Sería injusto tildar a Chicago Boys como un documental de tintes televisivos. Si bien sus realizadores han hecho una carrera dentro de los límites del reportaje investigativo, en ésta, su primera película, están plenamente conscientes de que se enfrentan a otros marcos, a otro lenguaje. Acá hay varias entrevistas y una fotografía que no hace nada fuera de lo común, pero el montaje está totalmente ajeno a algún criterio televisivo. Es este elemento el que, además, le da un peso cinematográfico que manifiesta un compromiso con lo que se cuenta y, de paso, la conexión con el espectador. Porque es bastante astuta su manera de relatar los hechos a partir de lo que dicen estos mismos entrevistados, que aparecen sin ser interrumpidos por una voz en off dirigente. Queda acá bien claro que estamos ante un grupo de economistas que vieron cómo el mundo se partía entre clásicos y monetaristas en los años 50, estos últimos, serían luego llamados neoliberales. Una doctrina que aprendieron en la Universidad de Chicago, gracias a unas becas. De esos, unos las aplicaron con la libertad que les dio la dictadura, otros, son fuertes críticos.
Un relato que realizan -gracias al método que usaron los realizadores en las entrevistas-, con un desparpajo y sinceridad arrolladores que hacen que, finalmente, el documental tenga una fuerte conexión con la realidad actual. Una en donde la moral empresarial sólo tiene como fin último el ganar como sea. La misma moral que peligrosamente chorrea individualmente y que, en 25 años de democracia, ningún gobierno se ha molestado mucho en confrontarla.
Como dice Carola Fuentes en la siguiente entrevista, esta “no es una película de economía, es una película sobre economistas”. Y ese criterio hace que las consecuencias de las políticas que implementaron estas personas nos parezcan aún más brutales y concretas por ese grado de “humanidad”. Porque ellos mismos acá dicen por qué creen ellas. Distinto sería que eso mismo nos fuera contado con cifras, que enfriarían todo el relato.
Así, lejos de esa abstracción, Chicago Boys tiene una fuerza en su estructura que, repito, está lejos de una supuesta intención televisiva. A esto hay que sumar la excelente investigación y uso de unos archivos (películas que los mismos protagonistas filmaron en Chicago, junto a unos vhs que grabaron festinando con sus “logros) que vienen a reforzar la intención ya mencionada. En conclusión, la fuerza clarificadora y reflexiva de Chicago Boys, la convierten en una película potente y que viene a llenar un vacío en cuanto a pensar desde lo macro nuestra realidad actual a través del documental.
La siguiente entrevista fue realizada a la co-directora Carola Fuentes, en el programa Radiópolis de Radio U. de Chile, el miércoles 4 de noviembre de 2015, junto a Rodrigo Alarcón.
¿Cómo se podría presentar Chicago Boys?
Depende de la edad. De mi edad para arriba, es decir los más viejitos, sabemos quienes son y los podemos relacionar con estos señores que aparecían en blanco y negro en la televisión en plena dictadura a cargo de los ministerios más importantes que estaban aplicando estas medidas radicales que fueron transformando la economía de Chile. Probablemente para los más jóvenes es un nombre bien desconocido, a pesar de que hemos encontrado un interés en la juventud que nos tiene asombrados. Pero en definitiva, así como la definición de Wikipedia, los Chicago Boys son un grupo de economistas chilenos que estudiaron en Chicago bajo las enseñanzas de Milton Friedman y que trajeron a Chile todas estas ideas neoliberales que por entonces se llamaban monetaristas. Y que el golpe de Estado les dio la oportunidad de aplicar durante la dictadura con mucha dureza. Ellos son los que justamente hablan de una revolución económica y que transformaron a este país en lo que es hoy día. Uno podría agregar, para bien o para mal. La película viene más a responder una pregunta histórica: de dónde vienen estos señores, quienes son, de donde se originaron sus ideas. Y también responder una pregunta contingente: cuánto de eso está detrás de las formas en que somos los chilenos, de las formas en que nos relacionamos, de la cultura, de la insatisfacción que estamos observando, de la desigualdad que tenemos. Entonces es una película histórica, pero que tiene mucho que ver con nuestro presente.
Este es el primer trabajo que ustedes realizan para cine. Ambos tienen una amplia y destacada trayectoria en televisión, con reportajes de investigación. Después te preguntaremos las diferencias en ambos ámbitos, pero primero, por qué pensaron partir esta nueva carrera con este tema.
