Entrevista a Andrés Waissbluth, director de Un caballo llamado elefante
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El estreno de Un caballo llamado elefante marca un hito en nuestro cine. No hay vestigios de una película (hecha con actores) que tenga como fin dirigirse al público infantil, con una historia de aventuras y fantasías. Y lo hace con elementos muy nobles y luminosos, partiendo por ideas que Lalo Parra le transmitió al director, Andrés Waissbluth. En su tercer largometraje (tras Los debutantes y 199 recetas para ser feliz), Waissbluth comprueba nuevamente un pulso bastante firme para consolidar una propuesta formal que apoye un argumento que también se ofrece claro y que sabe acoger al espectador. En el caso de Un caballo llamado elefante, el ojo está puesto en los niños, pero está claro que tampoco puede ser ingenuo, en un momento en que los niños no se conforman con la división de buenos y malos.

El resultado es una película con personajes muy bien delineados, con dos niños actores que debutan delante de las cámaras. El fuerte del filme está en la credibilidad de ellos y lo soportan muy bien. Y si bien la historia comienza mejor que como termina, Un caballo llamado elefante es un filme de una fuerza e intenciones muy sinceras, algo que no pueden decir todos los actuales mastodontes hollywoodenses que llegan a nuestra cartelera.

Esta entrevista fue realizada en el programa Radiópolis de Radio Universidad de Chile.

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Los nombres de los protagonistas no son casualidad, se refieren a Roberto y Lalo Parra. La película ha sido presentada como “basado en relatos y fantasías de Lalo Parra”. ¿Dónde encontraste tú esos relatos, cómo te llegaron a ti?

– Esos relatos no existen publicados en ninguna parte. Me llegaron de la boca directa el tío Lalo. Yo estaba haciendo un programa de entrevistas para la televisión que se llama Geografía musical de Chile, que se dio bastante. Porque el extinto canal ARTV lo produjo y después lo daba todos los años, como desde el 2008 hasta que dejó de existir el canal. Bueno, y en ese programa me tocó entrevistar a Lalo Parra. Mientras preparábamos la entrevista, poníamos las luces, lo maquillaban, y él me cuenta esta anécdota de su infancia cuando con  Roberto Parra –cuando tenían 8 y 10 años– se arrancaron con un circo. Y yo le dije: pero tío Lalo, esa es una historia muy linda, se podría hacer una película.  Y ahí quedó. Yo hice mi entrevista, me fui, se me olvidó. Al mes y medio me contacta la esposa de Lalo Parra y me dice: “Andrés, Lalo no puede dormir desde que le dijiste que se podría hacer una película con esa historia. Está obsesionado, por favor, anda a verlo, quiere hablar contigo”. Fui a ver a Lalo Parra y me dice: “Andrés, tienes que hacer la película”. Y qué le iba a decir yo. ¡Cómo te vas a negar con un Parra! Entonces le dije: Ya po.

Y ahí empezamos a trabajar un periodo de dos o tres años hasta que se murió. Y en esos años nos reuníamos una vez al mes, cada dos meses, con cierta frecuencia. Nos hicimos bien amigos también. Y me enfrenté al problema que cada vez que lo veía me contaba la historia absolutamente distinta, y contradictoria.

Eso te iba a preguntar, como que las personas tienden a ir a sus recuerdos fallan…

– Se puede fallar un poco, pero el tío Lalo realmente contaba otra historia, nada que ver. El tío Lalo era súper cuentero y además estaba bien viejito, con lo que realmente se le mezclaba todo. Mi idea original era hacer una película sobre la infancia de los Parra y ahí me di cuenta que no podía hacer una película sobre eso porque me sentía mal presentándole al mundo algo como una verdad…¡Y saber que no es verdad, porque cómo saber cual era la verdad si era imposible! Entonces ahí  decido abandonar la idea de hacer una película sobre los Parra para inspirarme en esta anécdota del tío Lalo y hacer una película para niños, nada que ver con la historia original. O sea, inspirada en la historia original, pero realmente una historia con mis fantasías y las de los guionistas, y metimos más personajes. El caballo no estaba en la historia original, todo eso es puesto por nosotros cuando decidimos hacer una película para la familia. Cuando abordamos la aventura infantil empezamos a estudiar el género y ahí fue cuando abandonamos un montón de cosas de la realidad y nos metimos en el código de género; y apareció todo lo que constituye la película: la niña, Manuela, que es fundamental; el caballo, también…

