En Madrid: La cámara por delante
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Fue el primer alumno de la Escuela Nacional de Cinematografía (Madrid) que, en cinco años, hiciera la carrera en tres años consecutivos, convirtiéndose en el mejor alumno de su curso y el primer latinoamericano que se gradúa de director en España. En Chile, Patricio Guzmán había trabajado en el Instituto Fílmico de la UCE y su corto Electroshow fue premiado en 1966. Al año siguiente partió a Madrid. Ahora estuvo breves días en Chile, por motivos familiares.

Hoy tiene 28 años, una laboriosa barba negra, un pelo que le cae sobre la frente, de modo tal que en la cara solo le queda espacio para meter los anteojos. Otra de las novedades que aporta es una elegante dureza en el habla, donde los futuros verbales tan erradicados de nuestra coloquialidad, abundan vigorosamente. Tal vez la juvenil sequedad le venga del fanatismo con que ora un solo verbo: filmar: “El medio chileno es pobre para hacer cine, se gastan muchas energías para empezar, y después las cosas se hacen como se puede y no como se quiere. Yo no sabía cómo era la Escuela de España, pero estaba seguro de que se rodaba de inmediato”.

En efecto, acertó el estilo de la escuela. Allí los cursos se aprueban con películas y no con teorías. Ya en el segundo año se realizan trabajos totalmente profesionales en 35 mm. Y la tesis de graduación es una película de 50 minutos de duración. La escuela aporta todo sin costo para el alumno. Guzmán, que viajó sin beca ni otro tipo de ayuda, mantiene a su mujer, Paloma, y a su hija de tres meses trabajando en algo que no debe torturarlo: películas publicitarias. En este rubro declara que le interesa su Improsibrante, un film que es el colmo de un publicista, ya que publicita la publicidad. Pese al tema, fue bien acogido en el Festival de Bilbao, y se exhibe con frecuencia.

La España que ve Guzmán difiera mucho de la imagen convencional: “Sé que es un país que no está de moda. Escribir con sellos de Ámsterdam resulta más promocional. España es un suburbio, y es allí donde aprendo a ver las cosas mejor. Y la Juventus es valiente y rebelde. Es mucho más valiente, dadas las condiciones, el estudiante que sale a gritar a las calles de Madrid que uno de los muchachos de la rebelión de mayo en Francia”.

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Paraíso ortopédico

Ferviente devoto de la acción, cree que hay sólo una postura válida para trabajar en cine: hacer el guion y comenzar mañana. Así ha ido acumulando películas, y consiguió titularse, “mientras humeantes cineclubistas enfermos de teorías sentían cómo la práctica les desarmaba el tinglado personal”. Sus exámenes de segundo y tercer año los caracteriza como “un cine latinoamericano, con actores argentinos, panameños y dominicanos, en España”. Coguionista en ambas experiencias fue el dramaturgo Jorge Díaz.

Dice que El paraíso ortopédico, que equivale a su examen de grado, fue la colaboración más fértil entre ambos. Lo describe como “un collage sobre la problemática latinoamericana”. Allí está la guerrilla, la violencia estudiantil. Se filma una clase donde a los alumnos se les hace memorizar golpes de estado. Hay un alegato contra las organizaciones internacionales. La alienación europeizante aparece representada en un cocktail donde los latinoamericanos participantes se esfuerzan en aseverar que su país es el más parecido a Europa. Todos se rompen finalmente para decir que su país es una rara excepción en América. Un chileno declara: “En Chile somos partidarios de la violencia, pero dentro de los límites de la democracia y sin derramamiento de sangre”. Con decirle que aparece hasta Cristóbal Colón descubriendo América”.

Esta película no se pudo presentar en el reciente Festival de Viña, al frustrar su envío al agregado cultural chileno en España. Sin embargo, hace pocos días se exhibió con buena crítica y sin problemas en el Cine Ateneo de Madrid.

Guzmán ya regresó a España, donde espera filmar El acuario de Babá, otra vez con la complicidad de Jorge Díaz. Luego retornará a Chile para “quedarme en esta atrocidad que amo”.