad muy distinta; y nosotros lo que quisimos fue sacarle provecho a esa luminosidad con luz natural. Salvo con una luz que se llama Diva-Lite que a veces reforzamos cuando era demasiado oscuro. Pero lo que da esa belleza yo creo que son los espacios, que son bien bellos fotográficamente. Claro, uno podría decir que uno ve un pasillo solo, frío, pero –como dice Catalina– detrás de esa aparente penumbra hay belleza.