¿Fue un desafío optar por el género infantil e ir a un publico quizás no tan infantil sino, más bien, familiar? Porque en Chile sólo la animación (y 31 minutos, la película), ha buscado enfrentarse a ese público. No recuerdo una película con actores reales que haya enfrentado a ese mercado.

– No hay. Realmente coincide que cuando decido no hacer la película sobre la infancia de los Parra, estaba llevando muchos a mis hijos al cine y empiezo a enfrentarme a la “reducida” oferta para ellos. Entrecomillas porque hay un montón de oferta, pero reducida porque hay un solo tipo de oferta, que es la oferta que viene desde EEUU. Ahí yo digo: tenemos que hincarle el diente a esto y ahí es cuando tomo la decisión de hacer una película para los niños, porque me parece fundamental hacernos cargo de ellos. Y no puede ser que el cine, que es algo tan importante, que moldea sus cabezas, sus referentes, sus valores, esté abandonado. Y esto no es solo un problema chileno. En toda Latinoamérica, a excepción de México, no hay películas de aventuras infantiles o películas familiares en los últimos 10 o 15 años. La otra excepción es Argentina, con todo lo que tiene ver con Violeta. Y entrecomillas, porque Violeta también es Disney y también es un producto de consumo. Las películas de Violeta para lo único que sirven es para que ella venda más discos. No tienen realmente un contenido muy profundo o muy interesante o muy valórico, nada. Es una maquinaria nada más para aumentar ventas.

Y cómo enfrentas el estreno, en ese contexto, considerando que en Chile no se hacen películas para niños o familiares y, pese a eso, las que llegan desde EEUU son enormemente taquillas. Son las que salen los ranking  a final de años son las que llevan más público. Ahora se estrena Escuadrón suicida, que no es infantil pero apela a un público infantil…

– ¡Mi hijo de diez años quiere verla! Bueno, respondiendo tu pregunta, es una batalla compleja. Nos metimos en las grandes ligas y estamos yendo a pelear público con Disney, con Marvel, con Fox, con realmente los grandes. Y obviamente es complicado porque es una batalla David contra Goliat, pero que sea así no quiere decir que no haya que hacerlo. Porque si tuviéramos esa mentalidad no habríamos ganado la Copa América. ¡Para qué vamos a jugar si va a ganar Argentina o Brazil! No. Hay que ir a la pelea, hay que ir la cancha, hay que ir con un producto que sea todavía mejor que lo que ellos dan. Y realmente, en mi opinión, y en la de la gente que la ha visto, creo que tenemos algo mejor que la Era del hielo 5, que realmente es absurda –no sé si la vieron–, pero no tiene ningún sentido. O Escuadrón suicida, que es algo ultra violento con una imagen de la mujer súper sexualizada. No sé, realmente la oferta que hay es súper compleja.

Y ya tiene malas críticas.