Yo no me acuerdo en un minuto que hayamos dudado que esto podría ser un reportaje o un documental. Cuando se nos ocurrió la idea de hacer algo, que fue en el 2011, un 4 de agosto. Nunca se nos va a olvidar la fecha porque hubo una protesta en la Plaza Ñuñoa, de gente de clase media. Y fue curioso porque salimos a la calle y estaba el ruido de las cacerolas. Yo no escuchaba cacerolas desde que era chica, desde la dictadura. Era raro para mi marido (Rafael) que es guatemalteco, porque siempre afuera se habla del buen desarrollo económico de Chile, del crecimiento de país, que está a puertas de convertirse en un país desarrollado. Entonces no tenía mucho sentido que en este país con tan buena propaganda, hubiera gente que estaba insatisfecha. Y ahí se nos ocurrió investigar. Fue una pregunta bien casual: ¿qué estarán pensando los padres del modelo ahora? Y los quisimos ir a entrevistar. Y yo creo que nunca tuvimos la duda de que fuera documental y no reportaje. Entonces tu siguiente pregunta es cuál es la diferencia.
Sí, claro.
Es que es una pregunta bien interesante. Yo hago clases de periodismo en quinto año y mis alumnos hacen documentales, y su pregunta de tesis es esa: cuál es la diferencia. Creo que es muy interesante y muy atingente con o que estamos viendo ahora, ya que se relaciona con la libertad de expresión y la producción de contenidos audiovisuales en Chile. La definición clásica es que el documental tiene un punto de vista y el reportaje no, ¿cierto? El reportaje obedece a una lógica periodística, entonces tiene que tener todas las versiones, tiene que tener un equilibrio, algunos podrían decir que tiene que ser objetivo, aunque a mí no me gusta mucho esa palabra, pero el reportaje tiene que tener ecuanimidad, tiene que hacer que el público tenga toda la información para decidir. Y además, esta es una definición que yo añado, el reportaje responde a una pregunta más contingente. Y el documental, tiene un punto de vista, los pueden hacer los cineastas y periodistas, de hecho a los cineastas no les gusta mucho que los periodistas nos metamos en el mundo documental. Y además, tiene una duración mucho más permanente en el tiempo. Y ese es un documental por esas razones, tiene un punto de vista. No pretendemos decir la verdad de nada, es nuestro punto de vista, a pesar de que es una mirada que permitió que fueran los propios protagonistas los que relataran la historia. Y lo otro que es un documental. Creemos que es una película que tiene mucha vigencia hoy día, mucha más de la que hubiéramos esperado antes. Después de la «colusión del confort», estamos sorprendidos de cómo la gente quiere ver la película. Pero también que se transforme en un documento histórico.
Es muy impresionante lo que dices tú, porque de hecho se hace muy contingente. Hay una parte, justamente, en donde Ernesto Fontaine habla de los conforts.
Es que mira que interesante. Esa cuña de Ernesto Fontaine se refiere al desabastecimiento que hubo en la UP y yo me acuerdo alguien que alguna vez me contó, que era muy dramático que en la UP se peleaba porque había sólo un papel confort en el supermercado. No había. Y ahora cuando yo veía las fotos que están mostrando del boicot y los estantes vacíos de nuevo. Chuta, el confort que ha estado presente en nuestra historia. Pero tiene más que ver con los precios, con la historia de los precios.
A propósito de esa contingencia, una de las preguntas que surgen es: cómo nadie había hecho un documental sobre esto.
No sé. Cuando nosotros empezamos, más de alguien nos dijo: para qué van a hacer esta cuestión, si estos señores están tan pasados de moda. Y yo creo que ahora nos parece más lógico hablar de los Chicago Boys. Yo te confieso que cuando dijimos: «preguntémosle a los padres del modelo», tuve que hacer un esfuerzo para acordarme. Yo sabía que era Milton Friedman y que estaba De Castro, pero se me confundía con Büchi. Tuve que ir a buscar quienes eran realmente. La prensa no había hablado de ellos durante 20 años.
Esa es quizás la gran ventaja del documental, que uno se cuestiona de por qué nadie nos había contado esto así, tan abiertamente. Además, algo interesante que tiene, es que es bastante sutil en su punto de vista, por ejemplo, no hay una voz en off imperante, sino los mismos entrevistados van estructurando los hechos. Y también, hay un muy buen manejo de los archivos. Entonces se van sacando las conclusiones solas y eso, finalmente, es muy cinematográfico. En este sentido, ¿fue muy arduo el trabajo de montaje?
Muchas gracias. Fue lo que más nos costó y esos méritos se los lleva Rafa, el co-director. Nosotros empezamos a grabar el 2011 y yo creo que las últimas grabaciones las hicimos el 2014. Pero el grueso del material ya lo teníamos el 2013. Nos demoramos dos años en montar. Fue lo más difícil. Grabar no lo fue, los personajes accedieron con muy buena disposición a las entrevistas. Los archivos los encontramos más o menos temprano ene el proceso. Para que la gente sepa, cuando empezamos a investigar, nosotros íbamos donde los personajes y les preguntamos: ¿usted tendrá alguna foto de cuando fue a Chicago? Porque la película parte con ellos jóvenes y estudiando en la Universidad.
