Entrevista a Andrés Nazarala, director de «Los años salvajes»
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Andrés Nazarala, periodista, escritor y cineasta porteño estrena su nueva película, Los años salvajes, que está por estrenarse en cines nacionales este próximo jueves 10 de abril. El largometraje aborda un pasaje en la vida de Ricky Palace, un músico olvidado de la Nueva Ola chilena, interpretado por Daniel Antivilo, sumergiéndose así en el rock, la bohemia y la decadencia de Valparaíso.

Vamos a partir con este comentario, medio complejo. ¿Viste que vamos a tener estreno de Los años salvajes dos semanas después del fallecimiento de Tommy Rey?

Quedo medio mal con esta pregunta, porque yo deliberadamente no quise hacer una investigación para película de época. O sea, me pude haber metido en la escena, nombrar a bandas como la Orquesta Huambalí, por ejemplo, pero no quise hacer una investigación. Quizás es porque me aburre la fidelidad a las fuentes, o esa ética de que todo tiene que ser como pasó. Muchas de las cosas que yo sabía de la escena musical de Valpo eran por interés propio y también por cosas que me contaba mi papá.

Creo que Tommy Rey tuvo una vida buena. Y en relación a Ricky, lo que puedo decir es que en cada escena están los que los que “la hicieron”, los que “no la hicieron” y los que murieron en el camino. Creo que esta película habla un poco de eso. Ricky, a la larga, toca sobre los hombros de otros músicos, unos perdidos, unos muertos, que eran los que lo acompañaban. Uno de los referentes más directos para este personaje es el del Negro Farías, músico tradicional del puerto, que, hacia el final de sus días, según me contó un músico que lo acompañó, cantaba a cambio de tragos. Entonces, igual, es triste todo el momento.

Me llamó mucho la atención cuando vi la película darme cuenta de que, de alguna forma, este personaje es un cantante de culto, pero no se ha dado cuenta de que lo es. Es un personaje que anda por la vida muy tranquilo y sin entender que tiene una influencia súper enorme en los jóvenes.

Nació la idea de situar a este personaje como alguien un poco inocente en ese sentido, ¿no? O sea, yo creo que nace un poco de la fantasía. Yo soy muy melómano, desde niño. Creo que mi gran tema no es cine ni los libros, sino la música. Soy de los que le gusta buscar al artista desconocido. Son tonteras finalmente, pero, frente a la música, yo siempre quería encontrar al músico maldito de la Nueva Ola o al cantante proto-punk del que nadie conoce de esa época y la verdad no lo encontré. Entonces yo creo que Ricky nace de esa fantasía y el rol de Elena (Nathalia Galgany) nos representa a mí y a mis amigos, que todavía estamos buscando al cantante maldito. Me gustaba que tuviese un culto subterráneo, pero que él no conoce y que tampoco le importa mucho.  Lo que he pensado es que tampoco sé si a Ricky le importa mucho la fama.

Lo que a mí si me parecía importante es que cuando lo dan por muerto en el diario, hubiese un quiebre en Ricky que lo llevara a pensar en algunas cosas, como por ejemplo, que la muerte es una posibilidad y también cuestionarse cuál es su rol o el tipo de artista que es. Un poco enfrentarlo de golpe al hecho de que en esa simulación, murió y no pasó nada más que una nota la página del puzzle, sin ninguna relevancia. Creo que todo eso justifica el viaje que sigue después, pero Ricky no es consciente. Es como que sobrevive.

En la película hay una afectuosidad por este personaje, donde la ciudad en ningún caso le pasa por encima, no es uno más dentro del puerto, sino que es alguien que está viviendo intensamente. Es un personaje que puede tener muchas vidas y creo que eso también es algo interesante en la película.

Un amigo que vio la película me dijo algo interesante: “Esta película es sobre el fin de la juventud” y aunque el personaje es un viejo, yo creo que Ricky igual es un joven hasta la noticia de su muerte. Se puede suponer que sigue aferrado a la adolescencia del rock and roll, porque el rock and roll es esencialmente música de adolescente. Por ejemplo, el bar donde Ricky trabaja se llama Cochran sin la “E”. No es Cochran como Lord Cochrane, sino por Eddie Cochran, un cantante de rock que murió siendo muy joven. Entonces yo creo que Ricky está muy metido en eso todavía. Sigue siendo un joven de alguna forma, con sus gestos, su ropa y la manera en que mantiene el rock and roll presente en pequeñas pinceladas.

Quiero poner en relevancia a Daniel Antivilo interpretando a este personaje, porque creo que nadie más lo hubiese podido hacer. Sé que te la jugaste para que él fuese el protagonista.

No puedo imaginar a Ricky Palace con otro actor. Cuando conocí a Daniel descubrí esa dulzura que él tiene, porque obviamente es bastante imponente y el cine también lo ha convertido en un tipo “malo”, pero en realidad es un tipo muy dulce, muy amable, muy atento y creo que muy poca gente tiene esa dualidad. Es un factor que en este caso escapa de la ficción.  Daniel es muy distinto a Ricky Palace como persona. Él mismo se define como súper discreto y le gusta vestirse para pasar desapercibido, un poco tímido, incluso.