Bueno. Yo no voy a criticar. Solo voy a decir: cuando mis hijos me piden ir al cine yo casi siempre digo: Ay, qué terrible. Porque me piden cosas que yo no quiero que vean. Y es tanta la exigencia y tanta la presión, y, por otro lado, no hay una oferta alternativa que uno termina llevando a los niños a ver películas que uno no quiere mostrarles. Les aseguro padres, abuelos, tíos, que si llevan a sus hijos a ver esta película no van a salir frustrados, no se van a arrepentir; van a salir contentos del cine. Los niños van a salir contentos. En la avant-premiere, y en un montón de funciones que hemos hecho en festivales, los niños me piden cuándo sale la segunda parte. Quedan fascinados. Las mamás y los papás salen muy emocionados. Muchos –y no exagero– con lágrimas en los ojos, llorando, diciendo: es que es tan emocionante la película. Muy agradecidos, por tanto, estoy seguro que tenemos algo mejor que ofrecer que estos grandes gigantes. Y por tanto así como la selección chilena de chico a grande pudo ganar, nosotros también esperamos tener un muy buen resultado.

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Y en cuanto a la forma de la película, igual tienes que dialogar con el ritmo actual de las películas para que los niños se cuelguen de ella, porque están acostumbrados a un cierto ritmo, a una cierta forma, a un cierto movimiento de cámara, etc. ¿Cómo hiciste ese diálogo? Porque a mí lo que parece valioso de la película es que también incluye algo muy auténtico, que es la esencia de la historia.

– Bueno, cuando decidimos enfrentarnos a este género, y enfrentarnos a esta competencia que son los mayores monstruos de la industria cinematográfica mundial: estudiamos. Y había algo que no podíamos transar. O sea, para ir a la pelea teníamos que tener una películas tan entretenida, tan emocionante, y con tanta acción, como cualquiera de las otras. Esas son algunas de las reglas del género. Lo mismo que el movimiento de cámara que tu dices. Uno no puede llegar y chantar una cámara en mano en una película para niños porque ellos no aceptan eso, no están acostumbrados o educados en eso. Entonces realmente estudiamos el género y hay muchos guiños, guiños a otras películas, pero con la gran diferencia que, en vez unos superhéroes que se matan entre ellos, tenemos unos héroes con los cuales uno se puede identificar porque son dos niños comunes y silvestres que se convierten en héroes. Y eso es muy potente para los niños porque realmente tú te puedes identificar en los personajes de esta película, pero no te puedes identificar con el Capitán América o con Batman o con nadie porque son una especie de milicos disfrazados con capa. Ese es el modelo que se nos ofrece y con el cual nadie se puede identificar. Y el único ejemplo que dan es de violencia en lugar de algo más valórico o más sensato.

Bueno quizá es una esperanza también este fenómeno de Stranger Things que son niños más o menos comunes y que también ha sido un éxito. Al público le causa cierta nostalgia de otras películas del pasado, porque uno también creció viendo esas películas una tarde de tele…

– Es verdad, es muy parecido. Yo creo que con Stranger Things compartimos cosas. Una nostalgia por un tipo de infancia que ya no existe. Y en el fondo Stranger Things y Un caballo llamado Elefante ofrecen un modelo de infancia pre-digital, un modelo de infancia donde los niños salen a andar en bicicleta o se imaginan que son vaqueros, o se suben a los árboles..

Leen comics…

– Claro… a diferencia de hoy que los niños se aburren si no están frente a la pantalla: “Papá estoy aburrido”. Un niño no se puede aburrir, un niño tiene todo para pasarlo muy bien, y es que están muy metidos en esto de la tablet, el iphone, que les destruyen la cabeza. No creemos que con esta película vamos a cambiar el tipo de infancia, pero por lo menos ofrecerles una alternativa y que los padres puedan conversar no ñoñamente como “Ah, en mi época…”; pero sí a partir de la película les puedan ofrecer un nuevo modelo, una alternativa que sea entretenida, y que a ellos les pueda atraer.

Andrés, quisiera preguntarte por el hecho de trabajar con niños y animales, que es algo que siempre se sabe es muy dificultoso.

– Niños, animales y época.

Y todo junto, ¿qué tal la experiencia?

