El movimiento estudiantil es el centro de esta película que destaca por lo preciso de su registro, por lo impresionante de sus imágenes y por retratar un momento clave de nuestra historia reciente, pero que tiene dificultades para comprometer al espectador con su relato.
La revolución pinguina y los movimientos que le han sucedido han sido clave para la historia social y política del Chile de hoy. Desde hace algunos años, la idea fundamental de que la educación no puede ser un negocio se instaló como parte del sentido común de casi todos los chilenos y obligó a la clase política a, por lo menos, modificar sus discursos al respecto. El mérito de esta transformación es de los estudiantes que se organizaron y comenzaron a visibilizar lo impresentable de aquello a lo que, tristemente, estábamos tan acostumbrados.
El vals de los inútiles nos acerca a las movilizaciones tomando como eje central la actividad “1800 horas por la educación pública” en la que ciudadanos de todas las edades se relevaron unos a otros para cumplir con esa cantidad de tiempo corriendo alrededor de la Moneda, como gesto de presión para que los gobernantes reaccionaran ante las demandas de la educación. La elección de este evento es particularmente relevante ya que grafica como las preocupaciones que lo motivan van más allá de los estudiantes, involucrando a personas de distintas edades y procedencias, entre ellas los dos personajes principales de esta película.
Desde el inicio del filme la cámara construye la narración intercalando las potentes imágenes de las movilizaciones con planos más pequeños en donde se muestra la cotidianeidad de un estudiante del Instituto Nacional y de un hombre mayor, profesor de tenis. Las escenas van, muchas veces acompañadas de audios de noticieros televisivos y radiales que informan del avance del movimiento estudiantil y permiten que el espectador pueda poner en contexto estas imágenes. Así, la película va construyendo un relato sobre cómo los estudiantes van tomando las decisiones de salir a las calles, tomarse los colegios, negociar o no, y finalmente bajar las tomas.
Lo más destacable del filme es la calidad de su registro. Se celebra la destreza del director Edison Cajas – egresado de la carrera Cine y Televisión de la Universidad de Chile- y su equipo para lograr filmar la contingencia con una precisión y una belleza en la composición realmente admirable. Con ese material es entendible el que la película haya logrado interés en co productores internacionales que apoyaron su desarrollo.
La dificultad del filme aparece al querer ir más allá de las marchas y las tomas. La película escoge dos personajes para llevar el relato a la cotidianeidad del movimiento, pero no logra presentarlos de una manera que de verdad implique al espectador. La decisión de no vincular a estos personajes sino hasta el final, y muy lateralmente, dificulta pasar de una mirada distante a verdaderamente emocionarse con lo que uno está viendo. Así la sensación final no logra ser todo lo conmovedora que podría haber sido ante un material de este nivel y trascendencia.
El vals de los inútiles resulta un documento valioso para acercarnos a un momento brillante en la historia de los movimientos sociales, las imágenes que nos presentan permiten ver privilegiadamente cómo nuestra sociedad se ha ido transformando en los últimos años. Su debilidad es no ser capaz de pasar desde el registro de esas poderosas imágenes públicas a expresar la relevancia que, privadamente, este movimiento significa para todos los chilenos.