1925 fue el año de mayor producción de la trayectoria del cine mudo nacional, con 16 obras en la cartelera. “Canta y no llores, corazón” fue la última que se realizó ese año.
Fue dirigida y protagonizada por Juan Pérez Berrocal, realizándose el estreno en el Teatro Victoria de Santiago el 28 de diciembre.
La fotografía estuvo a cargo de Gustavo Bussenius, y el resto del reparto estuvo formado por Clara del Castillo, esposa del director, que a la vez también había escrito el argumento; Tomás Medina, José Domenech, Tom Makey, Pedro N. Eguiluz, Antonio Pellicer, Amparo Alsina, Alberto Sealla, Eduardo Varela, Emilio Muñoz, Carlos Fuica y Alberto Flores. El sello productor fue la Apolo films, fundado el año anterior en Concepción.
ESCENAS SIN TRUCOS
En esta cinta se rodaron algunas escenas de verdadero peligro. Una de ellas mostraba a Juan Pérez Berrocal luchando cuerpo a cuerpo en la mitad del puente sobre Malleco con el “traidor”, interpretado por Tomás Medina. El “héroe” había sido herido por éste, pero así y todo había logrado intercambiar algunos gvolpes de puños, después de lo cual lograba lanzarlo al agua. Herido y agotado caía sin sentidos encima de los rieles. Aquí aparecía en escena Clara del Castillo, su hermana en la obra, quien aterrorizada ante el peligro que enfrentaba su hermano, pues ya escuchaba en la lejanía los pitazos del tren, corría a socorrerlo.
El maquinista del tren había sido advertido en la estación de Collipulli que si veía gente en la pasada del puente no se preocupara, pues sabrían hacerse a un lado oportunamente. Estaban filmando una película.
Pero a todo esto, los nervios traicionaron a la joven. Las fuerzas no le obedecían, siendo en vano sus intentos por sacar a su hermano de la zona de peligro, mientras el camarógrafo hacía correr el celuloide…¡cuando sintió estremecerse el puente! Había hecho su aparición el tren, y su hermana cinematográfica no lograba sacarlo a un lado. Sabía que no podía moverse por sí mismo, ya que echaría a perder la escena. Tendría que ser ella quien lo sacara. Empezó a temblar, y ella también. No era para menos. La máquina venía a cincuenta metros ya…¡era algo terrible, pero de pronto, como en medio de una pesadilla, sintió deslizarse a un costado para un segundo después sentir algo que pasaba como una tromba a su lado. Un sudor frío le corrió por el cuerpo. A él y a ella. Al recordar la anécdota, el realizador acota: “Así hacíamos cine antes”.