En algún minuto también hablamos de esto como de una “nostalgia sin dolor”. Tenemos la idea de que Ricky Palace tuvo una vida anterior que al parecer no echa de menos. Es un tipo que está en sí mismo siempre, y por otro lado, también tenemos este grupo de amigos y tenemos la ciudad, que creo que es un punto importante respecto a la manera en la que filmaron a la ciudad.

Creo que después del hito del diario, Ricky entra en una fase súper reflexiva. Es muy doloroso que además esa fase se dé a partir de un error tan grande. En esta película yo estaba abierto a muchas cosas, pero mi límite era que yo no quería hacer una película realista y, de hecho, creo que la película es hasta desafiante en ese sentido. Tampoco quería hacer una película de montaje dinámico, medio videoclip. Otro punto que quería evitar era el discurso del “porteñismo”. No quería hacer muchos exteriores de Valparaíso, y, de hecho, hay pocos planos de la ciudad, por lo que la mayoría de las imágenes son del sector que podríamos llamar más capitalista – el puerto en plena faena, por ejemplo, pese a todo el amor que siento por el cine de Aldo Francia o por el documental de Joris Ivens (A Valparaíso, 1963). Quería retratar la ciudad desde su sonido, y sobre todo desde sus interiores. Me preguntan mucho por si hubo influencia del cine de Aki Kaurismäki, y creo que no hubo intención de copiarlo, pero sí de homenajearlo. Si tú me preguntas, estoy convencido de que Kaurismäki tiene algo de porteño. Yo le daría las llaves honorarias de la ciudad.

Yo le daría las llaves de la ciudad y las de mi corazón.  Me interesa el tema de la ciudad porque en esta película no tenemos esa noción turística y de la bohemia porque sí. Aquí también surge uno de los personajes secundarios fundamentales, que está interpretado por José Soza. Cuéntame de eso.

Una vez leí que existen solo dos tipos de películas: La Ilíada y La Odisea. Esta película es claramente la Odisea, porque uno va siguiendo al personaje en un viaje y en ese viaje se va encontrando con otros personajes. Siento que aparte de Antivilo, todos los otros son secundarios que van acompañando el viaje. La idea siempre fue que Antivilo estuviese casi en todas las escenas.  La ambición era generar esta idea de que cuando se corta la película el personaje pudiera seguir viviendo. Uno llega a quererlo tanto que genera esa sensación.

Respecto a los secundarios, hubo cosas que hicimos conscientemente, como las exageraciones de algunos de ellos, o sus conversaciones. Extremarlos hasta el estereotipo, o trabajar desde el lugar común, que es algo que me interesa hacer porque también son códigos universales.

Por el lado de Soza, quería que él pudiera trabajar al lado de Antivilo porque ellos son muy amigos, trabajaron juntos en teatro – en una obra llamada El otro, de gran éxito – tienen una historia buenísima y de mucho compañerismo. Se quieren mucho y se hacen muchas bromas pesadas. Esa dinámica de amigos me parece super interesante, hay mucha química entre ellos, y es una química real. Afortunadamente, Soza aceptó hacer el papel, y la grabación de su amistad fue casi documental. El otro personaje que hemos querido destacar es de Nathalia Galgani, que como te decía, nos representa un poco a nosotros, los fans que buscamos rarezas.

Varios te conocimos antes como escritor que como director. Tú tienes una forma de escribir que, creo, es capitular. ¿Sientes que es así? ¿Esta forma de escribir, influyó en tu película?

Sí, yo tengo una tendencia a eso y sabía que quería que la película fuera capitular, de hecho, en un momento pensamos ponerle subtítulos, pero no nos gustó como quedó. Me gusta que la película tenga estas zonas difusas donde uno no sabe cuánto tiempo pasó. Uno intuye que pasó mucho tiempo, pero no sabe cuánto y me gustaba un poco ese extravío que puede tener el espectador. Siento que es como cuando uno se mete a un bar en la mañana, sale en la noche y tiene esta sensación perdida. Estuvo pensada como algo capitular, yo quería seguir al personaje después.  Creo que la película tiene una falsa trama, y hay gente que se ha metido ahí y piensa que la película podría haber terminado después de uno de los sucesos que le ocurren con uno de sus antiguos compañeros musicales, pero la verdad, me interesaba poder seguir al personaje en todas las cosas que suceden después. La idea del paso del tiempo es la película, y eso es lo que tiene el capítulo ahora. Empecé solo, pero luego la guionista Paula Boente – la coescritora de esta película – fue aportando también su mirada. Entonces es mi escritura, pero también la de ella. Fue un proceso de a dos.

Para ir terminando, ¿Cómo nos invitarías a ver esta película?

Ojalá que vayan al cine. Tal vez soy medio dramático con el tema de la muerte de la experiencia colectiva. Quizás no estoy viendo la transformación del cine en otra cosa que es igual de valiosa, pero siento que la gente está acostumbrada a ver películas y creo que ésta puede aportar mucho si se ve de forma colectiva. Es una película hecha con mucho cariño, mucha dedicación, mucho afecto hacia los personajes y creo que tiene una banda sonora buenísima, compuesta por Sebastián Orellana. Eso que me pone muy orgulloso, poder tener esa música es increíble.