– La verdad, yo iba un poco asustado cuando sabía que me estaba metiendo en las patas de los caballos, literalmente, y realmente es complicado pero también es súper complicado trabajar con actores y actrices que son personajes realmente complejos. Los niños tienen otra complejidad, y es básicamente que son difíciles de dirigir porque son muy espontáneos y no tienen técnica actoral y eso sin duda que generó bastantes problemas y errores, pero también generó muchas cosas sorpresivas que quedaron en la película que son muy buenas. En el fondo tienen un frescura y una espontaneidad que es súper valiosa y que no te la puede dar nadie. Realmente yo la pasé súper bien, porque cuando las cosas no salían me reía y todo el equipo se reía, nos reíamos mucho. Y cuando las cosas salían bien, salían incluso mejor de lo esperado porque habían algunas sorpresas que funcionaban. Entonces no encuentro que fue tan grave. Fue difícil, sí, fue un desafío, pero realmente fue divertido y, bueno, la película no podía prescindir de ello. Más que eso, me costó la postproducción, porque la película tiene 10 minutos de animación y tiene 100 planos de efectos especiales y yo nunca había hecho ni animación ni efectos especiales. Eso sí que fue un proceso de aprendizaje y de pegarse en la cabeza, y de entender los procesos. Además se hacía la post en México, viajar, por Skype. Realmente sufrí y me costó más el tema de la postproducción que el rodaje, que igual fue bien divertido

Eso te quería preguntar, de la co-producción con México y Colombia. Eso implicó hacer la película más universal, en qué afectó o no, o en qué contribuyó, más allá de lo económico.

– Yo creo que contribuye porque la historia original desde los Parra, si algo no cambiaba nunca, es que se iban con un circo del señor Pavón, que era un circo mexicano-colombiano. Entonces realmente trabajar con ellos se dio de manera súper natural porque la historia original ya tenía ese mundo y ese imaginario. Además, aportan un montón de cosas: los mexicanos son los únicos que tienen un poco de industria infantil. Ana Sofía Durand, la actriz mexicana, ya tenía series de televisión en el cuerpo, video-clips, tenía mucha experiencia, era súper buena. Tenía 11 años ahí, ahora tiene 13.

Tanta experiencia para 11 años.

Sí, allá en México hay una industria de estrellas infantiles, y por eso ella tiene una banda, LemonGrass, con otros seis niños. Bueno, no funciona eso en Chile. En México tiene un mercado que está entrenado. Yo me acuerdo cuando yo era chico –no sé si ustedes recordarán-: Parchis, Timbiriche, Menudo, Magneto, eran uno montón de grupos infantiles, desde donde salió Ricky Martin, Chayanne, Thalía, Paulina Rubio, todos ellos tenían un semillero que eran estos grupos infantiles que hacían películas, obras de teatro, etc. Entonces ellos tienen una tradición en esto y realmente la niña se roba la película. Lo hace increíble. En el fondo fue un gran aporte mexicano. Y también todo lo que es la postproducción, la animación, los efectos especiales, yo creo que quedaron muy lindos. Y es un talento que no quiere decir que en Chile no tengamos, pero yo tenia que por razones de coproducción trabajar con ellos y fue un gran aporte.

¿Y fue más complejo el caso de los niños chilenos? ¿Ellos tenían alguna experiencia?

AW: No, ellos no tenían ninguna experiencia. Y sí fue más complejo porque había que trabajar un poco más con ellos. Yo creo que lo hacen súper bien, pero, claro, es la diferencia entre alguien con experiencia y alguien sin ella. Nuestros niños chilenos –que encontramos en Talca– no tenían realmente ninguna experiencia pero tenían una frescura y una espontaneidad que era muy buena. Pero Ana Sofía tenia muchísima experiencia. Ahora, muchísimas experiencia que igual jugaba en contra, porque ella es tan buena, pero es muy desconcentrada. Entonces, ella es una niña, está jugando pero dices “Acción!” y ¡Pum!, en un segundo se enfoca y lo hace increíble. Lo malo es que me distraía a los niños chilenos, porque estaba ahí jugando y distorsionándolo todo, pero había que controlar que no me distorsionara a los niños.