Mucho antes de la dictadura, en los 50.
Claro. Era una historia que empezó y que tiene que ver con la Guerra Fría. Bueno, ellos me respondían que no tenían fotos, que había pasado mucho tiempo. De pronto uno me llamó y me dijo: «mire, encontré una caja, venga a buscarla porque le puede interesar». Llegamos y era una caja gigante, abrimos la tapa y estaba llena de cintas de 8 milímetros adentro. Fue una emoción gigante. Compramos una máquina para traspasarlas y cuando empezamos a ver esas imágenes que se proyectaban, donde se ven los Chicago Boys, protagonistas de nuestra historia, de 20-25 años, con chaqueta y corbata, fue una maravilla. Entonces, cómo ocupar ese material para hacer una película, ahí fue el talento del Rafa. Hicimos una gran estructura y fuimos reduciendo de 200 minutos de película, a 100, hasta llegar a los 85 que tenemos ahora. Pero con muchas pruebas. De hecho, estrenamos en Sanfic un miércoles y entregamos la película un lunes en la noche. Nos querían matar. Y después del estreno le hicimos unos cambios. Pero ya está la versión definitiva.
Y sobre las entrevistas: ellos siempre se ven muy sueltos, muy relajados, muy sinceros. Una sinceridad que sorprende, sobretodo de parte de Ernesto Fontaine. ¿Cómo se logró eso?
Pasaron dos cosas. Ellos son muy buenos entrevistados per-sé. Todos han sido profesores y hacen harto fácil la pega, porque explican todo muy bien y son muy histriónicos. Son personajes, desde ese punto de vista, muy atractivos audiovisualmente. Y ellos, después de años de práctica, fueron hasta ministros, están acostumbrados a hablar y explicar cosas difíciles, con un lenguaje accesible. Por otro lado, las entrevistas fueron súper largas. Yo creo que a todos los entrevisté más de una vez, con entrevistas que duraban más de dos horas por tanda, y entonces uno va con más detalle y calma. Y principalmente, yo creo que ellos estaban muy entusiasmados con poder contar su visión o su versión. Yo al final les preguntaba: porqué me habían dado la entrevista. Algunos de ellos dan muy pocas entrevistas, Sergio de Castro da muy pocas entrevistas. Y todos ellos me dijeron que encontraban que esta era una oportunidad para hablar ellos de esta historia, porque era una historia de la que se ha hablado bastante, pero nunca ellos habían sido preguntados en primera persona. Entonces me imagino que esa oportunidad fue lo que los hizo poder profundizar más en las preguntas.
Hay una parque muy impresionante que es cuando se habla de las violaciones de los Derechos Humanos, y tu les preguntas directamente de eso. Es impresionante cómo reaccionan.
Para mí, las respuestas de ellos, cuando contestan como cuando no contestan, incluso la expresión corporal de ellos, me parece que es súper revelador de sus personalidades y de sus valores, porque nosotros siempre hemos dicho que esta no es una película de economía -de hecho no hay cifras en la película-, es una película sobre economistas. Sobre personas que tenían valores y sobre ellos tomaron decisiones que nos impactaron a todos. Entonces era muy importante conocerlos como personas.
Bueno, también otros economistas que estudiaron en Chicago y que no necesariamente están en la película, como Carlos Massad y Ricardo Ffrench-Davis.
Y son casi de la misma generación y ellos marcaron una diferencia, son los Chicago Boys disidentes, sobretodo Ffrench-Davis.
Ustedes la exhibieron en la Universidad Católica con algunos de ellos presentes. ¿Cuál fue la reacción?
Estaba Rolf Lüders. Yo no vi sus reacciones mientras la veía. Al final se armó un foro donde habló el decano de Economía de la Católica, habló Sebastián Edwards, que es otro economista que es más joven, pero que también es Chicago Boys; y un economista que está especializado en economía del Bienestar, que también es ex alumno de la Católica, de hecho, fue ayudante de Lüders. En este debate ellos se referían a varias cuñas de Lüders y él estaba ahí en el público. Pero estuvo muy calmado, terminó la función, se acercó a saludarme y se retiró y después me mandó un mail muy breve, pero agradeciendo que hubiéramos presentado la película en la Universidad y diciéndome que había escuchado varios comentarios que iban en distintos tonos, pero que él agradecía la ecuanimidad que habíamos tenido hacia la historia, que no habíamos tergiversado los hechos.